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La risa de Dios

El sentido del humor brilla por su ausencia en la Biblia, que por otra parte es un libro tan entretenido como irregular, lleno de sangre, crímenes, guerras, castigos sin fin, cataclismos, mandatos, ejecuciones, amenazas, violaciones… En fin, todo eso está muy bien, pero no hay ni un solo episodio que pueda arrancar una sonrisa al lector. La Biblia está escrita para acojonar.
Tampoco el Corán tiene ni un solo chiste, ni los Vedas, ni ningún texto de carácter religioso, como si las creencias estuvieran reñidas con la alegría. Eso me recuerda al mítico Libro de la Risa, de Aristóteles, que causa todo el revuelo de El nombre de la Rosa, de Umberto Eco. ¿Se reía Jesús? Según algunos fundamentalistas no, y para ellos la risa es sinónimo de ligereza, y por tanto pecaminosa.
Pues eso le pasa a Noé, la última película de Darren Aronofsky. Que no tiene maldita la gracia.
Cuando vi la primera cinta de Aronofsky (Pi, 1998) quedé absolutamente enamorado de este director que había conquistado Sundance con una cinta en blanco y negro sobre la búsqueda del número sagrado, del nombre de Dios que no puede pronunciarse y de sus implicaciones en las fluctuaciones financieras. Podría definirse como un thriller matemático, que solo costó 60.000 dólares, frente a los 125 millones de Noé
Después vino Requiem por un sueño (2000), que repetía los mismos tics, pero ya era en color, y desde mi punto de vista, reiterativa respecto a la primera, aunque contó con mucho más dinero para su realización.
La fuente de la vida (2006) es un filme tan bello como extraño, que estuvo a punto de no poder ser finalizado por problemas con los actores (Brad Pitt y Cate Blanchet se retiraron), y que tuvo un discreto paso por las pantallas.
El luchador (2008), soportada casi en exclusiva por un Mickey Rourke anabolizado, increíble, magnético y poderoso. Junto a Pi, es sin duda la mejor película del director. Cosa curiosa si se tiene en cuenta su exiguo presupuesto y su factura casi artesanal.
Con Cisne Negro (2010) Darren Aronofsky se complicó la vida, pero la arriesgada pirueta le salió bien y arrasó en los Oscar ®, encumbró a Natalie Portman y rompió las taquillas de todo el mundo con un tema nada mainstream: el ballet clásico.
Y ahora llegamos a lo que algunos llaman acertadamente «blockbuster de autor»: Noé.
Se trata de una película antipática, por la total falta de humor y el mesianismo de su protagonista, encarnado por Russell Crowe, toda una bestia escénica. Espectacular en toda su concepción, revisita uno de los mitos más conocidos, aportando ingeniosas soluciones para acomodar los animales en el arca, además de dibujar conflictos que el Antiguo Testamento soslaya. Incluso la partitura, escrita como de costumbre por su amigo Clint Mansell, es de una espesura un poco asfixiante. A veces recuerda a El Señor de los Anillos, por la ambientación, las criaturas de piedra, el tratamiento de las masas humanas y la omnipresente magia. Y es que, al fin y al cabo ¿qué es Yahveh en las Escrituras, sino un poderoso mago?.
Todo el mundo conoce la Biblia, por lo que no estoy destripando el final al hacer la siguiente reflexión. Y es que si la raza humana solo sobrevivió al diluvio representada por esa familia asimétrica y con tal desequilibrio entre hombres y mujeres… la larga sombra del incesto planea sobre todos nosotros. Quizá sea ese el único chiste que nos ha contado Dios.

Crédito de la imagen: Tony Taylor Stock / Shutterstock.com.

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