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Creatividad

La soledad de la sala de espera de un hospital está llena de color y de luz

Las salas de espera de los hospitales están llenas de impaciencia y de silencio. Pero también de luz y de esperanza. Y de color, de mucho color. Así las ve, al menos, el fotógrafo zaragozano Jaime Oriz. Y así podemos verlas también si visitamos su exposición Diario de una sala de espera, que se exhibe en la capital aragonesa hasta el próximo 14 de julio.

«Esta colección de más de treinta imágenes surgió de la necesidad —explica el fotógrafo—. Por motivos de salud de mi padre, he tenido que pasar muchas horas en diferentes hospitales de Zaragoza. En mi última visita, y durante dos meses, decidí llevarme la cámara para realizar fotos y retocarlas desde el propio móvil, a modo de ejercicio».

Y en esas horas lentas de espera, la mirada de Oriz se detuvo en un rayo de sol que entraba por una ventana. Entonces tuvo la idea: retratar desde su mirada lo que se vivía y se sentía en una de estas salas de espera hospitalarias.

El resultado son imágenes en las que el color es protagonista y en las que destaca la ausencia de personas. «Lo que busco es reflejar la soledad, el vacío que produce el estar en un hospital esperando, como tanta gente en estos momentos. Pero, a la vez, quiero transmitir cierta esperanza. Solo pretendo sugerir, transportar el contraste de emociones a través de la oposición de color y la ausencia de elementos humanos».

Oriz reconoce que su madurez artística «es cada vez más minimalista, eliminando lo que no aporte». Para lograrlo, se ciñe únicamente a lo que sea capaz de transmitir por sí mismo y más desconectado esté de la realidad. «No busco el fotoperiodismo, quiero aportar mi propia visión, volviendo de nuevo al origen: el cine».

En Diario de una sala de espera, el fotógrafo zaragozano ha querido narrar lo esencial con su Nikon D750 y un objetivo 24-70 básico como únicas herramientas, usando únicamente la luz de ambiente.

«Con la propuesta de convertir esta serie de más de treinta fotografías en una exposición, aspiro a conectarnos con este momento social. Conectar con lo más profundo, lo más primitivo, lo que nos une como sociedad. Despertar emociones como la tristeza y, al mismo tiempo, acompañar y abrazar».

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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