Hace algunos meses me regalaron un Kindle. ¡Me emocioné tanto al tenerlo entre mis manos! Es ligero, sencillo y práctico. Durante toda esa mañana me bajé una docena de clásicos de la literatura totalmente gratuitos, desde el Quijote hasta Moby Dick. Días más tarde navegué por la web de Amazon para ver qué podía interesarme para comprar. Los precios eran muy atractivos pero me aburrí como una ostra. Comprendí que comprar un libro en la red es igual que comprarte una camiseta o unas chanclas. Sólo tienes que dar un par de clics y ya está. Sí, es tan práctico como frío.
Quizá digan que soy un romántico, y sí, seguramente lo soy, pero las librerías (cualquiera de ellas) tienen un ambiente singular que hacen que la compra de un libro sea algo diferente. Pero parece que somos pocos los que disfrutamos con acercarnos a estos locales en grave peligro de extinción.
En Barcelona, una ciudad con gran cultura literaria, hay 178 librerías, entre independientes y de grandes cadenas. Durante este año, a diferencia de otros, la gran mayoría permanecieron abiertas en agosto a la espera de clientes deseosos de llevarse un ejemplar a la playa.
Pero si alguien está convencido de que las librerías desaparecerán ese es José Batlló, fundador de la librería Taifa, una de las más conocidas y tradicionales del barrio de Gràcia. Está seguro de que dentro de cinco años no quedará una sola. Asegura que España nunca ha sido un país de lectores y que si en los últimos años se han vendido muchos libros es porque se pusieron de moda. “La gente empezó a regalar libros en vez de colonias”, afirma con una media sonrisa resignada.
Pero lo cierto es que José Batlló no es de las personas que se resignan. Aun con la situación actual, él resiste y busca soluciones. Ha abierto su librería a presentaciones y charlas, ha abierto una pequeña sección infantil y otra dedicada únicamente al cine. Lo que nunca permitiría es que a su librería entren best sellers o libros de Paulo Cohelo o César Vidal. Y podría ir más lejos, evitando los de Punset, Murakami o Savater, pero sabe que la situación es difícil y debe ceder en ciertos casos.
Resopla un poco, este veterano de la edición con más de cincuenta años de experiencia, y recuerda cuando fundó la librería, la cual siempre imaginó especializada en poesía. Entonces repite que en este país nadie lee (asegura que un buen lector devora dos libros a la semana, como él lo ha hecho durante años) y concluye contundente: “Aquí siempre ha habido más bares que librerías”.
Y es cierto, aunque de vez en cuando aparece una librería cuando menos te lo esperas. Como es el caso de Pequod Llibres, una librería que nació apenas hace un año, y con la que está cayendo. Pero parece que a sus dueños eso no los detiene en su empeño por vender libros. Tal vez este optimismo se deba a que, como dice Consuelo Gallego, una de sus fundadoras, la librería la abrieron pensando más como lectores que como libreros. Ellos estuvieron del otro lado del mostrador hasta que fundaron Pequod. “Tal vez por eso los clientes se sienten identificados con ella. Es la librería que queríamos encontrar en una callecita perdida cuando nosotros mismos éramos solo clientes”, asegura.
En Pequod están convencidos de que los eReaders están de moda, pero los libros de papel nunca han dejado de estarlo. Ejemplo de ello, señala Consuelo, son las decenas de editoriales pequeñas e independientes que han nacido en los últimos años. “Están sacando catálogos brillantes y ediciones cuidadas de joyas de la literatura clásica y contemporánea. Al tiempo que afirma que la crisis sí afecta, pero son en estos tiempos cuando surge la creatividad y nuevas ideas para ponerlas en marcha. Por eso confían en el futuro, al cual miran en el horizonte ofreciendo más libros, más talleres y más actividades.
Por desgracia, la crisis también ha barrido con las buenas ideas, aunque lo cierto es que éstas nunca mueren. Muestra de ello es lo sucedido a la librería múltiplos. Anna Pahissa, su fundadora, cuenta que la idea nace en julio de 2011 como un proyecto que se centrara en dar visibilidad a las publicaciones de artista tanto de ámbito nacional como internacional. Desde el principio, la librería empezó a organizar actividades, presentaciones y charlas para dar visibilidad a este tipo de publicaciones. Porque los libros de artista no son libros de hablen sobre la obra de un artista, o catálogos, sino que el libro es la obra en sí. “Y que mantienen las características de formato, producción y distribución propias del libro tradicional: tirajes largos, y precios asequibles. No hablamos por tanto, y en general, de un planteamiento escultórico respecto al libro, ni de ediciones limitadas que nos situaría más cerca del mercado del arte”, señala Anna.
De esta manera, la librería permitía acercar al público en general a libros que le permitirían “una nueva lectura, que en muchos casos tiene poco que ver con la lectura habitual de una novela o un ensayo, aunque la acción de pasar las páginas sea el mismo”. Sin embargo, a pesar de la voluntad, el impulso y el empeño que se puso al proyecto, los tiempos no acompañaron. En octubre de 2012, el local de la calle Lleó de El Raval, cierra sus puertas, pero eso no significa que múltiplos desaparezca por completo. Es cierto que lo más lamentable es la pérdida de un espacio único, donde podían encontrarse artistas, diseñadores, editores y toda la gente interesada en este tipo de publicaciones, sin embargo, múltiplos como librería seguirá funcionando, cómo no, en la red, donde se planea aumentar el catálogo. Y sobre todo, señala Anna, continuará su actividad a través de” la distribución de publicaciones de artista producidas en España y Portugal. Ampliar asimismo el catálogo de distribución con publicaciones producidas en Latinoamérica –un contexto interesantísimo- y quizás de otros pequeños proyectos editoriales europeos que me parezcan interesantes y que requieran de una distribuidora”. Además de seguir participando en ferias y organizando actividades como aparadores temporales y workshops. Incluso para 2013 ya están organizando un par de actividades.
Así pues, el ánimo, la confianza y la energía no decae (aunque lo parezca) para que las librerías, ya sean tradicionales, modernas o especializadas continúen su camino por más sinuoso que sea. Todos utilizan las armas que han adquirido con la experiencia, el impulso o la inteligencia. Todos saben que una librería no es el mejor negocio para crear riqueza propia, o quizá sí. Veo de nuevo la página de Amazon y me doy cuenta de que están forrados. Entonces tal vez el problema no sea su idealismo, sino nosotros, los lectores, llenos de cómodas pantallas que nos hacen olvidar que a unos pasos hay un lugar donde se respiran letras y se venden ilusiones.