Nuestras madres nos expulsan a este mundo con o sin ayuda médica, más adelante nos destetan y nos enseñan a cambiarnos los pañales por calzoncillos o bragas; y ya. El resto lo vamos aprendiendo solitos y con dolor. A base de moratones de patio de colegio. Quemaduras de bar frente al instituto. Lesiones internas universitarias.
Podemos llegar a echar de menos un manual de instrucciones para la vida. Como lo trae el deuvedé. Con un montón de fotos e idiomas distintos.
Pero, claro, los seres humanos somos algo más complejos que un deuvedé y ni siquiera tenemos opción de pausa. (Un error de fábrica).
Nuestro manual debería corresponder a nuestra volubilidad. Versatilidad. Frivolidad. El botón derecho de Word no me da más sinónimos.
LA VIDA: ALGUNAS INSTRUCCIONES DE USO QUE PUEDES SEGUIR O NO Y TAMPOCO TIENEN NADA QUE VER CON LA NOVELA DE PEREC
1. Cómo escuchar música.
El formato físico es lo de menos. A no ser que poseas las capacidades auditivas de un Cocker spaniel, no diferenciarás una canción comprimida en MP3 de una grabación mecánica analógica. No vayas de moderno. No me digas que prefieres la copia masterizada en vinilo por la calidad de sonido. Te enrolla comprar discos y punto. Reconocerlo es el primer paso hacia el hipstericidio y la superación personal.
Para escuchar música, lo más importante es el contexto. Del contexto depende tu estado emocional y a su vez el estilo de la canción que deberás seleccionar. Puedes tumbarte en el sofá un domingo lluvioso y escuchar cumbia electrónica, pero estarás más cerca del colapso nervioso que de disfrutar auténticamente de la música y la lluvia. A continuación refiero una lista de situaciones ligadas a una lista obligatoria de géneros y canciones:
–Las tostadas están calientes y el café subiendo a primera hora de la mañana: La estancia se encuentra en penumbra o semipenumbra. Tu organismo entero todavía está desperezándose. Los tímpanos llevan varias horas inactivos, salvo que tu pareja ronque mientras duerme, y necesitan ser estimulados con suavidad y cariño. Escucha música Romántica (nada que ver con el llorica de Álex Lumbago): Edvard Grieg – Morning Mood.
–Habéis cogido un taxi juntos pero al llegar al apartamento todavía os hace falta una copa: Apenas os conocéis. Entre los primeros toqueteos a ritmo electrolatino y la súbita y silenciosa intimidad de la habitación –que pronto deberá interrumpirse con otro tipo de sonidos– es necesaria una transición melódica. Un exceso de suavidad enfriará el ambiente. Subir demasiado el pitch conseguirá imbuiros de ansiedad. Necesitáis algo de soul. Necesitáis a la Motown. Necesitáis a Marvin Gaye. Pero no What’s Going On. No. No incurráis en el error peliculero. Escuchad I Heard It Thought The Grapevine y asaltad el mueble bar. Lo peor que podría pasaros sería pinchar la versión de Creedence Clearwater Revival. Polvazo asegurado.
–Nochebuena en casa: La abuela parece embalsamada en pacharán. Tus primos más pequeños se han ido a dormir. Tus padres y tíos repiten por enésima vez la misma batallita de cada navidad. Quieres ahogar con música su conversación, pero el salto generacional es de 20 años y CVRCHES inadmisible. Selecciona: Nino Bravo – En libertad por La Casa Azul. Alguien terminará la noche con una cadera de plástico. Puede que seas tú.
–En la carretera: La sierra de Madrid se perfila en la lontananza. El sol se acuesta a tu espalda cegándote a través del espejo retrovisor y quemándote la nuca. Conduces a toda velocidad sin tener prisa por llegar a ninguna parte. Los vehículos se deslizan fugazmente a tu derecha. A cada kilómetro recorrido parecen más lejanas las fatigas de la ciudad. Tienes una eléctrica sensación de huida y necesitas ponerle banda sonora. Malente – The Law Is Wrong.
-Es domingo y llueve: Has cancelado todos tus planes para poner dos lavadoras que tender en el salón y limpiar el baño hasta alcanzar los niveles de higiene de un quirófano. Te apetece ejercer tu derecho a sentirte triste. Quieres regodearte en la melancolía dominical y engullir congoja cruda a cucharadas soperas. Aléjate de la cumbia. Dale al play y llora: Dylan Leblanc – Emma Hartley.
2. Cómo ver Juego de Tronos.
Libérate de todas tus ocupaciones durante una hora. Ordena el salón, la habitación, el Alto Jardín; allí donde vayas a realizar el visionado del capítulo que toca. Todo ha de estar bien colocado para que puedas focalizar tu atención en la pantalla y no descentrarte durante cincuentas minutos si, por ejemplo, se cae una percha. Asegura todas las perchas.
Invierte el tiempo que sea necesario en encontrar un buen enlace. Es como buscar un vídeo porno (sin metáforas), de la implicación en el rastreo depende el resultado final de la masturbación. Mayor calidad de imagen = mayor disfrute. La cicatriz de Tyrion es una buena referencia. Si no la distingues mal asunto.
Asegúrate de tener cerca algo de líquido antes de comenzar. Medio vaso de agua es la medida perfecta. Mantendrá tu hidratación y no te obligará a ir al baño.
Presiona el triángulo que apunta hacia la derecha y sube el volumen. La cabecera de Juego de Tronos es la única cabecera que no se salta JAMÁS. Está bien visto que te vengas tan arriba que versiones la melodía. Véase: LOLO LOLOLO LOLOLO LOLOLO LOLOLOLO LOLOLOLO LOLOLOLO LOLOLOLO LOLOLOLO.
Aprieta los dedos de tu acompañante para decirle en silencio «¡Empieza!» y termina de acomodarte. Si estás solo o sola puedes apretarte tu antebrazo izquierdo con la mano derecha, pero la prescripción médica es no ver un solo capítulo de Juego de Tronos sin compañía. Callarte la impresión de algunos finales podría provocarte un derrame cerebral. La situación ideal es que te acompañe tu pareja y con los títulos de cierre podáis rajar de Cersei y canalizar el calentón que uno, o los dos, tenéis.
3. Cómo cagar en el trabajo.
Todos somos pudorosos con nuestra mierda. Por eso existen los «culo finos» que solo logran reinar en su propio trono, y otro puñado de valientes que logran soltar las bombas en cualquier campo de batalla.
Algunas de las incursiones más difíciles se realizan en el entorno laboral. Tienes una jornada de ocho horas, cinco comidas diarias por dieta y un sistema digestivo que no quiere esperar al timbre de salida. Debes de ser paciente y encontrar ese hueco en el que la oficina se encuentra prácticamente vacía. El cuarto de hora previo al descanso para comer es un buen momento.
Selecciona tu wáter favorito y limpia primorosamente la taza. Puedes tirar papel antes de sentarte para amortiguar los sonidos. Relájate. Al otro lado de la puerta escucharás a tus compañeros. Puede que uno de ellos entre en el baño mientras tú estás encerrado tratando de obviar su presencia. Puede que uno de ellos entre en el baño a lavarse los dientes mientras tú estás encerrado tratando de obviar su presencia. Pero no debes angustiarte o te estreñirás. Busca ese lugar dentro de ti donde hallarás la paz. Déjate ir.
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