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La vieja arquitectura ha muerto

La comodidad atonta. Se vive con gratitud, pero adormece la conciencia. Los tiempos convulsos son los que se ocupan, se quiera o no, de agitar las mentes en la búsqueda de un nuevo tiempo de sosiego vital. En un escenario en el que se están replanteando todos los procesos educativos, los que están más cerca del momento en que se deben llevar a la práctica también sufren de la mirada del ojo crítico. El rol del arquitecto en este nuevo marco se cuestiona desde las aulas de las escuelas. Son los propios alumnos los que se están ocupando de ello.

Todos tenemos patrones preconcebidos y planes de vuelo. Es natural y legítimo. El único problema es que la realidad es terca como ella sola y obliga a cambiar las fichas de sitio y a explorar vías que en un principio no estaban previstas.

Cuando muchos estudiantes de arquitectura de los que están a punto de obtener su título comenzaron su carrera, en España los tochos aún tenían un valor muy considerable. El país se acercaba de manera inevitable al desastre pero lo cierto en ese momento todavía se decía que «la vivienda no va a bajar nunca». en un escenario tan favorable, era sencillo que un estudiante se imaginase dirigiendo su propio estudio y construyendo día sí y día también.

En 2012, los arquitectos han de replantear su papel en la sociedad ya que el parón en la edificación va para largo. Por suerte, para un profesional de la creatividad, la capacidad de idear nuevas maneras de reinventar procesos es como el valor al soldado. Se le supone.

Acaban de concluir las jornadas de formación de CREARQ (el Consejo de Representantes de Estudiantes de Arquitectura). Bajo el lema ‘Reformulando nuestro futuro’, algunos de los futuros arquitectos más activos en la participación tenían claro qué temas tenían que tratar. Para Maite Borjabad, presidenta saliente de CREARQ, «el conformismo ya no vale, que tanto nuestra profesión como los sistemas de aprendizaje están obsoletos y todo forma parte de un cambio en el que si no actúas, se estanca».

Para Borjabad, la necesidad de plantear esta intensiva convocatoria nace de una obligación moral de participar en el futuro de la docencia de su disciplina y de la misma profesión. «Cada uno de los participantes ha generado para sí mismo un objetivo de estas jornadas y una forma de afección y, por tanto, de reacción tras las vivencias de estos escenarios», explica Borjabad.

Según su opinión, y advirtiendo del peligro de las generalizaciones, más que el distanciamiento de los alumnos de la realidad del mercado, el mayor problema es ignorar las necesidades de la sociedad. El resultado es un proceso de frustración de los recién horneados arquitectos. «Aunque la realidad no sea lo que te cuentan en la escuela, eso no implica que uno no sea capaz de ser válido para ella. Sin embargo, en la mayoría de los casos, ese choque, esa frustración, pueden más y mantienen al estudiante incrustado en esa percepción anticuada y desconectada de la sociedad actual», dice la arquitecta.

El lugar en el que se deban situar los profesionales de la arquitectura vendrá dado con el tiempo, de manera casi automática. Para Borjabad, el principal reto de los que van salir de las escuelas de arquitectura es «poner en duda la base de todo. Debemos ser capaces de desarrollar una crítica globalizada, de reinventarnos y de encontrar oportunidades donde los demás parece que sólo ven desgracias. Reinventarnos no sólo a nosotros mismos, sino las formas de detectar las necesidades y servicios de la sociedad», cuenta.

En la arquitectura deben cambiar los procesos pedagógicos, divulgativos, los flujos de trabajo o la gestión y explotación de las necesidades del mercado. Los actores de esta película se encuentran ante un guión casi virgen, con todas las páginas por escribir. El primer paso, que es uno de los más críticos, el de aceptar que hay mucho que escribir, ya está dado. A partir de ahora solo falta hacer transcurrir la voluntad por senderos de innovación.

Por David García

David García es periodista y dedica su tiempo a escribir cosas, contar cosas y pensar en cosas para todos los proyectos de Brands and Roses (empresa de contenidos que edita Yorokobu y mil proyectos más).

Es redactor jefe en la revista de interiorismo C-Top que Brands and Roses hace para Cosentino, escribe en Yorokobu, Ling, trabajó en un videoclub en los 90, que es una cosa que curte mucho, y suele echar de menos el mar en las tardes de invierno.

También contó cosas en Antes de que Sea Tarde (Cadena SER); enseñó a las familias la única fe verdadera que existe (la del rock) en su cosa llamada Top of the Class y otro tipo de cosas que, podríamos decir, le convierten en cosista.

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