Liliana Benveniste bromea al otro lado del teléfono: de haber existido Twitter en el siglo XV, los españoles de la época chuchulearían sus ocurrencias en lugar de tuitearlas. Esta argentina riega de vocablos arcaicos la conversación transoceánica que mantiene vía Whatsapp. El ladino está mayor, pero viaja rápido con una buena conexión wifi.
Allá por 1492, los tatarabuelos de Liliana fueron obligados a marcharse de España. Los Reyes Católicos ordenaron la expulsión de los judíos con la firma del Edicto de Granada; de modo que la comunidad judeoespañola se dispersó para asentarse en otros rincones del planeta. Con el tiempo, el ladino, el español que hablaban los judíos, evolucionó por su cuenta y dejó de parecerse a la lengua que se quedó en la península.
Liliana dedica su carrera a insuflar vida a ese español que suena raro pero extrañamente familiar a los hispanohablantes del siglo XXI. Y no es la única: la comunidad sefardí se afana en reanimar su antigua lingua con el empuje digital y el alcance infinito de las redes sociales.
[pullquote]La gramática del ladino es fácil de descifrar por un hispanohablante actual: entra por los ojos como una lengua medieval que parece haber colisionado con la grafía clásica de los pokeros contemporáneos[/pullquote]
La base lingüística española y hebrea del ladino, también conocido como sefardí y judeoespañol, queda patente incluso en el nombre del idioma. La palabra sefardí procede de Sefarad, que es el topónimo con el que se conoce a España en el Antiguo Testamento; y ladino viene de ladinar, la acción de traducir textos semíticos al castellano.
La gramática del ladino es fácil de descifrar por un hispanohablante actual: entra por los ojos como una lengua medieval que parece haber colisionado con la grafía clásica de los pokeros contemporáneos, con su abundancia de kas, la alternancia de bes y uves y de eses y ces, y una característica omnipresencia de la i latina.
Tanto es así que medio Twitter puso el grito en el cielo cuando la Embajada de España en Turquía compartió una serie de mensajes por el Día Internacional del Ladino, celebrado en este país cada 21 de febrero. Donde los puristas lingüísticos de la red social creyeron ver faltas de ortografía en realidad había un español de hace 500 años que, a día de hoy, todavía podemos entender sin apenas esfuerzo.
Los arcaísmos tan notorios del ladino dan la sensación de que es una lengua estancada en el tiempo, pero ni mucho menos. El judeoespañol se salpicó de francés, italiano, holandés, griego y turco cuando los sefardíes abandonaron España, y sigue en una continua actualización para adaptarse a los tiempos que corren.
Prueba de ello son los chuchuleos de los que habla Liliana, que es la copropietaria y editora del portal eSefarad, dedicado a las noticias de la comunidad sefardí. Además, organiza espectáculos, da clases de ladino y canta en la lengua que escuchaba en casa de sus abuelos, judíos procedentes de Turquía, cuando era pequeña.
La argentina forma parte de Erensya, la plataforma online del Centro Sefarad-Israel que aúna proyectos internacionales destinados a difundir el ladino. También es miembro Karen Gerson, directora del Centro Sefardí de Estambul desde 2003 y responsable de El Amaneser, el único periódico publicado enteramente en judeoespañol en todo el mundo. El diario ladino tiene una tirada de 4.000 ejemplares en papel y cuenta con una edición online.
Karen ha publicado libros, música, diccionarios, compilatorios de dichos y proverbios y es la cantante solista del grupo Los Pasharos Sefaradis. Según dice, cientos de personas se conectan a sus clases y actividades en torno al judeoespañol impartidas por Zoom.
Lo cierto es que no escasean las iniciativas que promueven el ladino desde distintos países: hay grupos (como la Ladinokomunita), foros, encuentros, conferencias, clases, vídeos, canciones, programas en la Radio Exterior de España y hasta un Centro de Estudios Sefardíes en la Universidad de Washington. El español más antiguo pervive en las páginas webs, Twitter y YouTube.
[pullquote]Aitor García Moreno: «Esta lengua está y estará seriamente amenazada siempre que no sea útil su uso. Si no sirve en la vida diaria, no será una lengua viva»[/pullquote]
Del número total de hablantes del ladino en la actualidad solo se conocen estimaciones. Se calcula que unas 150.000 personas lo hablan en todo el mundo, aunque «los niveles de competencia lingüística pueden variar muchísimo de unos hablantes a otros», afirma Aitor García Moreno, investigador distinguido del departamento de Estudios Judíos e Islámicos del Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo.
El experto explica a Yorokobu que hay quienes solo conocen palabras sueltas o hablan de temas concretos, de tipo biográfico o del ámbito doméstico. «Esta lengua está y estará seriamente amenazada siempre que no sea útil su uso», advierte. «Si no sirve en la vida diaria, no será una lengua viva, como apenas lo es hoy en día. Otra cosa es su preservación y estudio, que puede (y debe) acrecentarse».
La Autoridad Nasionala del Ladino de Israel, creado en 1997, y la Academia Nasionala del Ladino, organismo fundado por la RAE en 2019, también con sede en Israel, son las instituciones lingüísticas oficiales que tratan de proteger y regular un idioma que se ha desarrollado sin la pauta de una norma común.
El Gobierno de España aprobó en 2015 una ley para devolver la nacionalidad española a los descendientes de los judíos desterrados por los Reyes Católicos. A Liliana, que recuerda el anhelo de los sefardíes por regresar a su hogar, le concedieron la suya en 2017.
Una de sus palabras favoritas es ambezar, que puede significar aprender o enseñar en función del contexto. Mientras los lingüistas se ponen de acuerdo, el ladino evoluciona a su aire, como siempre lo ha hecho.
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