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Las farmacias low cost que revolucionan la compra de medicamentos en Ecuador

Fernando Pauta es un tipo contento. Se ha pasado la mitad del sábado reunido con su jefe, apenas ha disfrutado de la sobremesa familiar con sus padres y hermanos y, en cambio, vuelve radiante a casa cuando el sol ya hace rato que se acostó. “Mira”, dice extasiado con unos papeles en la mano, “si todo va bien, este año llegaremos a 12 millones de dólares en ventas”.

Fernando gestiona Farmasol, una red pública de farmacias cuya peculiaridad –además de ser una empresa pública y rentable- radica en la venta de medicamentos a bajo coste. En solo seis años, Farmasol, Farmacias Municipales Solidarias, ha alcanzado un tráfico de 90.000 clientes mensuales en sus trece establecimientos. “Es un ejemplo para todo el país”, afirma orgulloso el gestor.

El país al que se refiere Fernando es Ecuador y el ejemplo, Cuenca, una localidad de 400.000 habitantes en plena cordillera andina. Cuenca es la tercera ciudad del país en número de habitantes por detrás de Guayaquil y Quito. En los últimos años, el crecimiento ha sido espectacular. Las laderas antiguamente verdes que arropaban la ciudad se han convertido en bosques de modernos edificios. “Son los gringos”, explica Fernando, “muchos vienen aquí a retirarse, porque es muy bonito”.

Las calles centrales de la Cuenca andina lucen adoquines nuevos y un alumbrado imponente. Ya no hay niños pidiendo en cada esquina del casco viejo. El metro cuadrado, a precios irrisorios hace una década, alcanza ahora valores que harían enloquecer a los gurús del boom ladrillero español. “Sí, la cosa va mejor”, reconoce Fernando, “y nosotros trabajamos para que eso se traduzca en una sociedad más justa”.

¿Cuál es el truco? ¿Por qué una empresa pública pasa de vender un millón y medio de dólares en medicamentos en 2006 a 12 millones en 2012? “Pues por la ley”, explica Fernando. En Ecuador, la legislación obliga a las farmacéuticas a vender más barato a la administración que a la empresa privada.

“Nos tienen que rebajar como mínimo el 15%”, indica. La ley ha generado fricciones con Farmasol, negativas de algunas multinacionales que se han resistido a vender a un precio menor. Según Fernando, nada serio. Además, la aspiración de la red es convertirse en proveedora del resto de la industria farmacéutica aprovechando esa ventaja en la compra. A las multinacionales no les quedará otra que tragar. Fernando asiente.

Mientras tanto, Farmasol crece. La red ha organizado este año cantidad de charlas informativas en los barrios donde tiene presencia. Sus trabajadores explican las bondades de una buena alimentación a los enfermos de diabetes o la necesidad de protegerse del sol en ciertas épocas del año. Cuenca yace a más de 2.000 metros de altura y el sol cuando pega, pega.

Fernando muestra las gráficas, la línea roja representa el año que corre y supera a las otras de calle. Le pregunto por el alcalde. “Del partido de Correa”, me dice. Ah. Y ¿qué tal Correa? Sonríe, calla. “Hace cosas bien y cosas mal”.

Voy a internet, googleo “ecuador, presupuesto, ministerio de sanidad”. 1.849 millones de dólares en 2012. Leo “revolución ciudadana”, “ejes de la revolución”. Recuerdo a los niños de las calles del centro hace nueve años, chorros de vocecillas buscando una moneda en las ventanillas de los coches. ¿Qué han hecho, los han escondido para no hacer feo? “Que no”, dice Fernando, “que Cuenquita mejoró”.

 

 

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