Cuentan que Lu Mei desafió a su hermano a construir un objeto que les protegiese de la lluvia. La joven china ideó, entonces, una especie de bastón de madera con 32 varillas de bambú a las que cubrió con un trozo de tela. Unos 2.300 años después, el alemán Hans Haupt reformuló el invento de Lu Mei con el fin de, en los días de lluvia, poder llevar a la vez el paraguas y el bastón, al que su herida de guerra le había unido para siempre. El paraguas plegable estaba a punto de ver la luz. Casi un siglo después, podría estar gestándose una evolución similar en el terreno de las botas de agua.
Podría decirse que Estel Alcaraz Sancerni es el homónimo de Haupt en cuanto a katiuskas se refiere. Para su proyecto final de carrera, la diseñadora ideó unas botas de agua capaces de plegarse. Aunque su intención inicial no fue exactamente esa: «Quería diseñar algo relacionado con el mundo de los zapatos. Observé lo que ocurría con las diferentes tipologías de calzado que había en el mercado. Sorprendentemente, las katiuskas no habían evolucionado demasiado desde sus orígenes. Ni en procesos, ni acabados, ni tan solo incorporando mejoras para solucionar aspectos relevantes».
Estel comprobó que los materiales utilizados para fabricar las actuales botas de agua eran prácticamente igual de pesados que los de las primeras de las que se tienen conocimiento. La experiencia para los usuarios de este tipo de calzado seguía siendo, por lo general, incómoda. «Siguen pareciendo un calzado demasiado grande y pesado para llevar en cualquier lugar».
La diseñadora tenía en mente un nuevo tipo de bota de agua, que pesase menos y ocupase menos espacio, de paso. Aunque la idea de hacerlas plegables le surgiría más tarde.
«Una tarde, en febrero de 2012, quedé atrapada en un momento de lluvia y tormenta. Andando por las calles observaba mi ropa completamente mojada y notaba cómo hasta mis calcetines estaban empapados de agua. Apenas llegaba a mi casa cuando observé una botella de agua aplastada. Me pareció interesante ver cómo un volumen puede quedar reducido a una quinta parte cuando se deja de utilizar el producto. En ese momento, me preguntaba por qué las katiuskas que estaba diseñando no podían reducir su tamaño igual que esa botella de agua».
Estel consiguió que sus botas se plegaran mediante un monomaterial reciclable, poliuretano termoplástico, que, además, según asegura, convierte a las botas en un producto sostenible. Además, añadió una banda flexible en la parte superior de la bota con su nombre: Sardines.
«El logotipo y el nombre siguen la relación entre objeto-agua y el hecho de que las botas queden extremadamente juntas y plegadas, como sardinas en lata. En el momento, cuando vi cómo quedaban las botas empaquetadas me vino la frase «estem com sardines»».
Las Sardines son personalizables. «Los usuarios pueden elegir entre una gran variedad de botas con colores vivos, y pueden combinar su elección con una diversidad de bandas flexibles que también varían en cuanto al material y el color».
Para Estel, la innovación de las botas reside en su concepto: «Han aparecido ya algunas botas con esta idea. La principal ventaja de las Sardines es el diseño específico para ser plegadas. Es decir, que no se trata de una bota existente que se le ha puesto un trozo de goma para que la puedas sujetar, sino que se han diseñado pensando ya en un material que tuviera memoria de forma para soportar bien el plegado e integrando los elementos para facilitar este juego lúdico de enrollar el objeto».
A los pocos meses de su concepción, el proyecto de Estel se exponía en el Disseny Hub Barcelona, y ganaba la Medalla de bronce ADI FAD 2013. También participó en la exposición del MID (Mercado Ideas Diseño) 2013 como proyecto seleccionado en el Museo Arts Santa Mònica de Barcelona y tuvo presencia en la Feria Internacional Fachpack de Nuremberg. La última experiencia fue en el Concurso Internacional DesignPreis Halle, donde las Sardines han sido galardonadas con un segundo premio. Estos días, el proyecto también han estado expuestas en la muestra del Stadtbad Halle.
El salto de prototipo a producto real está ya en marcha y Estel no desecha la idea de recurrir al crowdfunding. Asegura, además, que el feedback recibido hasta la fecha es más que positivo, sobre todo en mercados como el británico o el mexicano, donde algunas empresas ya se han interesado por las Sardines para incorporarlas en su catálogo. En Japón, asegura Estel, los colores vivos y el material flexible de las botas parece hacer calado. En España, Estel reconoce partir con algo de desventaja: «La cultura de llevar botas de agua está más arraigada en otras zonas, pero podría ser una buena manera de popularizar un producto funcional pero poco utilizado».
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