La mayor parte de los estudios y análisis sobre ciudades se centran en valoraciones humanistas. Pero esta forma de estudiar las grandes urbes se quedaba corta para el físico Geoffrey West cuando hace casi dos décadas decidió aplicar sus conocimientos científicos a la investigación de ciudades.
Como buen científico, echaba en falta una serie de teorías y leyes concretas para explicar su funcionamiento. No estaba interesado, según un artículo sobre su trabajo en The New York Times. «En las especulaciones de los arquitectos. Quería saber si era concebible desarrollar una teoría cuantificable y medible sobre las ciudades».
No tardó en encontrarla. En la última edición de TED Global, presentó al mundo una original forma de aplicar la física y la biología para analizar el funcionamiento de los centros urbanos. Decía que los algoritmos y leyes que rigen la naturaleza son las mismas que rigen la evolución y crecimiento de las ciudades. Todo, según piensa, es escalable. «Sencillas fórmulas matemáticas pueden ser utilizadas para predecir toda una serie de detalles sobre una ciudad desde la criminalidad y la actividad económica sin saber nada sobre ellas».
Para llegar a esta conclusión, West reunió un compendio interminable de datos sobre ciudades y dedicó dos años a estudiarlos. Analizó información tan variada como el número de gasolineras en una ciudad, el porcentaje de licenciados, el número total de cableado eléctrico, la cifra de asesinatos o la velocidad de sus peatones.
Apoyado por el también físico Luis Bettencourt, encontró que basándose únicamente en el tamaño de una ciudad, se puede determinar toda una serie de variables con unas sencillas ecuaciones. «Puedo coger estas leyes y hacer predicciones precisas sobre el número de crímenes violentos y la superficie de sus carreteras. No sé nada de esta ciudad ni de su historia, pero te puedo decir esto porque todas los fundamentos de las ciudades son iguales».
Sus conclusiones se sustentaron en un estudio que él mismo realizo en el año 1997 sobre el mundo animal. En el aquel entonces desarrolló una fórmula muy discutida sobre la eficiencia del mundo animal. «Un elefante es 10.000 veces más grande que el tamaño de un cobaya pero solo necesita 1.000 veces la energía que utiliza ese mismo animal».
Esto, de acuerdo con el científico, se traslada perfectamente a las ciudades. Las grandes urbes son como un elefante. Si una ciudad crece, no necesita el doble de gasolineras que una ciudad la mitad de grande. «Una de las cosas más increíbles de la vida es que todo es escalable. Una rata o un humano tienen una forma muy definida de crecer. Según el gráfico (foto arriba), si duplicas el tamaño del organismo, solo necesitas un 75% más de energía. Cuanto más grande eres, menos energía necesitas».
«Si aplicas esto a cualquier variable o a cualquier proceso fisiológico o a eventos históricos, surge una regularidad pasmosa. Me dices el tamaño de un mamífero y puedo decirte mucha información con una precisión del 90%».
Pero a la hora de analizar los factores socioeconómicos de una ciudad hay un importante cambio. El mayor tamaño se traduce en mayor productividad. «Cuanto más grande sea, menos energía necesita una ciudad. Pero en el terreno socioeconómico la cosa cambia. Cuanto más grande es una ciudad, habrá más patentes, más trabajadores, más crimen, más creativos y sueldos más altos, según los mismos cálculos».
¿Pero realmente los datos de una ciudad española pueden ser similares a una ciudad china, por ejemplo?
Según West, las similitudes son muy grandes y la cultura tiene poco que ver cuando realiza sus cálculos. «Entran factores mucho más alla de la cultura. Es el factor de la red. Las ciudades son las manifestaciones físicas de nosotros mismos».
A raíz de la enorme productividad que proporcionan las grandes metropolis del mundo, West las identifica como la mejor forma para garantizar nuestra existencia. En España, por ejemplo, un habitante de Madrid o Barcelona consume mucho menos energía que un habitante de la despoblada de Castilla Leon. Y si seguimos el modelo de este físico británico, cuanto más grande sean, más incrementa su eficiencia y productividad.
Aun así, West dice que puede que las ciudades no sean lo suficiente eficientes para mantener nuestro tren de vida teniendo en cuenta la enorme cantidad de energía que requiere. «Nuestras necesidades energéticas superan a la de una ballena azul. Todos sabemos que será imposible que 7.000 millones de ballenas azules convivan en este planeta».
¿Una posible solución?
«La innovación constante. Ya han incrementado la velocidad en que innovamos. Vamos a tener que innovar más veces y más rápido para sobrevivir. Si aprendemos a analizar mejor estos datos, comprenderemos realmente cómo funcionan las ciudades. Solo así podermos mejorarlas».
¿Se puede aplicar el modelo de West a una compañía?
Después de pasar años estudiando las ciudades, la última obsesión de West consiste en aplicar sus modelos matemáticos a las empresas. Tras analizar información sobre más de 23.000 empresas de EEUU que han cotizado en Bolsa, encontró una diferencia importante con las ciudades. Mientras que las zonas urbanas casi nunca mueren, la media de supervivencia de una compañía es de 40 a 50 años. A medida que contratan más trabajadores, ganan menos per capita, a diferencia de una ciudad. «El ciclo vital de una corporación es muy similar al de un ser humano. Tiene un crecimiento intenso y constante durante los primeros años de su existencia. Con el tiempo ese crecimiento empieza a estancarse y normalmente acaba con su muerte».
Esto no ocurre en las ciudades porque están fuera del alcance de la burocracia. Por mucho que uno quiera, las ciudades son prácticamente incontrolables. Ese caos es la que las hace generar esa energía imparable.
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Más información sobre las teorías de West: A Physicist Solves the City
Foto Portada: Craig reproducida bajo licencia CC
Foto Interior: jurvetson reproducida bajo licencia CC
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