La historia que cuenta Cristina Oñoro en Las que faltaban. Una historia diferente del mundo (Taurus, 2022) bien podría compararse con un tapiz en el que muchas mujeres se juntan para coser, hilo a hilo, puntada a puntada, el testimonio de su paso por el mundo.
Jane Austen, Cleopatra, Mary Wollstonecraft, Victoria Kent, Marie Curie, Sofonisba Anguissola, Rosa Park, Simone Weil, Malala Yousafzai, Malinche, Juana de Arco, Agnódice y Denny tejen sus historias con las de otras cuyos nombres no han pasado a la posteridad como el suyo, mujeres anónimas o menos conocidas que, como ellas, han contribuido a cambiar nuestra sociedad.
El resultado es un ensayo literario a modo de enorme y precioso patchwork que nos cuenta esa otra mitad de la historia que suele quedar silenciada, o cuando menos, contada parcialmente y desde una única perspectiva.
«Yo he evitado todo lo que he podido caer en la tentación de presentar a estas 13 mujeres como excepciones o presentarlas como individualidades fuera de norma», explica Oñoro sobre la elección de los personajes. «Lo que he tratado a lo largo de todo el libro es establecer una genealogía y que salieran otras muchas mujeres de las manos de las protagonistas. Algunas de estas otras mujeres que aparecen recorren todo el libro, como, por ejemplo, Virginia Woolf o Gloria Steinem, que nos van acompañando a lo largo de los capítulos».
Así, de la mano de Juana de Arco llegan las sufragistas; con Victoria Kent, la autora rescata la historia de las mujeres de la Residencia de Señoritas de Madrid.
«También he tratado de cubrir distintos momentos de la historia de la humanidad y ese ha sido, básicamente, mi criterio, asumiendo una parcialidad, porque el libro es una selección personal». Sin embargo, su intención, en la medida de lo posible, era abarcar todas las épocas, desde la prehistoria hasta la edad actual, y que aparecieran distintas profesiones, países y perfiles que contrastaran unos con otros para que el relato fuera lo más colorido posible.
Con el patrón del bordado hecho, había que empezar a coser, organizar todos los hilos que las madejas que colorearían el dibujo dejaban sueltos. Al tirar de ellos, Oñoro empezó a ser consciente de las maravillosas coincidencias que unían a unas mujeres con otras. Algunas de esas coincidencias se presentaban de forma muy evidente, pero otras muchas surgían de improviso.
[pullquote]«Tenemos que tener una mirada más amplia hacia la humanidad, no prescindiendo de la mitad de la población»[/pullquote]
«Y ha sido lo más apasionante de escribirlo, que vas encontrando esas coincidencias que te sirven para generar esa narración, pero esas coincidencias empiezan a ser muy significativas y ofrecen sentido dentro del libro».
Ahí es donde abandona su papel de historiadora de la literatura para dejar hacer a la escritora de ficción. De materiales históricos (una biografía, un documento…) elegía en qué elementos iba a concentrar su atención, de qué hilos iba a tirar, cuál iba a ser la llave que abriera la historia del personaje.
De la madeja de Cleopatra salió el hilo que la unía a su hija, Cleopatra Selene, olvidada por la historia, que la autora aprovechó para contar cómo a las hijas también nos roban la historia de nuestras madres y somos las cuidadoras de sus legados. O cómo un autobús era el nexo de unión entre las historias de Rosa Parks y de Malala.
«Más allá de lo anecdótico, también busco que en esas coincidencias haya un poco la filosofía del propio libro, porque el libro, a lo que apela, es a que debemos contar las historias con todas las partes que nos sea posible», especifica Cristina Oñoro.
«Tenemos que tener una mirada más amplia hacia la humanidad, no prescindiendo de la mitad de la población. Pero también eso significa que de un capítulo a otro puede haber una especie de eco que se va produciendo de capítulo en capítulo y que lo que viene es a recoger también las voces que vinieron antes. Es un recurso para que haya cohesión en el libro (esos elementos que se repiten y que aparecen también en la portada), pero también es una mirada a lo que está al lado, a lo que viene antes, como es recuperar esa idea de genealogía».
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HISTORIA CON PERSPECTIVA DE GÉNERO
En este bordado delicado, cercano y tan cargado de sororidad que cose Oñoro, lo sorprendente no son los personajes de los que habla, sino el punto de vista desde el que se sitúa para contar su historia.
«El libro lo que pretende es volver a contar sus historias, pero empleando piezas que faltan en los relatos que hemos contado sobre ellas. En lo que cambia mi historia es en el tipo de preguntas que trato de plantear, preguntas que vienen de la actualidad, de nuestra mirada de hoy sobre esos personajes. Por tanto, la mirada es desde la actualidad, desde el pensamiento feminista, desde los debates que hoy tenemos abiertos a propósito de las mujeres y del propio feminismo. Y también cambia en la medida en que intenta utilizar y prestar atención a los huecos, a los silencios, a las faltas que rodean a estos personajes».
En este aspecto, tanto el prólogo como la posdata del libro nos sitúan en el presente, lo que ayuda a contextualizar ese viaje por la historia de la humanidad.
El libro, pues, tiene una perspectiva de género, feminista, y se ayuda de ese pensamiento y de esa corriente en toda su amplitud y pluralidad para acercarse a esos personajes. Así, al cambiar la óptica y la visión, podemos contar otras historias. Y aquí lo hace recurriendo a la literatura (no en vano Cristina Oñoro es profesora de literatura en la Universidad Complutense de Madrid y especialista en filosofía) para alejar a esas figuras de la frialdad del dato histórico y documental, para humanizarlas.
[pullquote]«El libro pone mucho énfasis en la humanidad porque, de alguna forma, prescindir de la mitad de la población nos lleva a contar una única historia, con un único personaje protagonista y, además, basada en un concepto bastante heroico del pasado»[/pullquote]
«Aristóteles decía que la literatura es más filosófica que la historia porque no se queda en lo que ha ocurrido, en el dato, sino que imagina lo que debería o podría haber ocurrido. Yo intento también, en la medida de lo posible, emplear la imaginación y recursos que proceden de la literatura, como es el hecho de presentar a estos personajes como si fueran también parte de una trama. Introduzco algunos elementos que tienen un carácter narrativo para humanizarlo, para humanizar a estos personajes y que nos sirvan como ejemplo, en el buen sentido de la palabra, y que podamos aprender algo a través de conocer su historia».
«¿Por qué es necesario contar esta historia?», plantea Oñoro. «Porque, como se ve en el libro, no hay que hacer muchos esfuerzos para comprobar que hemos contado la historia de la humanidad prescindiendo de las mujeres y de otras muchas partes de la población; se han privilegiado ciertos relatos. Es importante contar otras historias porque la historia que obtenemos es una historia más completa, más humana, justamente, porque incorpora distintas visiones. El libro pone mucho énfasis en la humanidad porque, de alguna forma, prescindir de la mitad de la población nos lleva a contar una única historia, con un único personaje protagonista y, además, basada en un concepto bastante heroico del pasado».
Pero ese carácter literario no resta rigurosidad al ensayo. Al relato ficcionado de las vidas de estas 13 mujeres acompaña un extenso y concienzudo aparato crítico. Todo está rigurosamente documentado, dice, porque le viene de su «vena de profesora». «Me alegra mucho presentar algo que tiene la aspiración de llegar a un lector que no sea el académico. Hay un método del rigor, que se muestra al final del libro, y se pretende ofrecérselo al lector de una forma más divulgativa que le permita disfrutar de la parte más narrativa de todas esas historias».
Lo cierto, cuenta, es que muchas de ellas, por sí solas, tienen tal potencial novelesco que se podría pensar que son apócrifas o inventadas. Oñoro cita como ejemplos el encuentro de Sofonisba Anguissola, que entonces contaba con 96 años, con un veinteañero Van Dyck. O el de la filósofa Simone Weil con Troski en París. «Hay un montón de historias que son casi novelas en sí mismas», concluye la autora de Las que faltaban.
COSER ES COSA DE MUJERES O CÓMO DARLE LA VUELTA AL TÓPICO
Y así, puntada a puntada, el tapiz va tomando forma. Esa metáfora de la costura está presente en toda la obra, le da forma y sentido. «Hay estudios actuales que apuntan que la costura se ha empleado en muchas ocasiones como lenguaje subversivo, como una forma alternativa de hablar de las mujeres», explica Cristina Oñoro.
Sin embargo, no estaba previsto en el plan inicial jugar con esa imagen. La clave se la dio el personaje de Catherine Morland, protagonista de la novela de Jane Austen La abadía de Northanger. En un momento determinado, el personaje masculino comenta a la protagonista: «Yo le llevo a usted diez años. Cuando yo estaba en Oxford, usted era una niña buena bordando su bastidor en casa».
«Ese bastidor es el alfabeto. Esos alfabetos que han bordado siempre las mujeres como forma de practicar caligrafía. Me parecía muy potente la metáfora. Cómo, mientras los hombres estaban en Oxford, las mujeres tenían sus propias prácticas educativas, la costura. Tiré de ese hilo y me pareció muy interesante conectar esas costuras de las mujeres con el hecho de que Freud, en su famosa conferencia La feminidad, en los años 30, dijo que las mujeres no habían aportado a la historia de la humanidad ningún invento, excepto el arte de tejer y de trenzar. Pero eso que hacían las mujeres era para ocultar la falta».
Las mujeres han sido definidas como seres a los que les falta algo y que la costura venía a tapar esa falta. Para el padre del psicoanálisis, eso explicaría su interés y gusto por el vestido. «Por eso el libro empieza dándole la vuelta a esa historia y mostrando que las mujeres no han empleado la costura, el tejido, los bordados… para ocultar, sino más bien para hablar y tejer otras historias».
El tapiz está completo. Una puntada remata la labor. Es el turno de nuevas tejedoras de historias. Dejémoslas organizar los hilos.
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