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Creatividad

El viñetismo mutante de LeRaúl

Lo de LeRaúl es viñetismo imprevisible. Cada cuadro es una germinación de una especie diferente: «Que tengas que estar siempre repitiendo tu propio estilo es superaburrido, un coñazo», afirma este director creativo que, en su tiempo libre, se embosca en los márgenes del humor gráfico.

El fenotipo de sus creaciones varía dependiendo de la idea que expresen: «Lo que importa es de qué va la cosa, y mi estilo es lo que cuento, el cómo cuento cada cosa. Ese es mi rollo», afirma.

Hay más composición y diseño que trazo alzado: la imagen final se acerca más al cartelismo que al humor gráfico. Igual emplea dibujos suaves, redondeados, como de fábula, que tira de realismo, de surrealismo o de iconos simples. Lo mismo emplea fosforitos que sombras o pasteles.

«Tiene que ver con mi trabajo de director creativo en la rama de dirección de arte. El lenguaje va cambiando. Se trata de vender y con esto también te estoy vendiendo una idea, un concepto, una risa», explica LeRaúl.

Sus viñetas, desde hace años, han tenido hueco reservado en la revista mensual de Yorokobu en papel. Cuenta que ese espacio le facilitaba libertad plena: «En Yorokobu he hecho lo que he querido, y nunca me dijeron nada, solo una vez porque me faltaba una tilde».

Una página, unas veces descifrable con un golpe de vista y otras, con un significado más esquivo: «Intento hacerlo puñetero, y a veces no lo coge nadie y solo lo cojo yo», bromea.

«Al final lo que mola es que no sea un tartazo en la cara, sino que la gene piense, que haya que rascar un poquito en la olla para ver la maldad», explica. Cuenta que muchas veces, las propuestas contienen muchas capas de comprensión; incluso se puede interpretar una cosa y la contraria.

Algunas de esas capas son premeditadas, otras aparecen sin más: de pronto, lo felicitan por uno de sus trabajos atribuyéndole un sentido que él no había previsto, y él respeta que así sea, que el dibujo tome su camino. «Yo me sorprendo con los años encontrando significados nuevos cuando reviso las imágenes».

Algunas de sus viñetas exigen al lector un trabajo mental de rompecabezas. «Muchas veces el título es el link, la pieza del puzzle que falta. Es como cuando Sorolla pintó un cuadro de un pescador muerto y lo tituló Y aún dicen que el pescado es caro. Conocer el título cambia la perspectiva», reflexiona.

Las temáticas varían; últimamente apunta mucho contra la tecnología. Asume que lo hace desde la crítica y la autocrítica: «Es la enfermedad que padecemos todos». Enfoca sus composiciones también en lo sociológico, psicológico, económico o en lo político.

«Yo hago un humor muy político, pero sin ver políticos. No quiero dibujar a Pedro Sánchez ni a nadie jamás. Me parece muy evidente, e intento que valgan dentro de 10 años», señala. No cree en los protagonismos personificados al hacer viñetas, prefiere extrapolar, dejar la idea limpia.

Quizá por ello su relación con los medios no ha sido muy fructífera. Lo llamaron de un medio muy político. Parecía, cuenta, que la viñeta tenía que hacer gracia exclusivamente al director: «No duré un asalto, tuve que repetir tres veces la viñeta y dije que no podía ser; ¿hasta que le haga gracia a él?, así no va la cosa…», ríe.

Para Le Raúl, las viñetas son puro juego desde que se inició en ellas: «No ha sido mi curro ni lo es. Yo lo hacía porque me daba la gana; empecé haciendo blogs por divertirme». Y, quizá por eso, sus viñetas, en la forma, el lenguaje y en el contenido, parecen siempre insobornables.

Por Esteban Ordóñez Chillarón

Periodista en 'Yorokobu', 'CTXT', 'Ling' y 'Altaïr', entre otros. Caricaturista literario, cronista judicial. Le gustaría escribir como la sien derecha de Ignacio Aldecoa.

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