La próxima vez que viajes en tren o metro, prueba a dejar el móvil en el bolsillo. Puede que no pase nada, pero también está bien que a veces no pase nada. Los espacios en blanco son útiles para conceder un descanso a los sentidos, para disfrutar de un barbecho necesario que ayuda a acoger con más sensibilidad los siguientes estímulos.
Pero puede que sí pase algo. Que se te ocurra una idea, que veas algo curioso, que te cruces con otros ojos. O que te topes con uno de los «tuits de papel» que el proyecto #LevantaLaMirada está colocando en los vagones del metro de Madrid.
«Regálate una buena sesión de procrastinación. Instagramea, tuitea, pinea como loco; pero luego vuelve a intentarlo: aparta el teléfono, háblale a alguien, roba un instante, sé más curioso», propone María Jaimes, creadora de la iniciativa.
Desde la cuenta de Twitter @HumanosEnUnTren hace un llamamiento a la consciencia analógica y propone que todos aquellos que no se limitan a mirar sus pantallas durante sus trayectos en metro den señales de vida. «#LevantaLaMirada es algo simple: un póster con la silueta de un móvil y una frase en rojo —siempre en rojo— que te recuerda que se han invertido los papeles y ahora los aparatitos nos están manejando a todos», explica Jaimes. El miniproyecto habla con gracia del aislamiento «sin entrar en dramas ni sermones» y consiste en lo siguiente: si ves uno de esos pósteres, compártelo en las redes sociales como evidencia de que tú sí levantaste la mirada.
La respuesta a tan sencilla propuesta está siendo mejor de lo esperado: «recibo retuits de usuarios del metro que no renuncian a ponerle alma al trayecto, otros que completan los pósteres con frases propias…». Se trata de un proyecto personal sin fines de lucro que persigue el único objetivo de ayudar a reflexionar, aunque a su creadora le encantaría contar con «colaboradores y propuestas externas». E incluso, si se tercia, con el empuje de alguna marca que se sienta identificada con la idea, a pesar de que considera que la publicidad, el sector al que se dedica profesionalmente, «es como Madonna: vampiriza lo que puede ser tendencia y luego sigue su camino».
Por supuesto, hay muchos motivos válidos para usar el smartphone, e incluso hay formas elegantes de hacerlo para no incomodar a los que están alrededor. Pero ciertos comportamientos impensables hace unos años están hoy a la orden del día. «Lo extremo se está convirtiendo en lo común. Novios que no se hablan mientras textean sin parar, padres que distraen al niño que llora poniéndole una pantalla frente a los ojos, pausas para hacerle sesiones de fotos al menú… Mi caso extremo favorito son esas personas que pueden llegar a escribir cientos de tuits semanales documentando todo lo intrascendente que les pasa día a día. Weirdos!»
Son muchos ya los artículos, estudios, informes y parodias que se han hecho sobre este tema. «Encuentro iniciativas que se quedan anémicas ante la evidencia. Artículos, viñetas irónicas, memes, etc. Sé que algo debería pasar, pero levantar la mirada conlleva muchas pérdidas económicas».
Con el phubbing (el uso de dispositivos móviles en presencia de otras personas) pasa algo curioso: cada uno lo justifica en su caso creyendo que sus motivos sí son válidos, pero lo ve inadmisible en los demás. La solución, a juicio de Jaimes, pasaría por un «autocontrol utópico»: que cada uno se diera cuenta de cuándo ya se ha pasado de la raya y vive por su dispositivo móvil. La venezolana considera que esta solución es utópica porque «el menos común de los sentidos es el sentido común», así que ponerlo como única barrera, visto lo visto, sería lo mismo que no poner barrera alguna. Pero tampoco se puede prohibir, porque «lo prohibido se vuelve doblemente deseable».
Así que solo queda «aceptar esta debilidad y hacer entre todos un propósito de moderación». Que cada cual haga análisis de conciencia y llegue a sus propias conclusiones. Siempre y cuando esté de acuerdo en que la excesiva atención a las pantallitas hace que el ser humano se deje cosas importantes por el camino. Si no lo cree así, bien puede seguir chateando «desde el fondo del mar… o mientras duerme».
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