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¿Cuántos significados tiene la lluvia?

Se despidió de todos con un beso y salió por la puerta con su troley azul por todo equipaje. Dentro, desde el balcón del salón, su madre miraba cómo se alejaba calle abajo en dirección al metro. Llovía. Las gotas de agua mojaban sin orden el cristal del ventanal. Empezaba así el primer día del resto de sus vidas. Y el de ella estaba empapado de nostalgia y de un pasado que se escurría sin ruido por los cristales del mirador.

La lluvia tiene ese tono melancólico y lacio que nos pone tristes cuando la vemos aparecer. Quizá el gris de sus nubes o la languidez de su caída tengan que ver con esa tendencia a la melancolía.

Y sin embargo, cuánta vida albergan sus gotas. Cuánto de renovación, de revitalización en su esencia.

«Tiene que llover a cántaros», cantaban los jóvenes revolucionarios del 68 para cambiar el mundo. Debe de ser que no llovió todo lo necesario, y que de aquellos polvos, estos lodos. Pero qué bien entendieron el mensaje del agua caída del cielo: limpiemos los adoquines por si fuera verdad que debajo de ellos está la arena de la playa.

A la lluvia le han cantado poetas. Ha inspirado canciones, ha creado modas, ha despertado la fe de los más escépticos en forma de novena, haciendo desfilar vírgenes y santos por los campos áridos pidiéndoles agua. Sin lluvia, sin agua los árboles mueren. Y mueren los charcos y los ríos. Y morimos todos, secos y ásperos.

Si llueve, parece que el alma se nos encoge un poco. No es miedo, sino algo así como un gesto friolero que nuestro ánimo hiciera para intentar conservar el calor ovillándose sobre sí mismo. Da miedo el agua cuando no sabemos bien si nos va a limpiar o solo nos mojará. Aterra cuando cae sin control y lo inunda todo. Qué peor castigo pudo inventar Dios para renovar su creación que enviar un diluvio a modo de borrón y cuenta nueva.

[pullquote class=»right»]La lluvia tiene ese tono melancólico y lacio que nos pone tristes cuando la vemos aparecer[/pullquote]

La lluvia acompaña cuando la escuchamos golpear los cristales del dormitorio. Nos mece su canción rítmica, ininterrumpida y suave ayudándonos a coger el sueño. Y nos regala el aroma a tierra mojada, a pura vida, para que sepamos que nada acaba para siempre, que todo se transforma, que nada muere si ella está allí.

¡Qué hermosa la lluvia como metáfora! La invocamos para que se lleve nuestro dolor, para que borre nuestros errores, para que traiga lágrimas a nuestros ojos cuando se secan. Y cómo nos molesta cuando la sacamos del campo poético. Qué incordio cuando nos obliga a cargar con paraguas o con capuchas, cuando paraliza nuestro tráfico, cuando mancha nuestro coche recién lavado, cuando nos obliga a encerrarnos en casa porque no deja de caer despótica y cruel, carcelera implacable. Así que nos volvemos niños una vez más y esperamos impacientes a que amaine, vigilando nerviosos desde las ventanas, esperando ansiosos para salir a jugar al jardín.

La lluvia es erótica cuando la vemos mojar el cuerpo de la persona amada. Juega con la ropa ciñéndola a las curvas y recovecos del cuerpo que deseamos poseer, que deseamos tocar, que deseamos abrazar. Nos regala divertida la silueta que alimenta y da alas a nuestro deseo. Abrillanta los labios que invitan a ser besados. Nos cala de sensualidad incluso aunque no nos sintamos bellos.

Y qué cruel, sin embargo, cuando en lugar de dibujarlos encorva los cuerpos de los que no tienen nada, de los que todo lo perdieron y viven en la calle. A su pobreza y a su miseria los rubrica con un sello de agua implacable. La lluvia como marca maldita de la mayor de las desolaciones en los abrigos sucios de los desheredados.

Lluvia como amenaza. Lluvia como esperanza. Y en el fondo, detrás de tanta literatura y de tanto simbolismo, la lluvia no es más que un fenómeno atmosférico que nos recuerda lo frágiles o poderosos que podemos llegar a ser.

Al abrir la puerta del portal, se detuvo un momento y miró hacia el cielo. El agua se dibujaba brillante a la luz de la farola de la esquina. Tranquilo, yo te cubro, parecía decirle. Se subió el cuello del abrigo, abrió el paraguas, y agarrando la maleta salió con decisión a la calle sin querer mirar hacia el balcón de su casa donde, estaba seguro, vería a su madre observándole detrás de los visillos. Hoy era el día. Pero la lluvia que caía sin parar, lejos de molestarle, le alentaba a seguir andando, como si ella sola bastara para despejar de dudas el camino que ahora empezaba.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

5 respuestas a «¿Cuántos significados tiene la lluvia?»

Relamente me puse a buscar y no encontraba nada en relacion a la lluvia. Pero lo que encontre aca es fantastico. Perfecto. Gracias.

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