No es fácil plasmar la inmensa energía de Lola Flores en un dibujo. No es fácil captar la fuerza de sus movimientos, la intensidad de su mirada. Tampoco es sencillo hacer que un dibujo suene, que cuando lo contemples, escuches los quejíos y el rasgueo de las guitarras. Que respires flamenco a través de los ojos. Pero que no sea fácil no significa que sea imposible.
Sete González lo ha hecho. Quizá él juega con ventaja, porque el flamenco es una de sus grandes pasiones. Y claro, cuando lo has mamado, cuando las bulerías, los fandangos y las soleares fluyen por tu sangre, lo complicado es no dejar salir esa energía y dejarla impregnada en tus ilustraciones.
«Al final, la técnica es lo de menos. Aunque suelo trabajar en arte digital, lo importante es el corazón que pongas en ello. Y hablando de flamenco, quizás exige algo más de respeto a la hora de crear, sobre todo. El flamenco transmite muchas emociones: alegría, pena, dolor, llanto … y hay que tratar de captarlas, sentirlas, vivirlas, y así poder reflejarlas», explica el ilustrador madrileño.
Apenas han pasado dos años desde que publicó la biografía ilustrada de la Faraona (Lola Flores. El arte de vivir. Lunwerg, 2021), pero la enormidad de su figura sigue intacta en su imaginario. «Seguramente hoy la dibujaría de la misma manera, que es como la recuerdo desde chico. Eso no ha cambiado con el tiempo; quizás la admiro más».
A González se le nota lo mucho que se divierte dibujando a la folclórica. Basta comprobar el detalle que pone al recrear las manos de la cantante, sus poses al bailar, sus ojos, sus estilismos… «Lola es un personaje muy divertido y singular a la hora de dibujar. Es un regalo para un ilustrador que, a su vez, es aficionado al arte flamenco».
Y para reforzar la intensidad de su figura, igual que ocurre con sus retratos de Camarón o de diversos cantaores que aparecen en la campaña de publicidad que creó para una marca de vino, el color es fundamental. «En toda mi obra el color es muy importante, quizás por ello es más reconocible mi trabajo», confirma.
«Me gusta jugar con paletas de colores monocromáticos y complementar con otros para conseguir el impacto visual que busco. A veces dos colores que se complementan bien es suficiente para ello».
Aunque intenta no intoxicarse demasiado con los «típicos tópicos» cuando dibuja, sí cae en ellos a la hora de encontrar la inspiración, como comenta con humor. «Bueno, quizás también es un típico tópico, pero la verdad es que me inspiro de todo lo que me rodea, de la actualidad, de la música, de la naturaleza, de la vida. Pero, sobre todo, me inspira la paz y la tranquilidad; el canto de los pajaritos por las mañanas. “¡¡Su hijo se distrae con facilidad!!”, les decían a mis padres cuando era pequeño», se ríe al recordar.
«Para mí, todos los días son iguales y de trabajo, tenga o no encargos. Ahora vivo en medio del bosque; me levanto tranquilamente, paseo a mis perros y hasta pasado un buen rato no arranco la moto, me acuesto tarde», explica su rutina Sete González.
«Después del café y un par de pitis entro en el estudio, pongo música o radio y trabajo en lo que toca ese día. Si estoy con un encargo, soy bastante disciplinado y mis ocho horas de dibujo o color no me las quita nadie. Si no tengo encargos, me los pongo yo».
La cuestión es no parar, dejarse llevar por esa misma energía del personaje que dibuja, de la música flamenca que escucha y que ilustra. «Si paras, pierdes, por eso intento llevar una rutina diaria de trabajo».
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