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Los 100 objetos de IKEA que Vinçon hubiera querido vender

Tras casi 75 años abierta, Vinçon, la tienda de diseño más emblemática de Barcelona, cerró en 2015 y dejó un enorme vacío en el ecosistema del diseño catalán y español. Abierta en los años 20 del pasado siglo como un negocio de importación de porcelana fina, es a finales de los 60 cuando, bajo la dirección de Juan y Fernando Amat, se convirtió en una de las tiendas más singulares de la ciudad.

A partir de entonces, y en una Barcelona en plena efervescencia cultural, los hermanos comenzaron a vender productos de diseño internacional que seleccionaban basándose únicamente en su intuición y su gusto personal, con una sensibilidad casi comisarial.

La propuesta fue un éxito y la tienda se convirtió en un factor clave para la eclosión del diseño barcelonés. Especialmente tras la creación de La Sala Vinçon, el primer espacio de Barcelona donde se hablaba de diseño como cultura cuando aún no existía en Barcelona ninguna institución que promocionara el sector. Esta sala llegó a organizar hasta 316 exposiciones con acceso siempre gratuito.

Es por todo esto que el Ayuntamiento de Barcelona ha querido reconocer la importancia del establecimiento primero con la edición del libro Vinçon. 1929-2015, que recoge su trayectoria, y ahora a través de la exposición 100 objetos de IKEA que nos hubiese gustado tener en VINÇON. El germen parte de una idea original de Fernando Amat, que propuso hacer, junto a su sobrino Sergi Amat, una selección de 100 objetos de la marca sueca que les hubiese gustado tener en su tienda, como un guiño a IKEA.

Posteriormente, el arquitecto y diseñador Juli Capella asumió el proyecto como comisario y desarrolló la idea inicial, creando no solo esta selección, sino un juego de espejos entre las dos marcas. Dos referentes que han marcado las últimas décadas del diseño y que, pese a las evidentes diferencias de escala, también presentan algunas semejanzas.

Capella confiesa que lo que más le atrajo del proyecto fue su «fina y descarnada ironía. Porque precisamente Ikea había sido, junto a la turistificación y la venta online, el detonante del fin de Vinçon. Lo cual demuestra el talante de Fernando Amat, a quien le importaba, además de ser botiguer, disfrutar mercadeando con los objetos bien hechos. Ni siquiera hablaba de diseño, palabra que, en los años 70, se encontró por el camino en su búsqueda de objetos honestos. La exposición también es un tributo y un agradecimiento a él por todo lo que le ha dado al mundo del diseño», explica.

Fernando Amat asegura que está muy feliz con el resultado de la exposición y de que su idea se haya hecho realidad. «Cuando cedimos el archivo de Vinçon al museo, me propusieron hacer una exposición sobre la historia del negocio. Lo pensé, pero eso me daba cierta vergüenza y pereza. No me divertía. Sin embargo, recordé esta propuesta que me rondaba hacía años por la cabeza, seleccionar mis favoritos del catálogo de IKEA. La idea al principio no gustó a IKEA España. Pero fuimos a Älmhult, la sede central de esa compañía en Suecia, lo explicamos y todo comenzó a fluir. Ya han pasado casi diez años desde que Vinçon cerró y esta muestra ha sido como hacerle una despedida pública que agradezco».

A la hora de crear el montaje de la exposición, Capella confiesa que hizo un poco de trampa. «Buscamos hacer una comparativa entre ambas marcas, como un juego de espejos. Pero es imposible, porque son dos conceptos con dimensiones y objetivos muy diferentes. Uno local, mediterráneo, y otro escandinavo y global. Pero quizás la gracia es ver las similitudes: vendían ambos una amplia gama de objetos, casi 10.000, para todos los públicos, con buen diseño. Y nacieron en el siglo pasado, ambos con fundadores de gran personalidad, Amat e Ingvar Kamprad. En IKEA prevalecía más la responsabilidad ecológica y el precio bajo, y en Vinçon, la sensualidad y cierta frescura creativa».

Por otro lado, respetando al máximo el deseo de Amat, en la exposición se muestran los 100 objetos de IKEA seleccionados, y que constituyen el núcleo central de la exposición. Están colgados en una pared blanca circular, en una especie de perfomance artística, con un montaje de MAIO arquitectos.

Capella espera que las personas que se acerquen a la exposición se lo pasen bien y aprendan un poco más sobre el diseño que nos rodea y que esto los convierta en usuarios (no meros consumidores) más concienciados. «Comprar cosas domésticas es algo que a todos nos toca hacer muchas veces en la vida. En la exposición puedes aprender a hacerlo con mejor criterio para ti y para el planeta», afirma el diseñador.

«Pero, si además conseguimos que el visitante sienta un vínculo con la historia barcelonesa de la era pionera del diseño, genial. Porque un museo público como el Dhub, además de debate y crítica, también debe ocuparse de hacer historia y de cuidar el patrimonio local. Me gustaría que los visitantes se sientan orgullosos de la creatividad barcelonesa que ha sido y es realmente excepcional».

Por Juanjo Villalba

Juanjo Villalba es escritor y traductor. Puedes seguirle en @juanjovillalba

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