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Los jóvenes dan la espalda al coche

El preciado automóvil, símbolo de la independencia y el progreso durante el siglo 20, pierde fuelle entre los jóvenes. No es algo nuevo pero siguen apareciendo estudios que revelan que cada vez tienen menos interés en ser propietarios de un coche. El más reciente, realizado en EEUU por Frontier Group y PIRG, es inequívoco. «La media de kilómetros conducidos por jóvenes entre 16 y 34 años ha disminuido en un 23% en la última década», comparado con una disminución del 6% durante el mismo periodo en toda la población estadounidense.

Las razones que han llevado a los estadounidenses (y especialmente los menores de 34 años) a disminuir el uso del coche son variadas. De primeras está el incremento del precio de la gasolina que afecta a todo el mundo. Para un europeo acostumbrado a pagar precios altos por combustible, desembolsar 4 dólares (3 euros) por 1 galón de gasolina (3,78 litros) puede parecer un chollo.

Pero en EEUU es mucho dinero teniendo en cuenta el mayor tamaño de sus coches y que en 2004 el precio medio estaba en torno a 1,89 dólares. También encuentran que los veinteañeros cada vez tienen más deudas cuando acaban la universidad. Muchos acaban volviendo a casa durante más tiempo que antes. Sin olvidar, además, la crisis financiera de los últimos años, que dificulta conseguir empleo.

Asunto zanjado entonces. Es lógico que bajen las ventas en época de depresión económica y subidas generalizadas de precios.

Pues no. La realidad es más compleja y no solo tiene que ver con factores económicos. El estudio encontró que jóvenes provenientes de hogares con ingresos anuales superiores a los 70.000 dólares incrementaron su uso de transporte público en un 100% y bicicleta, en un 122%. Es decir, aquellos menos afectados por la crisis también están dando la espalda al coche.

Internet es otro factor a tener en cuenta. Un estudio realizado por la Universidad de Michigan concluyó que los lugares donde existe mayor penetración de la Red disminuye el porcentaje de personas por debajo de los 30 con carnet de conducir.

Un artículo del Wall Street Journal publicado a principios de enero ahonda en este hecho. «Cada vez hay menos adolescentes que se sacan el carnet de conducir y muchos veinteañeros no muestran intenciones de querer comprarse un coche. Optan por quedarse en casa más tiempo, utilizar redes sociales para conectar con sus amigos y mudarse a ciudades grandes donde ser propietario de un coche no es imprescindible para moverse». El artículo arroja un dato más que confirma está tendencia: menos de un tercio de estadounidenses con 16 años tenía un carnet de conducir en 2008 comparado con casi la mitad hace 25 años.

Esta apatía generalizada supone un gran reto para las marcas de automóviles. «Tienen un problema a la hora de diseñar coches para jóvenes compradores: a muchos de sus clientes potenciales les importa un comino ser propietarios o no de un vehículo», sentencia el artículo del Wall Street Journal.

«El nuevo símbolo de la independencia ya no es el coche»

Quien dice esta frase no es un activista probici ni un departamento de marketing que fabrica tranvías. Son palabras de Sheryl Connelly, directora de tendencias globales de Ford, en declaraciones a la BBC el pasado marzo.

Una muestra de que los fabricantes de coche son muy conscientes de esta tendencia. «El nuevo símbolo de independencia, la compra icónica, ya no es el coche sino el móvil. Y con él compiten las tabletas, las consolas y los portátiles», explicó Connelly. En el mismo artículo se hace referencia a un estudio de Gartner que encontró que el 46% de los encuestados entre 18 y 24 años prefieren tener acceso a internet que su propio coche.

Compañías como Chevrolet y Toyota están invirtiendo mucho tiempo y dinero para intentar darle la vuelta a esta tendencia sin demasiado éxito. Ford apuesta por llegar a acuerdos con empresas de alquiler temporal como Zipcar para ofrecer nuevas fórmulas compartidas a estudiantes. Otros prefieren confiar en el futuro. «Antes o después necesitarán un coche».

Para analizar lo que significan estos cambios no hace falta hacer una labor de futurología. Los fabricantes japoneses llevan años enfrentados al desinterés de la población más joven. En 2009 se vendieron 4,86 millones de vehículos comparado con los 7,78 millones de 1990 (el mayor periodo de prosperidad jamás vivido por el país).

El 80% de sus habitantes viven en las ciudades. Tienen acceso a transporte público de calidad y muestran más interés por los gadgets. El coche ya no es un símbolo de estatus. Muchos lo consideran una herramienta prescindible. Los videojuegos de esta temática, en cambio, siguen aumentando sus ventas. Los que optan por comprar demandan vehículos más ecológicos que consumen poco. Mengua el interés por coches más deportivos, según Kotaku.

¿Qué sucede en el resto del mundo industrializado?

Según un estudio de la Universidad de Michigan, el número de jóvenes que conducen cae en Suecia, Noruega, Reino Unido, Canadá, Japón, Corea del Sur y Alemania. En el país germano el número de hogares sin coche subió de 20% en 1998 a 28% en 2008.

En países como Finlandia, Israel, Holanda, Suiza, España, Letonia y Polonia se produce un incremento. Aunque el estudio es de 2011, los datos usados son de 2008 y 2009, a excepción de Letonia.

Sin tener acceso a datos más recientes de España, con un paro juvenil tan alto, es difícil imaginar que otros factores sean tan determinantes como éste a la hora de disuadir la compra de coches entre personas menores de 34 años. Teniendo en cuenta que el mercado general sufre su peor año desde 1993, es algo que afecta a todas las franjas de edad.

¿Qué significan estos cambios a nivel global?

– El impacto de esta tendencia va mucho más allá de la industria automovilística. Según los autores del estudio de Frontier Group, debe obligar a replantear las inversiones en infraestructuras. «Históricamente, el gobierno federal y local ha realizado inversiones masivas para incrementar la capacidad de las autopistas con el supuesto de que el número de conductores seguirá aumentando a un ritmo constante». Esto no puede ser la política adecuada de cara al futuro, defienden, porque el automóvil tendrá una menor influencia. Los gobiernos deberán tener más en cuenta la proporción equitativa de viajeros en distintos transportes y asignar el dinero acorde a ello.

– Teniendo en cuenta que India, China y Brasil suman más del doble de la población de EEUU y Europa juntas, muchos fabricantes apostarán fuerte por estos mercados para sufragar las pérdidas en otros países. Pero a la larga estos países tendrán que buscar otras opciones para complementar este medio de transporte. En el caso de China ha supuesto una inversión gigantesca en trenes de alta velocidad.

– Se abre un mundo de oportunidades para desarrollar nuevos modelos de transporte. Las bicis seguirán incrementado su influencia. Las bicis eléctricas también (en China se estima que se vendieron más de 25 millones de este tipo en 2011). Fórmulas como el polémico Transmilenio o el Guangzhou Bus Rapid Transit que opera líneas de autobús con una frecuencia similar a un metro en carriles reservados solo para ellos pueden ser una solución. No requieren hacer túneles y se pueden desplegar más rápidamente que un metro tradicional.

– Las marcas de coches tendrán que adaptar su oferta a este nuevo público. ¿Empezarán a diseñar coches concebidos para compartir? Además de los servicios de car sharing proliferarán nuevos tipos de modelos de venta? ¿Se producirán más compras a medias? ¿Comprar un coche entre 4 personas?

– Modelos de alquiler temporal y car sharing tendrán más influencia. Ejemplos como Zipcar lo confirman.

– La población cada vez será más urbana. En países industrializados eso significa irremediablemente que la necesidad de tener un coche baja debido a las opciones de transporte que ofrecen las ciudades.

– La mayor apuesta por el teletrabajo también reducirá previsiblemente el volumen de transporte de civiles.

– Algunas ciudades buscarán opciones más radicales como la apuesta de Copenhague, donde casi la mitad de la población utiliza la bicicleta a diario para ir a trabajar. Es una ciudad con una estrategia «post-coche».

– Muchos fabricantes seguramente recobrarán algo de terreno perdido cuando se recupere la economía en Occidente (si es que se recupera algún día). Pero es improbable que una creciente riqueza consiga volver a la normalidad. Después de muchos años sin coches, muchos se acostumbrarán a llevar una vida sin ellos. El factor cultural y de conciencia ecológica cuenta más que el poder adquisitivo en mucho casos.

– Hay un último punto que no ha recibido mucha atención pero merece ser tenido en cuenta. Los países occidentales (con algunas excepciones) avanzan hacia mayor temporalidad y precariedad en los trabajos para los jóvenes. El mundo es más incierto y es difícil hacer planes de futuro. En este panorama impulsado por las empresas y gobiernos es muy difícil que alguien se gaste dinero en un coche aun queriéndolo, con menos de 30 años.

Volvemos al dilema planteado por el artículo de The New York Times sobre el efecto de la deslocalización de la industria sobre el ciudadano medio estadounidense y el mundo occidental en general. A pesar de que muchas empresas están ganando más dinero que nunca fabricando en Asia, esto no se está traduciendo en un incremento de empleos en su lugar de origen.

Se generan trabajos en nuevas economías como el desarrollo de aplicaciones pero se han perdido millones de trabajos en la industria con el consecuente efecto sobre la clase media. La obsesión por abaratar e incrementar beneficios acaba con tu mercado natural. Si desaparece la clase media inevitablemente acabará disminuyendo las ventas de coche. Los coches de lujo, en cambio, son otra historia.

Imágenes: Beautiful Life

 

Por Marcus Hurst

Marcus Hurst es Cofundador de Yorokobu y Redactor Jefe de Ling Magazine. Puedes seguirle en @marcushurst

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