Hubo una época en la que los azulejos reinaban en Madrid. No solo revestían las paredes de las cocinas particulares, también curaban enfermos en los hospitales y servían de reclamo en las fachadas de los negocios más castizos. Pero un día, no se sabe bien cuándo ni por qué, perdieron su glamur y desaparecieron casi totalmente de las calles para quedar encerrados, una vez más, en el interior de las casas.
Hasta hoy. Un mural de 170 metros cuadrados, más de 30 de ancho y casi cinco metros de altura vuelve a dar protagonismo al azulejo en la madrileña Gran Vía. Se trata de una intervención artística en la fachada del Palacio de la Música creada por Los Bravú para La Casa Encendida, un centro cultural y de arte que pertenece a la Fundación Montemadrid.
Los Bravú, el dúo de artistas multidisciplinar que forman Dea Gómez y Diego Omil, han reproducido en este mural una alegoría sobre la cultura y el medio ambiente. Para hacer el dibujo, han combinado técnicas que van desde el rotulador a la acuarela.
«Nosotros trabajamos muchas veces entre la tradición y la modernidad, y nos parecía una cosa muy bonita recuperar el azulejo», explica Dea Gómez. «Además, somos un poco frikis del azulejo portugués, nos gusta mucho. Hasta hace poco, vivíamos al sur de Galicia y tenemos mucha relación con Portugal. Y, además, era una manera de homenajear al típico azulejo madrileño, que antes lo había muchísimo y se ha ido perdiendo un montón. Nos parecía una cosa noble que no disturbaba mucho la Gran Vía. Queda integrado y, a la vez, la nobleza del azulejo le quedaba bien al edificio».
«Nos propusimos que no se viera a la primera. Que veas que es un mural, que entiendas las figuras, pero que vayas descubriendo las ideas que sugerimos», añade su compañero Diego Omil. «Sugerimos el discurso, más que dejarlo muy evidente, para que la gente conecte las ideas e incluso deje volar un poco su imaginación».
El mayor desafío que este mural supuso para los dos creadores fueron sus proporciones. Tuvieron que fotografiar el edificio para tener en cuenta la escala y comprobar hasta qué punto las figuras que iban reproduciendo eran demasiado grandes o demasiado pequeñas. También debían controlar que el brillo del azulejo y la intensidad del color no hicieran que se perdieran ciertos elementos. «En ese sentido, estamos muy contentos con el nivel de reproducción, cómo han quedado los niveles de opacidad y las texturas», afirma Omil.
El mural está dividido en tres partes que juegan, a su vez, con los tres elementos que identifican la actividad y la filosofía de La Casa Encendida. En una de ellas puede verse reflejada la arcada del edificio del Palacio de la Música y que ahora está escondida tras el mural. «El momento ruinas», como lo describe Diego Omil, que les sirve para crear contraste entre la figura masculina en ruinas y las figuras de las mujeres, más vivas, más activas. «Incluso como una nueva masculinidad naciente dentro de una naturaleza triunfante y una idea de medio ambiente, de ecología, que se plantea también desde La Casa Encendida y desde una sociedad moderna, todo integrado con el arte y la cultura», aclara el diseñador.
En el mural, que estará ubicado allí hasta que empiecen las obras de rehabilitación del edificio, que se convertirá en un nuevo foco cultural de la ciudad, muestra unos códigos QR que conectan con La Casa On, la plataforma digital de La Casa Encendida. Desde allí se ofrecen gratuitamente música, recomendaciones culturales, vídeos sobre ecología y ciudadanía, charlas inspiradoras sobre temáticas sociales e inclusivas, podcast de La Casa Encendida Radio y actividades infantiles producidas por La Casa Encendida y disponibles online.