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Relatos ortográficos: Ni dos, ni cuatro ni veinte, los puntos suspensivos son tres

Que fueran tres amantes los que vivieran juntos en aquella urbanización tan rara no era algo que extrañanara ni molestara a los vecinos de aquel curioso trío, así que nunca se vieron en la necesidad de esconder su relación poliamorosa ante miradas puritanas. Las relaciones sentimentales entre los habitantes de aquellos pisos a los que se habían mudado los tres amantes eran tan abiertas o más que la suya. Suponían una manera como otra cualquiera de entender el mundo y el amor.

Pero siempre había quien no comprendía que, aunque tres no son siempre multitud, eso no significaba que aquellos nuevos vecinos tan rechonchos, tan redondos y tan simpáticos estuvieran abiertos a participar en orgías donde follar todos con todos con la excusa de pedirse sal, como tampoco a limitar su capacidad amatoria a insípidas relaciones binarias, de las de agujero en la sábana y encomienda a Dios.

La primera vez que les propusieron una follada comunitaria declinaron amablemente la invitación. «No, gracias, nos bastamos los tres», respondieron amablemente. «No pasa nada», pensaron los vecinos, «aún no tienen confianza». Pero cuando continuaron rechazando todas las propuestas que les llegaban y que implicaban añadir a alguien más a su trío inicial, o eliminar a alguno de ellos de la ecuación, empezaron a llegarles las críticas y los comentarios a sus espaldas.

Que si eran unos orgullosos, que si eran frígidos, que si eran unos clasistas por no juntarse con la plebe, que si puritanos y terfs… Por criticar, que no quedara, ya que se había abierto la veda. Y a pesar del temporal de maledicencia, a los tres puntos poliamorosos les dio igual. Su relación estaba sólidamente asentada como para que les afectaran los chismes de unos vecinos que ni les iban ni les venían. ¡Allá ellos si no eran capaces de entender que el tres era su número ideal!

Quedémonos con ese dato final bien amarrado a la retina y a las entendederas, el tres, y respetemos la esencia del trío sentimental que los puntos suspensivos forman en esto que llamamos signos ortográficos. TRES. Ni dos, ni cuatro ni veinte. TRES. Sin embargo, mira que nos empeñamos a veces en meter y meter puntos a cascoporro, como si por ello consiguiéramos enfatizar el mensaje.

Los puntos suspensivos se usan en español para indicar que falta algo para completar lo que queremos decir, o como dice la RAE en su Ortografía de la lengua española, «señalan una suspensión o una omisión». Y eso puede deberse a nuestra intención de crear intriga, de demostrar nuestra duda ante algo o que, simplemente, no queremos terminar una frase bien porque se sobreentienda, o bien porque no tenemos el teclado para farolillos ese día y no nos apetece escribir, yo qué sé. Sea por lo que sea, es importante recordar algunas cosillas:

– Que son solo tres.

– Que se escriben pegados a la palabra que los precede.

– Que si necesitas poner una coma, un signo de cierre de interrogación, etc. detrás de ellos, también va pegado al trío.

– Y que si cierran enunciado, la siguiente palabra irá en mayúsculas (Y si no viniera… No, mejor no pensarlo). Pero si no lo cierran, la minúscula es la mejor opción (Estoy pensando que… menudo rollo que me estás largando).

¡Ah!, y que son tres. ¡TRES! No sé si lo había dicho ya…

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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