¿Qué hace que un fotógrafo se convierta en narrador de cuanto le rodea? ¿La destreza a la hora de manejar una cámara? ¿El buen ojo para saber en qué momento justo disparar para capturar una escena? ¿O quizá una mirada curiosa y abierta al mundo?
En Louis Stettner (Nueva York, 1922 – París, 2016) se conjugan esas tres premisas y un interés social que le llevaba a querer mostrar a las personas corrientes que nunca serían protagonistas de una portada en una revista. Trabajadores y trabajadoras que viajan en metro, que madrugan, que sudan y que no pueden disimular su cansancio al final del día. Gente real, auténtica, a la que este fotógrafo neoyorquino quiso presentar con toda la dignidad que merecían, al margen de su condición social, a menudo precaria.
LA FOTOGRAFÍA SOCIAL COMO MODELO
A los 13 años le regalaron su primera cámara. El interés por la fotografía le llevó a hacerse asiduo del Metropolitan Museum of Art, donde conoció la revista Camera Work. El joven Stettner descubriría en ella a fotógrafos como Alfred Stieglitz, Clarence H. White y Paul Strand, precursores de la llamada fotografía directa. Era aquel un movimiento que reivindicaba el papel de la fotografía como medio artístico —a la misma altura que la pintura y la escultura— sin preparar o intervenir el tema que se fuera a representar en las imágenes.
Las fotos se tomaban en exteriores e interiores con breves tiempos de exposición y se huía de forzar la pose del retratado. A Stettner aquellas fotografías le impresionaron tanto que quiso seguir un camino parecido.
Las primeras imágenes del Stettner adolescente se centraban en personas corrientes haciendo cosas corrientes, como charlar en la calle o comprar un café en alguno de los locales de Nueva York. La realidad tal y como se mostraba, esa era la ambición del joven fotógrafo, siguiendo la estela de aquellos modelos.
Esto le llevó a entrar en contacto con la Photo League, un grupo de fotógrafos idealistas que compartían la creencia en el poder expresivo de la fotografía documental y en su afinidad ideológica por las ideas socialistas. El grupo permaneció activo desde 1936 hasta 1951, cuando empezó a ser acosado por el macartismo, y a él pertenecieron fotógrafos como Sid Grossman, Edward Weston, Weegee, Lewis Hine y Aaron Siskind, conocido por su trabajo sobre el barrio neoyorquino de Harlem. Stettner fue contratado en la Photo League con 22 años, convirtiéndose en el profesor más joven de la asociación.
Junto a la concepción de la fotografía como instrumento de cambio social que había aprendido de sus compañeros en la Photo League, en la obra del neoyorquino también influyeron sus lecturas de filósofos como Platón y Karl Marx. Pero el autor que más huella dejó en él fue el poeta Walt Whitman. Con él compartió la creencia de que era posible encontrar belleza en las cosas más cotidianas y comunes.
«La fe de Whitman en sus semejantes, su comprensión del ciclo completo de la vida y la muerte y su cosmovisión me han resultado contagiosas. […] Celebra a los hombres y mujeres y no tiene miedo, que es quizá una de las razones por las que nunca he dejado de fotografiar en las calles, dondequiera que haya seres humanos», dijo el fotógrafo una vez.
Con el ser humano como protagonista y con la fotografía social como hilo conductor, la obra de Louis Stettner abarcó múltiples temas, desde entornos urbanitas semidesiertos a bulliciosas escenas en el metro de Nueva York, pasando por la rutina de trabajadores y obreros en su jornada laboral o los paisajes montañosos de los Aplilles franceses, en su última época.
EL SER HUMANO Y SU ENTORNO
La vida marcó el paso de la fotografía de Louis Stettner. Con 18 años, se enroló en el ejercito como fotógrafo de guerra en el Pacífico durante la II Guerra Mundial. Aquella experiencia condicionó fuertemente su concepción de la vida: una firme confianza en el ser humano, aspecto que estaría ya presente en toda su fotografía. Sin embargo, su interés en mostrar a las personas en su cotidianeidad seguía vivo en él.
También le marcó fuertemente su estancia durante cinco años en el París de la posguerra. Las fotos de este periodo, hechas con una cámara de gran formato, están tomadas de madrugada, retratando un París vacío que transmite melancolía, una imagen muy diferente de la que retrataron otros fotógrafos de la época como Robert Doisneau. En la capital francesa, Louis Stettner conoció a Brassaï, a quien consideró su maestro y con quien entabló una relación de amistad que perduró a lo largo de los años, y quedó impactado por la obra de Henri Cartier-Bresson.
Pero junto a la fotografía urbana, Stettner también se sintió atraído por los entornos rurales y las personas que los habitaban. Familias en la playa, niños jugando en plazas y calles, gente caminando, pescadores en plena faena…
El ser humano y su entorno como protagonistas absolutos para mostrar que, a pesar de las diferencias raciales y culturales, los sufrimientos, los esfuerzos, la dignidad eran las mismas. Un compromiso político que le acompañó toda la vida y que le llevó a protestar contra la guerra de Vietnam y a apoyar el movimiento de los Panteras Negras en los años 70.
De esa época son sus visitas a fábricas de Estados Unidos, Francia, Inglaterra y la Unión Soviética para fotografiar a sus trabajadores. El objetivo siempre era el mismo: celebrar su humanidad, dignificarlos pero sin glorificarlos. En estas fotos la cámara extrae al protagonista de su entorno industrial, le aleja de las máquinas que maneja. Solo importan ellos, aunque dejando claro el entorno en el que se mueven.
Junto a su trabajo como fotógrafo el neoyorquino compaginó otras facetas como la enseñanza, la escritura sobre fotografía, la pintura y la escultura. Incluso tuvo tiempo para dedicarse a investigar sobre su propio trabajo. Al final de su carrera, dejó el blanco y negro que había sido su marca personal y lo cambió por el color.
De ahí nació su serie Manhattan Pastoral, que realizó durante sus veraneos en la ciudad de Nueva York, así como un proyecto con una cámara de gran formato en el macizo de los Alpilles, en la Provenza francesa. El artista murió en París el 13 de octubre de 2016 tras el cierre de su exposición Ici ailleurs, en el Centro Pompidou.
Hasta el 27 de agosto, la Fundación Mapfre ofrece la primera exposición sobre su figura en su sede de Madrid.