Mad Men: dioses del Olimpo

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Cuando uno ha visto ya un puñado de episodios de Mad Men tiene la sensación de haber encontrado una imitación de los dioses griegos. Los griegos crearon dioses imperfectos a imagen y semejanza de los mortales. Dioses adúlteros, ladrones, mentirosos, crueles sin motivo, víctimas de las bajas pasiones, ególatras. Dioses demasiado humanos. Ningún dios griego podría ser tomado como un ejemplo a seguir.

Si recordamos las series de televisión del siglo XX, nos damos cuenta de que los protagonistas actúan y piensan según la moral y las costumbres sociales. Observamos que entre La casa de la pradera y Mad Men hay una fosa moral: aquella familia del oeste, bienintencionada y sin dobleces, es la antítesis a los jefes y empleados de la agencia Sterling Cooper. Los espectadores de La casa de la pradera hubieran visto como una tragedia que el papá tuviera una amante. Hoy, muchos espectadores de Mad Men consideran que Don Draper es un modelo a seguir.

Con el siglo XXI llegan los protagonistas con claroscuros y ética dudosa. Y entre todas estas nuevas series, Mad Men es la que llega más lejos a la hora de mostrar conductas reprobables por la moral convencional. Los gánsteres que ordenan muertes sin pestañear se ganan la simpatía del público mostrando amor a su familia. Sin embargo, la mayoría de los protagonistas de Mad Men son presentados como malos padres, malos esposos, malos hermanos… Como si subir hasta el Monte Olimpo de la publicidad significara renegar de la familia, y dedicarse a la intriga y el engaño.

Roger Sterling sintetiza esta carrera de ratas así: “La publicidad compite con la abogacía en maldad”. Lo curioso es que estos hombres y mujeres, que no querríamos tener como parejas o amigos, se han convertido en iconos sociales. Muchas mujeres adoran a Don Draper —que no a Jon Hamm, el actor que lo interpreta— y muchos hombres quisieran imitarlo: cobrar una bonita cantidad de dinero por cuatro palabras en el momento preciso, y no dejar pasar las oportunidades de llevarse a la cama a toda mujer. Por todo esto, el atractivo que ejerce Mad Men puede ser equiparado al que ejercieron los dioses para los griegos. La diferencia entre Zeus y un mortal es que el primero era inmortal y tomaba néctar de ambrosía, mientras que los mortales acababan en el Hades.

A poco que nos fijemos, podemos descubrir que los personajes de Mad Men comparten con los dioses griegos virtudes, vicios y dramas.

Donald Draper es Apolo con su físico imponente, su don para seducir con las palabras a los hombres y a las mujeres, y la capacidad para adelantarse a los acontecimientos. Apolo tuvo como amantes a ninfas, musas y mortales, a las que tomaba para abandonarlas poco después, por eso el lobo es uno de los símbolos de Apolo.

Bert Cooper mantiene el orden en la agencia de publicidad igual que Zeus en el Olimpo. Parece ajeno a lo que sucede a su alrededor, pero sus ojos y sus oídos están en todas partes, y no duda en utilizar la información para conseguir sus propósitos (como un rayo divino que parte en dos). Pero a diferencia de Zeus, Cooper es un dios castrado.

Roger Sterling ha sufrido infartos en sus juergas con las jovencitas, las bacantes de Dionisio, pero no se plantea dejar el alcohol ni los placeres carnales. Es un dios que se niega a envejecer, y que mira la vida con excepticismo y cinismo. Es evidente que para este dios sólo existe el placer y el momento.

Afrodita para los griegos, Venus para los romanos, era tan hermosa como infeliz en su matrimonio, como Joan Holloway con el suyo. La diosa del Olimpo y la jefa de secretarias son inteligentes y manipuladoras, y maestras de la seducción de las menos afortunadas con su belleza. Pero ambas, la diosa y la mortal, esconden un corazón vulnerable tras el portentoso físico.

A diferencia de Atenea, que rechazó a sus pretendientes, Peggy Olson se deja seducir y seduce. Pero entre la mujer y la diosa hay más coincidencias que diferencias: ambas tienen ojos inquietos e inteligentes y rasgos serenos. Atenea lucha contra gigantes, y Peggy contra los hombres y los prejucios. Atenea consigue con sabiduría un puesto en el Consejo de los dioses, mientras que Peggy gana la confianza de los mandamases de la agencia.

Pete Campbell nunca llegará a ser un dios, por mucho empeño que ponga en ello, como Tántalo que pretendía reírse de los dioses y robarles la ambrosía para ser una divinidad. Pete Campbell y Tántalo son arribistas, rastreros y arrogantes, y la arrogancia siempre es castigada por los dioses. La pena de Tántalo es permanecer atrapado en un lago, y no alcanzar la fruta de los árboles.

Javier Meléndez Martín

Soy guionista desde 1998. He trabajado en producciones de ficción y programas para Canal Sur, ETB y TV3. Co-escribí el largometraje para televisión Violetas (Violetes), una película para Televisió de Catalunya, Canal Sur Televisión y Canal 9. (2009).Violetas consiguió dos premios y dos menciones. Imparto talleres de guion desde 2010.  Ahora, en Portal del escritor. Puedes leer mi blog La solución elegante (recomendado por la Universidad Carlos III de Madrid para estudiantes de guion). Puedes seguir las actualizaciones del blog en Facebook y en Twitter.

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