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Los magos del tatuaje

De su mano izquierda siempre resaltaba el número 18. Un tatuaje que le costó dos horas y el cual mostró durante casi 20 años con orgullo. En la derecha, un ataúd, que le recordaba a los compañeros que fallecieron durante la guerra. Una guerra entre las dos pandillas con mayor presencia en Honduras: el Barrio 18 y la Mara Salvatrucha. Hasta hace tres años, Scrappy presumía de aquellas marcas en la piel que lo definieron como miembro del Barrio 18. Los tenía por todo el cuerpo: pecho, piernas, brazos y espalda. El 18 marcó su vida desde que era un joven y decidió unirse a la pandilla para vengar la muerte de su tío. Ahora, esas huellas han empezado a borrarse.

Hoy luce dos cicatrices gigantes del tamaño del torso de su mano. En el cuello, otra más. Después de cinco cirugías, Scrappy ha empezado a borrar su pasado. A salir de la pandilla y olvidar todo lo relacionado con ella.

El trabajo es sencillo pero doloroso. Hasta ahora, ha pasado por cinco doloras cirugías en las que un láser empieza a hacer desaparecer los trazos negros del 18 en su pecho, el barco que navegaba en su abdomen y los nombres de sus compañeros de pandilla que se leían en sus brazos. Su cuerpo es ahora una mezcla de cirugías y colores.

«Transformar números en tribales y ataúdes en barcos piratas» es como German Andino, que ha escrito sobre este fenómeno en su blog, describe el trabajo de estos tatuadores callejeros en Honduras, El Salvador, Guatemala y Nicaragua, que hoy en día se dedican a esconder los tatuajes de ex pandilleros y quieren olvidar lo que representan esas marcas en su piel. Ya sea con agujas de coser, con alambres o un teléfono descompuesto, estos hombres logran invertir un trabajo que durante décadas ha sido signo de distinción y rivalidad entre la Mara Salvatrucha y el Barrio 18, que dominan Centroamérica.

En algunos casos como el de Scrappy la tendencia es desaparecerlos por completo, lo cual es un proceso doloroso y bastante caro, pero que puede llegar a salvar la vida de una persona o evitarle la cárcel.

Con la ley antimaras en Honduras, implementada por el gobierno hondureño en 2003, cualquier persona con tatuajes podía ser detenida por su posible relación con la pandilla. Esto provocó una persecución a los mareros, que hoy en día han dejado de tatuarse. Scrappy vivió esto en varias ocasiones. “Tener tatuajes implicaba no poder seguir con mi vida. No me daban entrevistas de trabajo, la gente me discriminaba en la calle. Si de verdad quería salir de la pandilla tenía que demostrarlo y por eso recurrí a una clínica que ayuda a ex pandilleros que quieren rehabilitarse”, comenta el hondureño. Su tratamiento es gratuito, ya que una ONG que trabaja con este tipo de personas, lo apoya en el proceso.

Pero cada vez abundan más tatuadores callejeros que son una especie de magos del cuerpo, capaces de transformar esqueletos gigantes en sirenas o apenas dejar marca tras desaparecer jeroglíficos del tamaño de la espalda.

En otros lugares como Nicaragua, se han empezado campañas a través de la Iglesia –uno de los sectores que más ayudan a los ex miembros de pandillas a rehabilitarse— para borrar tatuajes y empezar una nueva vida.

Es el caso de Luis Fernando Arbelaez, de la Iglesia de Santo Domingo, quien además de sacerdote es removedor de tatuajes. Hace dos años que puso en marcha el programa Adiós Tatuajes y con el cual, el mismo se dedica a retirar las marcas de aquellos que se lo piden.

De manera gratuita, Arbelaezutiliza una luz infrarroja y desarrolla todo el proceso. A veces provoca quemaduras de segundo grado, que tiene que ir curando cada semana a sus “pacientes”. Se ha convertido en una alternativa para aquellos, que desesperados por borrar sus tatuajes, incluso llegan a la autoflagelación y han recurrido al papel de lija, al ácido de la batería de un coche o a una plancha caliente. Todo sea por la libertad.

Por Alejandra S. Inzunza

Alejandra S. Inzunza es periodista de ruta. Desde hace un año recorre Latinoamérica en un VW del 2003, en busca de buenas historias. Puedes leer más sobre su viaje en www.dromomanos.com y seguirlo en @dromomanos.

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