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Traductor simultáneo: Mamadísimo ya no describe tu estado de embriaguez, ‘boomer’

Si escuchas a tu hija exclamar sin complejos que está mamadísima, tranqui, no salgas corriendo a por el café con sal. No está confesando su estado de embriaguez, sino exaltando su fortaleza física. Sin embargo, no es ese el primer significado con el que llegó a su vocabulario.

Para entender cómo hemos pasado del mamado boomer (borracho o fácil según el contexto) al mamadísimo de los Z, tenemos que viajar al otro lado del Atlántico. En países como México, Guatemala y Honduras, una persona mamada es una persona musculada. Los (y las) cachas de toda la vida, de esos que lucen tableta y son carne de gimnasio, a las que aspiramos a parecernos cuando metemos barriga y a las que despreciamos profundamente como fruto de la envidia más cochina. En resumen, el ideal de belleza que nos han metido a tornillo allá donde posemos la mirada.

mamadísimo

Una vez más, se produjo un flujo migratorio desde América hasta a España a través de redes sociales como YouTube, Twitch y TikTok. Pero aquí subió un peldaño en la escala de intensidad y sus nuevos hablantes prefieren emplearla en superlativo. Ya no se está mamado, se está mamadísimo, hablemos con propiedad.

También navegaba en los mares gamer para expresar lo difícil que era el juego en cuestión (según explica mi adolescente favorita, a la que recuerdo que está castigada sin jugar hasta su jubilación por lo que ella sabe), aunque en otras partes he leído que significa todo lo contrario. Un juego mamadísimo es tremendamente fácil.

Y como la lengua es un ente vivo y va cambiando de piel, ahora los más jóvenes relacionan mamadísimo/a con fuerza física, independientemente de si se tienen músculos desarrollados o no. Y con lo bonito (bonitísimo, si seguimos la escala) en general, aunque en menor medida. Eso sí, lo que no falla es su característica pronunciación: con todo el acento en la primera i y alargando la s hasta el infinito y más allá para convertir ese superlativo en el sumun de lo que sea.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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