Nuestro cerebro está preparado para que podamos comunicarnos con palabras, pero ¿cómo llegan estas a él? ¿Y cómo las almacena? ¿Cómo adquirimos el léxico que nos ocupa toda la vida? ¿Y qué ocurre cuando perdemos esas palabras? De tratar de dar respuesta a estas preguntas se encarga la psicolingüística.
Mamen Horno es profesora de Lingüística General en la Universidad de Zaragoza y licenciada en Psicología, entre otras muchas cosas. Su último ensayo se titula Un cerebro lleno de palabras (Plataforma Editorial, 2024) y en él nos invita a pensar en todas esas cuestiones como «un modo extraordinario de reflexionar sobre nuestra misma naturaleza». Con ella hemos hablado de lenguaje, del poder sanador de las palabras, del efecto analgésico y calmante de las palabrotas y de la gran necesidad que tenemos como humanos de ser nombrados y visibilizados.
¿El lenguaje nos hace humanos o es la palabra?
La palabra no sería palabra si no hubiera lenguaje detrás. Una palabra, para mí, es un signo, como puede ser un semáforo en rojo —es decir, un significante y un significado—, pero que tiene un enganche gramatical, que es el que lo une al lenguaje humano. Eso es lo que hace que una palabra sea algo más: que tenga categoría, que tenga restricciones de uso, que tenga combinatoria…
El lenguaje sin palabras no existe, pero la palabra es palabra en virtud de su capacidad de ser usada por el lenguaje.
¿Está nuestro cerebro configurado por el lenguaje, le da forma? ¿O es al revés?
El cerebro humano tiene un origen evolutivo en cerebros anteriores que no tienen lenguaje humano, es decir, no tienen la capacidad de hacer oraciones de relativo, de hacer anáforas, de concordancia y ese tipo de cosas.
Nuestro cerebro, en un momento determinado de la evolución, sufrió un cambio en el que aparece la conciencia y el neocórtex. Es en ese momento en el que creemos que los sistemas de comunicación que tuvieran se convierten en otra cosa diferente, que es el lenguaje humano articulado.
Gracias a que el cerebro consiguió tener esta capacidad de computación, que no es otra cosa de lo que estamos hablando —computar un número ingente de signos que ya no se podía computar de forma lineal, que ya se tenía que computar de otra manera, y que se empezó a organizar de forma binaria, recursiva, endocéntrica, sintáctica…— es lo que nos ha permitido llegar a la teoría de la relatividad. Quiero decir, sin lenguaje humano articulado, sería muy difícil poder llegar a estos extremos de la física o de la filosofía.
Entonces, ¿antes del lenguaje el cerebro era humano? No lo sé. Nosotros los lingüistas, que barremos mucho para adentro, pensamos que el ser humano es humano, como característica de especie, en el momento en que adquiere esa capacidad computacional suficiente como para aprender y usar lenguas humanas jerárquicas, recursivas y binarias.
Me sorprende mucho eso de que el vocabulario es estructurado, no lineal, jerárquico.
Más que jerárquico, es una red. Podríamos decir que es una jerarquía en el sentido de que hay algunas palabras que son más accesibles que otras. En ese sentido sí, porque, digamos, nos llegan a la mente con más facilidad y están como encima de las demás. Pero no en el sentido clásico de una jerarquía de elementos, porque sería más bien en 3D; sería como una red en la que las palabras se vinculan unas a otras en virtud de muchos criterios.
Dices que la sintaxis humana es jerárquica. Si el lenguaje fuera lineal, ¿hablaríamos igual?
No, claro, no. Si el lenguaje fuera lineal, nosotros seríamos chimpancés. Lo que han conseguido los etólogos en laboratorio con grandes simios, con primates no humanos, que se comuniquen a través de signos o a través de tarjetitas, nos ha enseñado que ellos tienen una sintaxis lineal. Y esto es increíble, porque esto es una sintaxis muy sofisticada, con papeles temáticos, con un valor semántico a las posiciones, etc., pero es lineal.
Procesan palabra por palabra, y en cada posición le dan un valor. Sin embargo, el chiste tonto que hacemos todos en Twitter con la frase «Unas botas de piel de niño», eso no lo podría entender un primate no humano, porque ellos no hacen jerarquía, y por lo tanto, no pueden hacer dos estructuras con una única linealidad.
Nosotros, con una única linealidad, hacemos dos estructuras, dos interpretaciones: en una, la piel es de las botas y en otra la piel es la del niño. Esta es la diferencia entre un lenguaje lineal y un lenguaje jerárquico.
Explicas muy bien cómo adquirimos el lenguaje. Dices: «Aprendemos nuevas palabras mientras hacemos cosas». Tal y como yo lo entiendo, tú, al escribir, sabes qué significa “escribir”. O ves un boli, y como lo estás viendo, sabes lo que es. Pero me resulta más alucinante que seamos capaces de entender cuestiones mucho más intangibles como amar o calor. A mí eso me parece alucinante.
Sí, en realidad es alucinante también aprender la palabra boli, porque ¿qué es un boli? ¿Un boli es algo azul y alargado? ¿Un boli es algo que huele bien?, ¿es cualquier cosa que me sirve para escribir? Cualquier adquisición del léxico es absolutamente increíble o inexplicable si partiéramos de una tábula rasa.
Si nosotros tuviéramos un robot y tuviéramos que prepararlo para aprender las definiciones ostensivas («Mira, cariño, eso es un boli»), la cantidad de hipótesis que podía hacer ese robot lógicas es de n tendiendo a infinito: todo lo que tenga plástico, todo lo que sea azul, todo lo que sirva para escribir, todo lo que…
Y, luego, generalizar. Porque nosotros no aprendemos una palabra para un objeto, aprendemos una palabra para un concepto y creamos ese concepto. Es imposible entender cómo se aprende el léxico si no partimos de que hay determinados rasgos semánticos, determinada información, que nuestro cerebro ya reconoce como información de especie que es relevante. Estos rasgos universales que son importantes van a ser +/- mamífero, +/- ser vivo, o elemento funcional… ese tipo de cosas. Entonces, no hay palabras para todo aquello que sea azul, o no hay palabras para objetos que huelan mal.
La única explicación que tenemos para entender cómo se produce la adquisición del léxico, todo el léxico —sobre todo, claro está, aquellos que son más ambiguos, pero todo el léxico, en realidad— es que nuestro cerebro tenga información, o sea, que tenga la capacidad de hacer conceptos y sepa qué rasgos son relevantes para nuestra configuración del mundo. No podemos partir de cero, es imposible.
Afirmas que nuestro cerebro está preparado para ser multilingüe, y que cuanto antes se exponga un niño a una segunda lengua, mejor la aprenderá. Y esto me lleva a hablar de lengua materna. ¿Qué podemos entender por lengua materna y por qué dices que no tenerla puede afectar al desarrollo de una persona?
Una persona puede tener más de una lengua materna, pero para que una lengua sea tu lengua materna tiene que cumplir unas determinadas condiciones. Normalmente, tu lengua materna está en tu input y es muy temprano; estás expuesto a esta lengua materna ya en tu proceso intrauterino.
También tiene que ser una lengua de acceso frecuente y de producción frecuente. Tu lengua materna es una lengua con la que puedas interactuar y con la que tengas una relación diaria. Y esta lengua materna tiene también una parte habitualmente emocional, de relaciones humanas.
No necesariamente de la familia, porque, por ejemplo, si tu familia es una familia migrante, en casa puedes estar hablando una lengua y en la guardería estás hablando otra, y las dos son tu lengua materna. Porque con las dos has establecido estas relaciones emocionales de entorno. A mí me gusta decir que es un cicerone porque es el que te enseña un poco lo que es el mundo. ¿Somos capaces de entender el mundo sin lengua materna? Sí, pero no de la misma manera.
El mundo es muy confuso, tiene un montón de estímulos, y las lenguas lo que te permiten es focalizar la atención en unas cosas frente a otras. Y también a ver la vida desde una determinada perspectiva. Hay algunas lenguas en las que hay determinadas estructuras sintácticas que te permiten entender. Por ejemplo, la construcción ‘Se me ha roto el vaso’. No existe en inglés. Indica algo así como que no ha sido intencional, pero soy responsable.
Los hablantes que tenemos como lengua materna el español y que tenemos esta estructura le damos mucha importancia a si los eventos se hacen con intención o no, mucha más importancia que hablantes de lengua materna inglesa, que no le dan tanta importancia a la intención, sino que le dan más importancia al efecto. Por eso no son solo las palabras, también las estructuras sintácticas son las que nos hacen enfocarnos en una determinada cosa o en otra.
Los nombres son la puerta hacia el conocimiento. Y realzas la importancia de nombrar y la relación que estableces con el lenguaje inclusivo y la visibilización. No sé si es una manera de justificar por qué existe esta inquietud hacia nombrar, que no es tanto —como bien explicas— buscar palabras como profesorado, en las que estás incluida como mujer, pero no estás visibilizada.
Claro, porque podría haber profesorado si no existieran las mujeres o si las mujeres no estuviéramos dentro de ese colectivo. ¿Hasta qué punto te visibiliza algo que podría darse sin ti?
Yo no lo hago por justificar porque, de hecho, no soy muy partidaria de estas guías de lenguaje inclusivo. Es más, he escrito en contra de alguna de esas guías porque me parece que proponen algunas soluciones que lo único que hacen es complicarnos la vida como hablantes.
Lo que sí me parece muy bueno es lo que ha pasado, porque ha agitado, y ahora todos tenemos este tema en las reuniones sociales, etc. Esa parte de las guías me parece muy interesante. No me parece interesante que no haya habido un trabajo previo psicolingüístico de qué cosas ayudan a la visibilización y qué cosas no. Y esto, por un lado, es responsabilidad nuestra, que hemos llegado tarde, y por otro lado de los políticos, que han puesto esto en la agenda sin contar con un estudio científico serio previo.
No lo hago por justificar, sino porque realmente creo que es muy importante para la salud mental de las personas que se les reconozca. Mira, nosotros somos primates, y como todo primate, necesitamos que el grupo nos reconozca, nos quiera, nos acepte; sentirnos integrados. Y para eso necesitamos que nos nombren con nuestro nombre. Necesitamos estar simbólicamente.
El reconocimiento del grupo es preciso para la salud mental, porque cuando no te reconocen, empiezas a somatizar: puedes tener ansiedad, dermatitis… Es un asunto serio. Creo que la visibilización es un acto casi de salud pública; que la gente se sienta incluida en el grupo, que no haga falta que seas otra cosa para estar dentro del grupo. Eso es muy importante.
Claro, por eso dices que las palabras tienen un poder sanador, aunque también pueden ser dañinas. Al hilo de esto, hablas también de las palabras tabú (las palabrotas) y su efecto calmante. Puede que alguien interprete que se hace apología del taco, pero es verdad que resulta fascinante entender el efecto relajante de un insulto o de un taco. Y de lo necesarias que son estas palabras también.
Es todo lo contrario de una apología de la palabrota, porque cuando se dicen muchas palabrotas, el efecto desaparece. Hay que usarlas como los analgésicos, solo cuando sea necesario.
Y luego está el tema de las mujeres mayores de 50 años con dolor crónico, que tienen cierto rechazo social por decir palabrotas. Deja que una mujer mayor con dolor crónico las diga, porque tienen un efecto analgésico. Pero, en cambio, ahí está otra vez el estereotipo y el prejuicio de que una mujer mayor no debe decirlas.
Me llama la atención que sean palabras que aprendemos muy rápido y que sean las últimas que olvidamos.
Yo creo que tiene que ver con la vinculación tan fuerte que hay entre lo emocional y el aprendizaje, que va mucho más allá del lenguaje. Es esto que dicen los psicopedagogos de que se aprende con emoción. Y como estas son palabras emocionales, fundamentalmente emocionales —no tienen otra cosa, no tienen denotación, tienen emoción—, por eso creo que el aprendizaje es tan robusto.
En redes sociales y bajo la etiqueta #Twitter para lingüistas recopilas casos de ambigüedad. ¿Por qué somos capaces de entender a qué significado está haciendo alusión ciertas expresiones?
Nuestro cerebro funciona a dos velocidades. Por un lado, está la parte declarativa, que es consciente, con la que tomas decisiones y eres consciente de lo que haces; y por otro lado está la parte procedimental, automática, que te permite coger un boli sin que tengas que pensar en cuánta fuerza tienes que usar. El lenguaje, sobre todo la parte sintáctica, funciona en automático.
Pasar lo automático a la conciencia es un proceso muy interesante, porque lo automático, como es inconsciente, tiene un peligro. Como va a ser muy importante para la forma que vas a tener tú de ver el mundo, la forma en la que hablas, tu lenguaje, la sintaxis, las metáforas que uses…, todo eso te va a restringir qué tipo de elementos es a los que vas a prestar atención. Y te va a restringir también qué cosas puedes pensar o qué ideas puedes tener fuera de la caja, etc. Si lo dejamos siempre en automático, vamos a estar limitadicos.
El hecho de pasar toda esta información lingüística al consciente, nos hace reírnos de las ambigüedades, pero también de enfadarnos cuando dicen «Un joven de 30 años con una mujer de 18». ¿Por qué joven a los 30 y mujer a los 18?, te tiene que enfadar. El hacer consciente lo inconsciente creo que nos hace ciudadanos más críticos y mejor preparados para ser ciudadanos de pleno derecho en la sociedad democrática. Necesitamos poner en duda las cosas y tener en cuenta distintos enfoques y entender el mundo de una manera más compleja porque tenemos que votar.
Una respuesta a «Mamen Horno: «La visibilización en el lenguaje es un acto de salud pública»»
How did the human brain develop in relation to language abilities?
Regard Telkom University