Hubo una época en que las máquinas de escribir presidían los escritorios de cualquier despacho, oficina u hogar respetable. Entonces llegó la rebelión de las computadoras y las nuevas máquinas desterraron a las antiguas al anticuario. Su identidad funcional trasmutó en identidad decorativa engalanada de nostalgia y se fueron oxidando. Incluso sus cartuchos de tinta se convirtieron en especie en extinción. Pero claro, siempre hay algún loco suelto o artista que disfruta otorgando otras identidades a los objetos que alguna vez perdieron la suya, de paso evidenciando el transcurrir del tiempo y provocando cositas profundas en los demás. Escultores, pintores, escritores, ilustradores… estos son algunos artistas que han rescatado del desguace a la máquina de escribir para darle un nuevo propósito y también, por qué no, escribir una nueva historia con ella.
Jeremy Mayer
Los monjes tibetanos elaboran mandalas con bolitas, los monjes japoneses rastrillan cuidadosamente la arena de sus jardines y Jeremy Mayer conforma esculturas humanas a tamaño real a partir de piezas de máquinas de escribir. Como describe en su web, este autodidacta norteamericano recoge las máquinas de mercadillos, anticuarios, tiendas vintage o de la misma calle. Sus amigos también le regalan muchas. En su taller las desarma, almacena las piezas por colores, tamaños, funciones, etc. y las reensambla de nuevo. No suelda ni pega los engranajes ni utiliza maquinaria. Con las herramientas más básicas reacopla todas las piezas de manera simétrica y con precisión anatómica creando estos impresionantes modelos humanos a tamaño real. Todo un trabajo de paciencia.
Paul Smith nació en 1921 y desde muy pequeño desarrolló una parálisis cerebral severa que le imposibilitaba moverse, hablar, comer por sus propios medios y otras tareas básicas. Pero Paul no se rindió y, aunque los médicos le pronosticaron una vida corta, a los 16 años aprendió a caminar y a los 32 a hablar. Mientras tanto, y ante la incapacidad para expresar sus emociones mediante el lenguaje o el gesto fluido, Paul encontró un medio extraordinario para comunicarse con el mundo, la máquina de escribir. Utilizando las teclas superiores, es decir, los signos – !, @, #, %, ^, _, (, &, ) –, el denominado ‘artista de la máquina de escribir’ confeccionó a lo largo de 70 décadas innumerables composiciones extraordinarias.
Esta artista británica le cogió el gusto a la máquina de escribir cuando cursaba primero de Bellas Artes en Bristol. Como Paul Smith, encontró en las teclas un aliado perfecto para confeccionar retratos, figuras y paisajes y se lanzó a la calle a practicar su arte. De vocación pintora, el éxito que le ha proporcionado esta técnica tan original ha hecho que de momento posponga la pintura. Durante sus performances, ya sea en eventos o en la calle, Keira se viste de la época de su máquina de escribir. Según reza en su Facebook, su sueño es recorrer el mundo con su máquina dibujando personas y lugares a lo largo del camino.
Poeta y artista conceptual, este norteamericano está considerado uno de los precursores del street writing contemporáneo y es el creador de Poem Store (Tienda de Poemas). Esta iniciativa consiste en plantarse en la calle con una máquina de escribir e improvisar poesías personalizadas a los viandantes a cambio de una donación. Zach ha vivido de ello en San Francisco cerca de 7 años e incluso ha llevado la performance a museos y galerías de arte. Actualmente se plantea cómo innovar otros campos artísticos de la misma manera que hizo con la poesía.
Si Zach es la semilla original de este movimiento en Estados Unidos, este grupo de escritores itinerantes son su expresión más comercial. The haiku guys se especializan en dos cosas: haikus y fiestas. Poetry at parties reza su lema. Comenzaron su andadura también en la calle, en Brooklyn, y dada la brevedad de su formato, proliferaron en su hábitat más natural: los eventos. Estos neoyorquinos tienen mucha labia, llevan corbatas y pajaritas llamativas y disparan con sus teclas sobre el papel muy, pero que muy rápido.
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