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Marcel Lisboa: De pegar fotos de rockeros en los libros a crear nuevos mundos

Lo que a Marcel Lisboa le gustaba de pequeño era el rock. Y destrozar revistas. Cubrir sus libros escolares con sus bandas favoritas se convirtió en una afición que derivó en sus primeros collages. Como sus libros, las paredes de su habitación se convirtieron en el soporte primigenio de sus obras, abarrotados como estaban de pósters de bandas de rock. «No es el mismo proceso que el collage, pero creo que el sentimiento de cortar la revista, pegarla y organizarlo todo en la pared fue el primer destello de lo que hago hoy», relata el artista brasileño a Yorokobu.

Cuenta Lisboa que, para él, decantarse por el collage fue un proceso natural. «Estaba en un momento de mi vida en el que buscaba una identidad visual para expresarme, y en esta búsqueda, el collage fue la técnica perfecta», explica.

Es esa posibilidad de mezclar materiales nuevos y viejos lo que le permite sentirse como un demiurgo de su pequeño mundo, «dando vida y un nuevo significado a la imagen». Pero lo que más disfruta, en realidad, es el proceso de reciclaje que le permite aprovecharlo todo.

Aunque el collage es una de las técnicas menos reconocidas y menos premiadas, Lisboa se muestra optimista porque ve que en este siglo se ha convertido en un medio de expresión que ya está en todas partes y que se abre más y más. «Veo un montón de collages en dibujos animados, vídeos musicales, publicadad… Veo un montón de artistas fantásticos que hacen que me estalle la cabeza. Cada día se abren galerías para más artistas del collage», afirma con estusiasmo este artista que vive en São Paulo.

Las yuxtaposiciones de Marcel Lisboa, que por lo general realiza de manera digital, conforman una crítica a la sociedad actual: cómo esta reacciona ante la diversidad, ante la sexualidad, el género o ante otros asuntos más mundanos. Para Lisboa, «el arte tiene que ser un poco crítico y reflexivo».

En sus obras suelen aparecer, entre tonos pastel, imágenes de personajes históricos cuyas cabezas corta o sustituye por otro material. Es fácil intuir de quiénes se trata, aunque a menudo no tengan cara o se la haya tapado una fruta, una flor o una mariposa. ¿Por qué lo hace? «Les quito la cabeza para crear una nueva personalidad al personaje, pero en otros casos es una forma de cuestionar el género».

Lo que Lisboa quiere es que quienes contemplen sus collages se pregunten si el protagonista es un hombre o una mujer. «Es un reflejo de todas las distinciones que hacemos cuando vemos a otra persona, y es algo que empieza siempre en la cara», detalla.

Influido por las vanitas, ha encontrado una forma muy personal de mostrar reminiscencias de los elementos y significados de aquellos cuadros que recordaban al ser humano que no era eterno.

Por eso, la anatomía se ha convertido en otro elemento fundamental en sus collages. «La anatomía es fantástica. Es todo un nuevo mundo dentro de nosotros y no pensamos demasiado en ello en la vida diaria. Es un reflejo de nosotros mismos, de cómo somos y cómo funcionamos», explica.

Su forma de ver el mundo y mostrarla bebe de referencias como El Bosco, Magritte, Dalí, Hannah Höch y Winston Smith. Pero Marcel Lisboa reconoce que, más allá de estos artistas, lo que realmente le influye a la hora de crear es «la vida diaria, la música, conocer gente, el mundo ordinario, el universo». Es como si buscase el equilibrio de todo lo que le interesa forzándolo a competir. El collage y el barroco, la cultura pop y el dadaísmo, lo mundano y lo transcendental confluyen en su obra.

Por Virginia Mendoza

Periodista y antropóloga. Autora del libro 'Heridas del viento. Crónicas armenias con manchas de jugo de granada'. Empecé a escribir en los márgenes de los prospectos. Ahora en Yorokobu.

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