María Méndez Santos: «Las lenguas forman parte de tu identidad y son cultura»

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Nos pone la diversidad (bueno, a decir verdad, a algunas personas les pone, sí, pero de los nervios). Son muchos los que afirman sentirse cómodos con ella. Hasta que llegamos al terreno de las lenguas, que ahí, ya, la cosa cambia.

La uniformidad acaba degenerando, en no pocas ocasiones, en el nacimiento de prejuicios de todo tipo. Desde raciales hasta lingüísticos. Y de estos últimos se ocupa María Méndez Santos, profesora de Lengua Española en la Universidad de Vigo, que ha publicado el ensayo No me gusta cómo hablas (o más bien no me gustas tú) (Pie de Página, 2024).

La discriminación lingüística se da en diferentes planos. Desde despreciar la convivencia del español con otras lenguas cooficiales o minoritarias, hasta microagresiones como juzgar feos ciertos acentos. En esa discriminación lingüística juegan múltiples factores, desde los históricos, hasta los económicos y sociales. Y eso, juzgar a las personas por la lengua que hablan o por cómo la hablan, es exponente de otros fenómenos más profundos: racismo, clasismo, xenofobia, supremacismo…

Es contradictorio que una sociedad que aspira a ser diversa, incluso se declara y muestra así, no acepte, sin embargo, la diversidad lingüística, ¿no?

Bueno, yo creo que son etapas, que vamos puliendo diferentes cosas. Pero es verdad que la diversidad lingüística es el exponente, a veces, más doloroso, porque hay un concepto ahí subyacente de lo que implica la españolidad. Hablar de una determinada manera te identifica también con una clase social. Eso por la parte de cómo hablas el español. Luego ya entramos en las cuestiones historicopolíticas de España, que es la gestión y la represión de las lenguas que ahora son cooficiales, pero no todas, y tiene que ver con cuestiones de represión histórica.

Los países nos los hemos inventado conforme a una serie de aspectos históricos, geopolíticos, geográficos, etc. Pero también lingüísticos. Y esto es así. El problema es que no hay tanta capacidad o posibilidad de hablar de la diversidad lingüística, que no es nada malo.

Cuando la gente protesta porque otros hablan catalán, yo siempre digo: «claro, habla catalán para molestarte a ti, porque tú eres el centro de su universo». Es muy absurdo. Pero este discurso contrario a este tipo de falacias no tiene tanto espacio en los medios, básicamente porque tampoco llevan a gente especializada a hablar, cuando hablan de estas cosas.

Generar el pensamiento científico no está muy valorado ni se difunde demasiado, y con las lenguas, ya peor todavía, porque la gente se lo toma a la tremenda, se lo lleva a lo más emocional.

«Los países nos los hemos inventado conforme a una serie de aspectos históricos, geopolíticos, geográficos, etc. Pero también lingüísticos».

Quizá es que la política lo ha invadido todo hasta tal grado que no sé si es posible separarlo ya de las cuestiones lingüísticas. Probablemente la tensión se rebajaría mucho si en los colegios e institutos te ofrecieran la oportunidad de aprender una de las lenguas cooficiales.

Sí, por empezar por algún lado. Y también para dar más opciones, como las lenguas de la inmigración. Porque ¿qué es la integración de los migrantes? ¿Que dejen de hablar su lengua y solo hablen español, ¿que dejen de ser lo que son porque a ti te parece que molestan menos? Eso no es una sociedad multicultural, eso es una sociedad aculturada.

Tú, para tener y tomar riqueza de la diversidad, tienes que tener otra actitud, y no la hay. Cuando se hacen los nombres de los ministerios, ¿por qué no se hace un Ministerio de Multiculturalidad? Son chorradas pequeñitas, pero eso le va a dar un cambio de aspecto, de actitud, de filosofía. Pero no estamos ahí, no es lo más importante.

Esto demuestra que nos han inculcado tanto que una lengua solo es un instrumento de comunicación que se nos olvida todo lo que tiene detrás (cultura, identidad…).

Claro, al final, la construcción de tu identidad viene por cómo eres, quién ha sido tu familia, los idiomas que hablas, dónde has vivido, en qué has trabajado… y también la lengua que hablas. Tu lengua, desde el punto de vista más cognitivo, desde el punto de vista más neurolingüístico, ya te condiciona también cómo procesas la información.

Las lenguas son cultura. Y está clarísimo que las lenguas tienen que ver con tu identidad, por cómo hablas. Si eres una persona trans y hablas con la e, estás marcando tu identidad a través de la lengua. La lengua es una performance: las pijas hablan como pijas para sentirse parte de un grupo de pijas, por ejemplo. La lengua te da trucos para saber quién está en tu grupo y quién no.

Así que sí, las lenguas forman parte de tu identidad y son cultura. Decir que esto no es así es una forma muy cutre de negarlo porque hay otra cosa que te molesta, que es la diferencia.

Claro, con todo lo que estás diciendo, lo de no defender, proteger y favorecer las lenguas minoritarias porque no son útiles queda rebatido.

Básicamente, ¿por qué todas las cosas tienen que ser útiles? ¿Por qué narices la cultura tiene que ser útil? La cultura no tiene por qué ser útil en ese sentido economicista. Porque sí es útil para tu espíritu.

Independientemente de eso, lo que estableces son relaciones emocionales, porque somos seres humanos. Y las estableces por muchas cuestiones. La empatía lingüística existe. Tú te sientes más cerca de una persona que habla como tú o que sientes parte de ti. Sientes que la otra persona que habla como tú está en tu grupo como ser humano.

Con las lenguas, la gente entra en un bucle supernazi de «Habla esa lengua solo para molestarme; habla esa lengua en mi contra». Y ninguna lengua va en contra de nadie. Es un pensamiento muy de monolingües pensar que otra persona habla otra lengua solo por fastidiarte.

Sí, es algo que te graban a fuego desde siempre. Aquí, la Dictadura se encargó de machacar otras lenguas que no fueran el castellano.

Esa dictadura, pero es que antes hubo otras cosas. Hay ejemplos de represión desde los Reyes Católicos. No es el resultado de 40 años, es el resultado de 400, 500 o 600 años, de una manera o de otra.

Que no hubiese una ley escrita, no quiere decir que no te pegasen en el colegio por no hablar castellano. En Galicia te pegaban en el colegio por hablar gallego.

También hay quienes dicen que las lenguas son para dividir. Pues mira, igual si tú tuvieras una actitud más friendly, no fomentarías tanto los nacionalismos extremistas por el otro lado. Al final, lo que se construye es que, si hablas una determinada lengua minoritaria, es que eres de pueblo, etc. Y habría que romper ese discurso ya, pero no hay lugares para romperlo.

¿Es posible que exista un español neutro? ¿Es necesario que exista un español neutro?

Como concepto filosófico, está claro que nos lo hemos inventado. Nada es neutro, porque o bien te refleja, o bien no te refleja. Sabes que representa a otra persona que no eres tú, ¿qué neutralidad es esa? Porque tú, en el momento que en español decides pronunciar interdental o sesear (/zapato/ o /sapato/), ya no estás siendo neutro.

No es posible, físicamente, hablar un español estándar porque el español estándar no lo habla nadie. Se ha cogido teniendo en cuenta unos rasgos que se escogían de literatos, etc. ¿Alguien habla así? No, es imposible, no existe el hablante ideal, nadie tiene la norma estándar del español metida en la cabeza, tienes que aprenderla.

El lenguaje neutro es una cuestión economicista, una cuestión supremacista en cualquier aspecto, y es que no se note algo que se considera malo. Porque, si no, ¿por qué te molesta?, ¿por qué necesitas un neutro si lo otro es normal? Si nosotros escuchásemos en la tele todos los días a gente gallega, o de Asturias, etc., hablando normal, se nos haría el oído. Lo normal se construye. Lo neutro se construye. Pero para qué necesitarías un neutro si pudieras mostrar la diversidad. El problema es cuando se establece esa neutralidad como un eje de opresión. Al final, lo que estás generando es un trauma.

«El lenguaje neutro es una cuestión economicista, una cuestión supremacista en cualquier aspecto, y es que no se note algo que se considera malo».

¿Qué tópico te molesta más: «Yo no tengo acento» o «El mejor español se habla en Valladolid»?

Buf, los dos. Pero quizá sea peor el de Valladolid, porque esconde una visión muy imperialista. Y eso te lleva a tener una actitud de ‘yo soy mejor que otra persona’, cuando nadie es mejor que otra persona por defecto. Es que es muy racista decir ese tipo de cosas: «Es que no ha nacido en España», ¡como si tú lo hubieras elegido! ¡Es que me parece una absurdez!

Yo creo que la gente necesita más clases de filosofía y más clases de reflexionar, pero claro, como no son economizables a corto plazo, eso no interesa a la educación, porque la educación, al final, es un producto de un sistema, de una sociedad, que en este caso lo que quiere es que aprendas inglés para trabajar, para que seas más empleable, no para ampliar tu cultura. Falta una perspectiva crítica.

¿Hay algún punto de esperanza? No sé si estamos avanzando en algo…

Yo quiero también pensar que estamos mejor de lo que estábamos. Y si lo vemos objetivamente, desde el momento en que no te pegan en el colegio por hablar otra lengua, obviamente, algo se ha avanzado, algo ha cambiado. Pero queda mucho por recorrer cuando, cada vez que hay un tema que tiene que ver con las lenguas, se monta un cirio. Como cuando se pusieron las lenguas en el Congreso. Que la voluntad venga a rastras tarda, pero por lo menos llega.

Creo que estuvimos peor, pero creo que podemos estar mejor. Y creo que somos parte de un conjunto social donde falta todavía más espacio para este tipo de discursos. Y la pena es que no los haya.

¿Deberían hacer algo más al respecto organismos con la RAE?

Lo hacen más de lo que lo hicieron, pero, of course, son señoros blancos, y ya cuatro señoras. Ninguno es una persona trans, una persona pobre, una persona gay, ninguno es gitano, ninguno es inmigrante… Representan lo que representan y no están en este punto. ‘Te voy a escuchar, vamos a entendernos, cómo te puedo apoyar’, eso no es lo que pasa. Y la RAE no tiene esa actitud ni de broma. Podría cambiar muchísimo más.

Este post fue modificado por última vez el 25 de octubre de 2024 12:43

Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista. Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu. A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá. Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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