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Relatos ortográficos: Masculino, femenino ¿y neutro? A vueltas con el género gramatical

—¿Viene por parte del novio o de la novia?, preguntó el jefe de salón al primer invitado que hacía fila esperando a que le indicaran en qué mesa sentarse.

—De los dos —respondió al maitre.

—¡Ah, no, no puede ser! Debe usted definirse por una de las dos opciones.

—Pero es que me han invitado ambos, qué quiere usted que le diga.

—Pues las indicaciones que yo tengo son muy claras y no tengo espacio para opciones ambiguas como la suya.

—¿Me está llamando equidistante en mi cara?

—¡No se me ocurriría! Y ahora, si no le molesta, hágase a un lado mientras se decide, y deje pasar al siguiente.

Sirva esta surrealista conversación para lanzarnos sin flotador a la piscina del género gramatical.

Aunque la lengua sirve para describir la realidad en la que los seres humanos interactuamos, hay aspectos en los que esto no siempre es así. Por eso, mientras que las personas ya no se identifican solo con la categoría de femenino y masculino, la gramática española solo contempla ese binomio.

Pero el problema está en que no es lo mismo sexo que género, cuando hablamos de lengua, según advierte la RAE. Género, lingüísticamente hablando, no expresa, a priori, el sexo biológico. Por si fuera poco, esa diferenciación entre el género gramatical masculino y el femenino tiene implicaciones en la concordancia de los sustantivos, determinantes, cuantificadores, adjetivos y pronombres. Por eso la Academia es tan reacia, por el momento, a aceptar el morfema e (elle, niñe…) para hablar de quienes no se identifican con ninguno de esos dos sexos.

Además, gramaticalmente el morfema e también es masculino en ciertos casos, como los aumentativos (grandote/grandota). Y una reflexión más: ¿Por qué elle y no elli o ellu? A esto se suma que aún no es un uso muy extendido y generalizado, a pesar de que cada vez más hablantes diferencian entre él, ella y elle.

Pero las lenguas naturales son entes vivos y están en constante cambio, y si ese uso acaba imponiéndose por consenso de todos los hablantes, la norma gramatical cambiará también, le pese a quien le pese.

Paciencia, pues, que arrieritos somos y en el camino nos encontraremos. Y por favor, Keep calm y no matemos a la mensajera.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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