La primera vez que se escuchó tenía un áspero sabor a barrio marginal a ritmo de drill. Así sonaba en la voz de Morad, un cantante urbano de origen magrebí de L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona), que describía de esta manera una forma de vida de la que todos quieren escapar.
…Él quería ser Messi
Y acabó en comisaría
Para él nunca fue muy fácil
Y tampoco una tontería…
Porque él es un M.D.L.R.
Es un M.D.L.R.
Una particular manera de describir al chaval callejero al que se le rompen los sueños y el futuro se le tiñe de negro. Un mec de la rue, un chico de la calle que, dicho en francés, suena algo menos chungo, pero con el mismo fondo oscuro. Ese, al menos, era el sentido que Morad quiso darle a esas siglas, aunque él lo hiciera para denunciar una forma de vida a la que jóvenes de barrios marginales como él se veían empujados.
Pero las palabras nacen con una intención y según van viajando de boca en boca, acaban vestidas con otro traje. Algo así le ha pasado a MDLR.
Después de convertirse en carne de meme, los Z la han adoptado pero llevándola a su terreno. Sigue vistiendo de chándal, sigue sonando a drill y sigue hablando de calle, pero sin dramatismo ni denuncia social.
A cambio, le han añadido cierta guasa y la aplican para hablar de esos que van por la vida de malotes sin serlo. O se la aplican a ellos mismos cuando descuidan su vestuario y se cuelgan el look chandalero que tanta gracia les hace.
No son chonis, no son canis, es solo un disfraz. Y los disfraces dan mucha risa, ¿no?