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Traductor simultáneo: MDLR, un palabro callejero que viste de chándal

La primera vez que se escuchó tenía un áspero sabor a barrio marginal a ritmo de drill. Así sonaba en la voz de Morad, un cantante urbano de origen magrebí de L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona), que describía de esta manera una forma de vida de la que todos quieren escapar.

…Él quería ser Messi

Y acabó en comisaría

Para él nunca fue muy fácil

Y tampoco una tontería…

Porque él es un M.D.L.R.

Es un M.D.L.R.

Una particular manera de describir al chaval callejero al que se le rompen los sueños y el futuro se le tiñe de negro. Un mec de la rue, un chico de la calle que, dicho en francés, suena algo menos chungo, pero con el mismo fondo oscuro. Ese, al menos, era el sentido que Morad quiso darle a esas siglas, aunque él lo hiciera para denunciar una forma de vida a la que jóvenes de barrios marginales como él se veían empujados.

Pero las palabras nacen con una intención y según van viajando de boca en boca, acaban vestidas con otro traje. Algo así le ha pasado a MDLR.

Después de convertirse en carne de meme, los Z la han adoptado pero llevándola a su terreno. Sigue vistiendo de chándal, sigue sonando a drill y sigue hablando de calle, pero sin dramatismo ni denuncia social.

A cambio, le han añadido cierta guasa y la aplican para hablar de esos que van por la vida de malotes sin serlo. O se la aplican a ellos mismos cuando descuidan su vestuario y se cuelgan el look chandalero que tanta gracia les hace.

No son chonis, no son canis, es solo un disfraz. Y los disfraces dan mucha risa, ¿no?

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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