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Creatividad

Una Sagrada Familia terminada, el sueño de Medina Campeny

Hace solo unas semanas se colocaron las piezas finales de las torres de Juan y Mateo de la Sagrada Familia de Barcelona. Con ellas, se completaron las cuatro que tiene el templo dedicadas a los evangelistas, que con 135 metros cada una, son las terceras más altas de este monumento.

Las piezas que les faltaban no eran otras que cuatro esculturas aladas que representan a cada uno de los autores de los evangelios: el león es Marcos, el toro es Lucas, el águila es Juan y el ángel es Mateo. El autor de estas monumentales obras ha sido el escultor catalán Xavier Medina Campeny, un artista que cuenta ya con 80 años y que tiene una amplia trayectoria en la creación de esculturas públicas tanto en la ciudad de Barcelona como en muchos otros lugares del mundo. 

La colocación de las esculturas en el templo ha coincidido, precisamente, con una exposición retrospectiva en la Fundació Lluís Coromina de Barcelona, titulada Medina Campeny, una trayectoria vivida, en la que se pudo apreciar la trayectoria vital y artística de este escultor.

«No creo en las herencias sanguíneas ni nada de eso», explica refiriéndose a sus antepasados artistas. «Mi padre tenía una fábrica de caucho y murió cuando yo solo tenía 12 años. Mi madre falleció solo dos años después, con lo que no sentí mucha influencia en ese sentido. Es cierto que mi abuelo era escultor, se llamaba Josep Campeny, pero murió en 1922, con lo que no tuvo ninguna influencia en mí; y, además, no se hablaba mucho de él en la familia. También desciendo de Damià Campeny, el escultor neoclásico, que murió en 1855».

 

Campeny reconoce que la inspiración para ser artista le vino más por la rebeldía y la curiosidad. «Empecé en la universidad con 17 años. Quería ser arquitecto, pero, en lugar de estudiar, prefería estar en la azotea de mi casa haciendo pequeñas esculturas con planchas de metal. Así es como empezó la cosa. Nunca pisé una escuela de arte y todo lo fui aprendiendo a lo largo del tiempo». 

Con solo 20 años, presenta su primera exposición en el Museo Municipal de Mataró, muy inspirada en el movimiento constructivista. «Como no sabía soldar, juntaba todas las piezas con tornillos. Era muy paciente con esto. Hacía móviles, y muchos de ellos están ahora en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA)», recuerda.

Con el tiempo, llegaron otras influencias y otras formas de expresión, como el dibujo. «Mi obra ha evolucionado bastante. He pasado por el pop art, y he ido experimentando mucho con la figuración, con lo onírico, partiendo los cuerpos, fragmentando y creando ausencias y situaciones», explica. «Ahora estoy en un momento en el que estoy analizando todo a través del cilindro. Creo que podría reproducir toda mi obra con cilindros». 

Cilindros que, en ocasiones, recuerdan a los misiles que, por desgracia, están tan presentes en los noticiarios. La obra de Campeny, siempre ha tenido un toque político, con referencias a la guerra de Yugoslavia en los 90 o al conflicto entre Israel y Palestina, tan de actualidad hoy en día. A pesar de esto, el autor aboga por separar el mundo del arte de la política, aunque sea muy difícil. «Hace unos años presenté una exposición que se llamaba The plot thickens, en la que los cilindros se convertían en bombas que penetraban las paredes y el techo. Fue una exposición interesante, un poco presagio de toda la porquería mundial en la que vivimos hoy en día».

UN ARTISTA INTERNACIONAL

A pesar de ser un escultor muy ligado a Barcelona (una de sus obras más importantes en la ciudad es la escultura de la Colometa, el personaje creado por Mercé Rodoreda en su novela La plaza del Diamante y que está colocada en la propia plaza), la carrera de Medina Campeny también está marcada por sus estancias en el extranjero.

Colometa

El Mayo del 68, por ejemplo, le pilló en Lyon, a donde había ido a hacer una exposición. «Fue como un sueño hecho realidad. Toda la inquietud de la juventud se vio plasmada en la realidad», rememora. «Los estudiantes de Bellas Artes me llevaron a su escuela y tuve la oportunidad de colaborar con ellos para hacer unos pósteres y ver la revolución en las calles de Lyon. Fue sencillamente increíble y muy intenso».

Pero quizá todavía es más importante su estancia en Nueva York, donde vivió durante más de una década en un momento muy intenso para la ciudad en todos los sentidos, pero especialmente desde el punto de vista artístico. «Fui a Nueva York con 30 años, en 1974. Fueron unos años muy intensos. Pasaban cosas cada día y yo trabajé bastante. Expuse y vendí mucho allí».

Su paso por la ciudad quedó retratado en el documental Los Karamazov. A walk on the SoHo years, que recoge los testimonios de un grupo de artistas españoles, entre los que se encontraba Campeny, que vivieron en la ciudad durante aquellos años. «Nos encontramos allí, por casualidad, Muntadas, Marta y Mireia Sentís, Miralda, Zush, Llimós, Bibi Escalas y Jaume Ollé, y nos veíamos muy a menudo. No es que fuera un grupo artístico, más bien éramos un grupo de amigos», recuerda el artista. 

Homenaje a Martin Luther King

EL PROYECTO DE LOS EVANGELISTAS

En los últimos años, Campeny ha dedicado una gran parte de su tiempo a realizar su mayor obra o, quizá, la más grande en tamaño. Las esculturas de los evangelistas miden más de nueve metros y pesan entre siete y diez toneladas. El encargo le llegó hace casi ya diez años. 

«En el año 2014 vino a verme a mi estudio una comisión del templo formada por dos críticos de arte y el arquitecto jefe de las obras», recuerda. «Me dijeron que si quería participar y en qué consistía el proyecto. La verdad es que me pilló un poco de improviso y no acepté el encargo inmediatamente, sino que lo pensé un poco. Poco tiempo después dije que sí.

Yo soy un gran defensor de la obra pública, porque con ella te comunicas con la gente, de alguna manera hablas con las personas. Y un proyecto como este te hace llegar a muchísima gente debido a la trascendencia del edificio», explica. «Hoy día, gracias a la cantidad de personas que visitan el templo a diario, este se ha convertido en un polo de atracción turística muy importante, y, por lo tanto, estar ahí es toda una satisfacción. Probablemente, el nombre de quién hizo estas esculturas se irá borrando con el tiempo, pero estas quedarán allí y cumplirán su función», concluye.

 

Por Juanjo Villalba

Juanjo Villalba es escritor y traductor. Puedes seguirle en @juanjovillalba

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