El mediometraje es un patito feo. Por grande, no es admitido en ninguno de los más de 100 festivales internacionales de cortometrajes. Por pequeño, no entra en ninguno de los más de 100 festivales internacionales de largometraje. Tan solo hay un festival en el mundo especializado en mediometraje: La Cabina. Desde 2008 se celebra cada año en Valencia del 16 al 25 de noviembre.
El cortometraje tiene buen prensa: es el laboratorio de los nuevos cineastas; la zona de experimentación de los actores que quieren convertirse en directores de cine. Tienen en megas el peso perfecto para ser cargados en Youtube y Vimeo.
El mediometraje no tiene buena aceptación entre los noveles ni los profesionales del medio. Un estudiante de cinematografía que realiza un mediometraje se enfrenta a las burlas ajenas: «¿Cómo has hecho 60 minutos? Demasiado esfuerzo para nada. Graba 20 más y tienes un largo?». Burlas de quienes no tienen en cuenta el esfuerzo que supone escribir una historia, reunir un equipo de técnicos, un grupo de actores, ensayar, grabar, editar el resultado.
«¿Cuarenta minutos? Recorta la historia para que quepa en un festival de cortos», dicen otros, inconsecuentes. El mediometraje puede ser resultado de un accidente: un mal cálculo del presupuesto; los actores —que quizá lo hagan por amor al arte— tienen compromisos que pagan las facturas; los equipos son prestados o hay que devolverlos antes de 15 días a la tienda en el caso de estudiantes; el mismo artista lo hace entre otras obligaciones.
Pero el mediometraje también puede ser un accidente feliz o una decisión valiente de contar una historia sin quitar ni poner un minuto de más. Un mediometraje no debe ser una anécdota o chiste alargado como algunos cortometrajes ni sufrir el engorde de la mayoría de las películas comerciales. En esto, el mediometraje tiene una dignidad británica: si la historia da para 40 minutos, así sean.
Incluso los mediometrajes de mayor duración, los de 60 minutos, no son admitidos por las salas comerciales.
Los contratos de guion de uno y otro lado del charco dejan claro que el texto deberá dar lugar a una película de entre 90 y 127 minutos. (Los guionistas escribimos más páginas, muchas más porque llegan las tijeras. Hinchamos en muchos casos contra nuestra voluntad). Los dueños de las salas de cine quieren películas que hagan creer al público que el precio de la entrada haya merecido la pena tan solo por lo larga que es aunque sobren… 60 minutos.
Y aún así. El patito feo ha sido acogido con cariño por cineastas ya consagrados. Orson Welles, Coppola, Scorsese, Gaspar Noé, Mike Leigh, Claire Denis o Eric Rohmer son algunos de ellos, cuyos mediometrajes fueron acogidos por La Cabina dentro de la sección INEDITS en el pasado. Obras que el gran público desconoce.
Este año, La Cabina trae a INEDITS, entre otros, los cortometrajes de Basilio Martín Patino con un fresco de los años 60. Sidney Lumet, con una historia interpretada por Glenn Close y Maggie Gyllenhaal. Y Satyajit Ray, con una historia cruda que realizó poco después de recuperarse de un ataque al corazón.
Dentro de INEDITS, para los amigos del género fantástico y vintage el mediometraje estrella es La cabina de Antonio Mercero. Es una gran oportunidad para ver o recordar en pantalla grande los 34 minutos que inspiraron a Charlie Brooker a la hora de crear Black Mirror como el mismo guionista reconoce.
El mediometraje es un terreno de la experimentación como prueba Tokyo Project (una de las 24 producciones a concurso) que será exhibida en la sección oficial. Producida por Lena Dunham, está dirigida por Richard Shepard —realizador de Girls y Ugly Betty— con la actriz Elisabeth Moss (The handmaid’s tale) como protagonista. Tokyo Project mezcla material nuevo y material descartado de Girls. (Quienes hayan visto la serie El cuento de criada quizá sientan la extraña sensación de estar viendo a Defred liberada y refugiada en Tokio. Es una sensación momentánea).
El mediometraje no solo experimenta. También desarrolla los distintos géneros: junto al fantástico mencionado, están el drama, la comedia, el thriller, la denuncia… Ningún género es ajeno al mediometraje y La Cabina los acogen todos.
3 respuestas a «La desconocida belleza del mediometraje»
TARDE DE DOMINGO. 1960. Basilio Martín Patino en sus inicios creativos y transmite de manera magistral el ambiente soporífero, nostálgico y ensoñador que vive una joven que pasa sola en casa una tarde de Domingo en los años ‘60.
Hola, muy buen artículo, conoces de festivales o de financiamientos que acogen los mediometrajes?
claro, aparte de lo que mencionas