Repasemos algunos métodos para incrementar nuestro poder adquisitivo mediante la renuncia indolora a bienes y servicios que difícilmente pueden considerarse como bienes. Y mucho menos como servicios.
Móviles.- Karl Lagerfeld se jacta de no tener móvil y de considerar una llamada telefónica como una intromisión en su ámbito privado, inadmisible y agresiva. No le falta razón, aunque nos hemos habituado a esta permanente disponibilidad, como si fuéramos médicos de cabecera en un pueblo de las montañas. Con las redes sociales la sensación de estar acompañado sale gratis. Ha habido muchos conatos de intentar cobrar, siquiera una fracción de céntimo, por enviar correos electrónicos, pero han chocado con la indignación de la comunidad internauta. ¿Podríamos vivir sin teléfono móvil? ¿O, al menos, sin hacer llamadas, solo recibiendo y enviando SMS? Las tarifas de datos son todas abusivas, por lo que se recomienda usar únicamente redes WiFi.
(Hacernos creer que lanzar un modelo de smarthpone de color blanco es una noticia, e incluso tentarnos a la inmediata restitución de nuestro modelo negro actual es una ofensa al sentido común. El eslógan del iPhone4 ya rozaba el insulto “Todo ha cambiado. Otra vez”. Traducción: “Gástate una pasta. Otra vez.” El iPhone5 llega en septiembre. Atentos a su campaña).
Impresoras.- Al oprobio y la servidumbre que supone tener que comprar los cartuchos de tinta cada cierto tiempo, se suma el precio de una impresora nueva, con escáner y fotocopiadora. Las hay muy decentes por 50 euros. ¿El truco? La tinta. Es como si te vendieran un todoterreno a precio de saldo, pero estuvieras obligado a comprarles la gasolina sólo a ellos.
Automóviles.- Tener un coche es una agresión a los demás. Ir en taxi sale mucho más barato, y dejamos en manos de un profesional el manejo de la nave, al igual que cuando viajamos en avión un piloto se ocupa de que las cosas marchen bien, o en el metro, o en un transatlántico… Nos ahorraremos las letras del vehículo, la gasolina, las reparaciones, la ITV, los seguros…
Seguros y reaseguros.- Probablemente son la herencia más turbia de la revolución industrial. Se alimentan del miedo que todos tenemos a la desgracia, nos hacen sentir vulnerables para luego tendernos la mano salvadora, en forma de cómodas cuotas mensuales vitalicias. Suprimir varios de estos vampiros que liban de nuestra cartera con puntualidad solar puede hacernos más felices.
Tarjetas de crédito.- Las más prestigiosas son las más caras. La cuota anual de una Amex Platinum o de una Obsidiana sale por un riñón. La mejor tarjeta de crédito es aquella cuya primera cuota anual es regalada por el banco en una promoción. Antes de que nos cobren la segunda cuota anual, hay que darse de baja y apuntarse a otra promoción.
Consejo final:
Con el dinero “liberado” en un año de estos sencillos cambios de hábitos podemos irnos al bingo.
(Por cierto, Karl Lagerfeld no usa móvil porque es millonario, pero su asistente duerme con un iPhone cosido a cada mejilla).
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Antonio Dyaz es director de cine
Foto: Nicole Pierce Photography reproducida bajo lic CC