Cada vez que se cierran las urnas y acaba el recuento de votos se ha convertido en tradición que se ofrezcan los resultados de las elecciones tal cual y, a las horas, se simule cómo quedaría la cosa si se repartieran los escaños de forma diferente. Nuestro sistema electoral tiene ciertas peculiaridades, que persigue representar a todas las regiones y favorecer a los partidos grandes, y eso siempre genera distorsiones.
Elección tras elección, siempre se vuelve al mismo debate. Porque el sistema electoral tenía sentido en los albores de la democracia, cuando un Parlamento fragmentado e inestable podía significar el fracaso de la transición desde la dictadura. Ahora, sin embargo, el panorama es bien distinto.
Lo que pasa es que esta legislatura que todavía casi no hemos estrenado está siendo bien distinta, fundamentalmente porque aún no tenemos presidente del Gobierno. A pesar del blindaje a las mayorías que ofrece el sistema electoral la situación es de bloqueo. Así, en un enroque difícil de entender, el Gobierno se niega a responder ante el Congreso porque está en funciones y no representa a esa Cámara, sino a la anterior. Y así estamos, compuestos, sin Gobierno y sin plenos.
Pero el Congreso en sí, un poco al tran-tran, sí funciona. Por ejemplo, las comisiones ya están en marcha. Se trata de los grupos de trabajos por áreas que centran la actividad de los diputados (porque no, no están en el Hemiciclo todo el día). Y se trata también de los organismos de los que disponen los grupos para repartirse el poder y los sueldos, y ahí cada cual acomoda a sus vacas sagradas, aunque muchas veces no sepan de qué va la cosa: por eso las comisiones ‘científicas’ carecen de científicos y se produzcan distorsiones como que la comisión de Igualdad sólo tenga mujeres en su mesa -como si la igualdad no fuera cosa de los hombres-.
Entonces, si la ley electoral no traslada fielmente a escaños los votos de la gente y, para colmo, el Congreso funciona a medio gas a falta de Gobierno, cabría desear que al menos las comisiones, que sí están activas, sí fueran adecuadamente representativas.
Pero no.
Empecemos por explicar que hay tres tipos de comisiones, las permanentes legislativas, las permanentes no legislativas y las mixtas permanentes. En total suman 28, y cuentan con una mesa de cargos que comprende una presidencia, dos vicepresidencias y dos secretarías, de mayor a menor importancia. Eso es así en 25 de las 28 comisiones, quedando al margen tres que afectan al funcionamiento interno del Congreso: la Comisión de Reglamento, la Comisión del Estatuto de los Diputados y la Comisión de Peticiones.
En esta XI legislatura, y teniendo en cuenta que la cosa ha estado mucho más disputada, tenemos unas comisiones mucho más plurales de lo que acostumbraban: antes siempre se las repartían PP y PSOE -con algunas salvedades-, y ahora seis grupos distintos presiden las comisiones y sólo tres se han quedado fuera de las mesas.
Hasta ahí bien. Ahora, ¿se han repartido los cargos en función del poder que otorgan los escaños y los votos a cada formación? No.
Si de esas 28 comisiones quitamos las tres mencionadas que funcionan de forma distinta, nos quedaríamos con 25. Si en cada una de ellas hay cinco miembros de la mesa (una presidencia, dos vicepresidencias y dos secretarías) quedan 125 cargos, así grosso modo.
En la siguiente tabla se ve el número de escaños obtenido por cada partido, el número de cargos totales que tiene en las mesas de comisión y, por último, lo que debería tener en realidad. Ese último número viene de la sencilla operación de dividir esos 125 cargos entre los 350 diputados que hay y multiplicar el resultado por el número de diputados de cada partido.
El resultado: el PP tiene algo más de poder del que debería (más de un tercio), mientras que el PSOE tiene muchísimo más poder del que le tocaría (casi el doble, en realidad). Junto a ellos hay otras dos formaciones ‘premiadas’, las nacionalistas moderadas de DyL (la heredera de CiU) y el PNV. En el lado contrario Podemos y Ciudadanos, que tienen casi la mitad de poder del que deberían según sus escaños, igual que En Comú (la confluencia catalana).
Por aquello de que el reparto de escaños no es del todo justo, ¿qué pasaría si atendiéramos a los votos obtenidos? Que la distorsión aumenta considerablemente. Repetimos la operación, pero en lugar de con escaños, con los votos, tomando como total la suma de los votos de las fuerzas que hay en el Congreso (que suman 26,4 millones).
En la tabla siguiente se ve el número de votos obtenidos por cada partido, el número de cargos que tiene en las comisiones y los que le corresponderían en realidad.
Aquí se vuelve más evidente lo ‘hinchada’ que está la cuota de poder del PP, mucho más aún la del PSOE, y se notan más la de los nacionalistas, tanto de los citados DyL y PNV como de ERC. En el lado contrario, con una incidencia mucho mayor aún, Podemos (tres veces menos cargos de los que le tocarían), Ciudadanos (debería tener más del doble), En Comú (merecería el doble) o IU (no tiene cargo alguno y debería tener los que sí disfrutan los nacionalistas). EH Bildu ni aparece.
Pero, claro, hablar de ‘cargos’ equiparando a los cinco miembros de la mesa de cada comisión es mucho generalizar. Yendo al detalle, el que manda de verdad es quien tiene la presidencia de cada comisión: hay 25 presidentes (recordemos que dejamos de lado tres comisiones especiales) que mandan y cobran por ello.
Repetimos el cálculo, primero con los escaños: si dividimos las 25 presidencias entre los 350 diputados que hay y multiplicamos el resultado por el número de escaños de cada formación, el resultado se decanta de nuevo hacia el mismo lado. En la tabla que sigue se ven de nuevo los asientos de cada grupo, el número de presidencias que ocupa y las que le deberían corresponder según su presencia parlamentaria.
En este caso sólo hay una distorsión notable: el PP tiene más presidencias de las que debería, aunque no hay nadie particularmente perjudicado. Entrando en detalle, hay grupos ligeramente beneficiados (de nuevo DyL y PNV) y sólo un grupo que tiene exactamente el número de presidencias que debería, como es Podemos.
Ahora bien, si se vuelve a mirar no ya el número de escaños sino el de votos, el resultado es mucho menos equilibrado. En la siguiente tabla se ve de nuevo el número de votos de cada grupo, el número de presidencias que tiene y las que le corresponderían según sus votos
De nuevo, como en todas las ocasiones, el PP tiene más de lo que debe (casi un tercio más de presidencias), y también el PSOE. De hecho, a socialistas y Podemos debería tocarles el mismo número de presidencias por sus votos, pero la formación morada tiene menos de la mitad. Con ellos, En Comú e IU son, de nuevo, los más perjudicados.
Por rizar el rizo, igual que no todos los cargos valen lo mismo, no todas las comisiones tienen la misma importancia.
Las doce joyas de la corona, además todas ellas legislativas, serían Seguridad Nacional, Empleo, Presupuestos, Interior, Industria, Justicia, Hacienda, Fomento, Economía, Defensa, Exteriores o Constitucional. ¿Adivinan el reparto? La mitad -seis- las preside el PP; y del resto, un cuarto -tres- el PSOE, por dos de Podemos y una de Ciudadanos.
El poder, al final, se reparte con acuerdos y apretones de manos.
Nota: Por si quieres consultar los datos completos, aquí tienes la hoja de Excel