Si la mirada es el espejo del alma, la obra de Michael Reeder está muy perdida. Aunque de un primer vistazo se vean en sus pinturas colores alegres y llamativos, su trabajo tiene un trasfondo oscuro que invita a la contemplación.
Michael Reeder tiene una rica formación académica. Su bagaje va desde la pintura clásica, al arte urbano, el grafiti, la ilustración o el diseño gráfico. Se licenció en Bellas Artes en el School of Visual Arts de Nueva York y actualmente vive y trabaja en Los Ángeles.
Lo que más hace Reeder es pintar retratos en tamaños muy variados. En su estudio realiza obras de formato pequeño, pero cuando le dejan un lienzo más grande, sus murales pueden ocupar fachadas enteras.
Su obra se caracteriza por el uso de texturas y patrones geométricos y unos rostros de rasgos fuertes y mirada vacía. Su pintura gira alrededor de la identidad y para llevarla a cabo, el artista observa cómo estamos hechos de diferentes elementos y experiencias, y un pasado que nos convierte en lo que somos. «Mis pinturas son una mezcla de lo figurativo y el realismo con varias capas más planas y unos colores chillones. Además, me gusta añadir las calaveras para no hacer distinción de género o raza. En el fondo, tras nuestras máscaras de carne y músculos, todos tenemos la misma cara», comenta.
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Su uso y combinación de colores vibrantes tienen la función de contrastar con las figuras oscuras de más peso en la obra. «Lo que me ha ayudado a perfeccionar mi trabajo es el intento de crear algo que parte de la pintura clásica en un contexto atemporal y de ingravidez. Combino cosas que normalmente no funcionarían juntas y trato de que fluyan de manera armónica», explica Reeder.
Cada obra le toma unas 3 o 4 semanas y para no atorarse, trata de pintar varias al mismo tiempo. En su estudio utiliza diferentes técnicas dependiendo del objetivo deseado. Para la realización de las múltiples capas influye su formación en diseño gráfico. En dichas capas, crea y juega con patrones utilizando vinilos y plantillas que recorta. Además, desde hace poco y con la utilización de diferentes sierras, añade otro elemento a sus composiciones para crear figuras en madera. Posteriormente las pinta y las ensambla a sus lienzos. «Me fascina el proceso de construcción en general. Siempre he tenido la necesidad de hacer cosas», concluye.
Reeder es un tipo activo. Durante febrero tiene dos exposiciones, la primera en Oakland, junto a otros dos artistas y otra, en solitario, en Marina del Rey. En verano, también participará en el festival de murales de Montreal. Siempre añadiendo esa nota de color, que aunque no sea del todo alegre, anima los grises muros de las calles.