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Micromachismo, la semilla del mal

Nunca fui muy fan, pero yo tenía cochecitos con los que jugaba. Con el rabillo de la memoria recuerdo un Dodge en miniatura al que le faltaba una rueda, y una caja con al menos 15 de esos juguetes heteropatriarcales.

Mis padres, con su repugnante mente sigloveintera, con ese pensamiento único y esa inercia cultural retrógrada y antievolucionista, hicieron de mí esta versión incompleta y manipulada que hoy soy. Y antes de ellos, mis abuelos y los abuelos de mis abuelos y así hasta el heterosapiens.

Hicieron de mi vida una senda profunda e insalvable. Un camino vallado. Yo soy producto de una inexcusable falta de libertad, soy producto de un encasillamiento vital ignominioso. Mi subconsciente solo ha registrado patrones impuestos, solo veo la realidad que me han inducido, no tengo libertad de pensamiento.

Soy, básicamente, un pelele humano sin criterio porque todo estaba guionizado en mi vida. Yo tenía que jugar con cochecitos. Nada de lo que hice, ni una sola de mis decisiones, fue plenamente libre. Porque el sistema siempre estuvo preconfigurado para mí. Y para cualquiera de los de mi generación.

Pero hoy… hoy estamos salvados. La plena consciencia ha llegado. Algunas voces han roto las cadenas de la humanidad. Algunas personas en posesión de una verdad absoluta se han erigido en defensores de la condición más pura del ser humano. Personas que desde su profundo conocimiento del mundo y su infinita justicia natural, a pesar de su juventud, han levantado las alfombras y han saneado el devenir para las futuras generaciones.

Nos han quitado esa venda de los ojos. Una venda que en realidad estaba mucho más adentro. En el mismo origen de todos nuestros procesos cognitivos.

Han descubierto esa peste que infecta el mundo, que está en el aire, en las partículas y en cada una de las conductas, miradas, palabras, sustancias, colores, sabores; en la propia composición atómica de las cosas… Todo está corrupto, incluso a nivel micro; y por eso lo han bautizado como micromachismo.

El micromachismo. Ahí está la miga, el germen de todo. La semilla del mal. Esa es la madre (o tutora legal) del cordero. La tormenta perfecta de nuestras fisuras existenciales. Un agente silencioso y patológico.

Pero estamos a salvo, el mal ha sido descubierto. Y la bacteria del micromachismo ha sido neutralizada. Por algún milagro de la naturaleza, algunos, a pesar de haber vivido en este mundo podrido y respirado el mismo aire rancio, han podido ver la luz y tener una visión limpia de las cosas. Y están determinados a hacérnosla ver al resto, que debemos de ser incapaces de generar creencias propias.

Madres y padres del mundo, devolvamos a nuestras crías el estado libre con que la naturaleza, desde su infinita ignorancia biológica y evolutiva, ha hecho diferentes a los humanos. Anulad sus instintos naturales precognitivos, resetear sus genomas, no dejéis que sea la sociedad quien decida qué significa ser hombre o mujer. ¡Los cochecitos y las muñecas, a la hoguera!

Hoy sabemos que los cinco millones de años de evolución de nuestra especie estaban hackeados. Contaminados. Nos hacían trampa desde el principio. No se quién ni cómo, pero, desde luego, estábamos siendo dogmatizados y no lo veíamos. Jugábamos con cochecitos o muñecas sin realmente valorar que aquello truncaba vidas, etiquetaba existencias, amoldaba futuros, daba forma a una dictadura existencial de género.

Sin embargo, hoy hay una especie nueva. Personas que nacieron inmunes. Una raza superior. Y por eso han descifrado el enigma desde la más antibiótica y antiséptica existencia. Estamos salvados porque ellos lo han descubierto todo. Todos los que no sabemos pensar por nosotros mismos estamos salvados. Y serán ellos, con sus nuevos formatos, lo que nos digan que estábamos amordazados.

Es ahora cuando por fin nos acercamos a nuestra plenitud evolutiva como seres vivos.

Recuerdo de niño que una vez leí un libro con el que no estuve de acuerdo. Pero aquello debió ser un episodio fugaz de claridad. Porque yo era un caso claro de micromachismo crónico si jugaba con coches. Incluso hoy en día también me ocurre que hay noticias que me parecen falsas o situaciones injustas ante las que reacciono. Por mí mismo.

Pero imagino que soy una excepción. Quizás goce de algún tipo de inmunidad; he construido algunas defensas ante esa opresión espiritual. En alguna ocasión he defendido la igualdad de género, he admirado, temido y me he sentido dominado por mujeres a pesar de estar corrupto a nivel molecular para ser hetero dominante. He tomado decisiones que afectaban la educación de mi hija pensando únicamente en su libertad de pensamiento y su crecimiento personal.

Pero yo debo ser una anomalía. Porque los descubridores del micromachismo no conciben que yo pueda tener criterios propios. O al menos así es como me siento cuando alegan que todos somos victimas. Algo genérico, universal.

Lo que importa es que hoy por fin estamos en posesión cósmica de la verdad. Bueno, algunos lo están; yo, desde mi ceguera existencial, no puedo verlo, pero algunos nacieron con ese don y hoy han alcanzado y encontrado el origen del problema.

Y, afortunadamente, esas voces hablan cada vez más y en voz alta, muy alta… y además su tono no es nada revanchista, ni sesgado, ni acomplejado, ni inseguro, por lo que deben de estar en lo cierto. Porque los seres humanos necesitamos líderes guías ya que estamos ciegos y no sabemos pensar ni evolucionar solos.

Y, además, se nos acumula el trabajo. Hoy estamos incubando otro virus que quizás sea aún más maligno. El de la fotogenia ética y la estética activista. Pero solo espero que los descubridores del micromachismo estén vacunados.

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