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‘El Ministerio del Tiempo’ es una serie incómoda para fachas y rojos

El artista que quiere agradar a todos no es nada. Tiene que tener algo que entusiasme a unos e irrite a otros.Diderot

«Traidores», dicen unos de El Ministerio del Tiempo. «Afean la Historia».

«Fachas», dicen otros. «El Ministerio habla bien de la Historia. (La Historia oficial)».

Los que gritan: ¡Traidores!

Hijos de rancio abolengo —rancio hasta la náusea— y mileuristas con añoranzas de servidumbre arcaica. Soldados de una cruzada. Rojigualda como avatar. Torito atrás en el coche. (Supongo). Señalan con inquina a los disidentes de la gloriosa Historia de España que aprendieron de sus mayores.

«Traidores», gritan los cruzados a quienes no comulgan con la hagiografía de una, grande y libre.

Cruzados con teléfonos inteligentes que no vivieron tiempos de espadas y pistolas. Guardianes del pasado. Guardianes de las vergüenzas. Entre sus enemigos están los artistas. Y entre los artistas, los que hacen películas y televisión: actores, directores, guionistas. Por orden de visibilidad.

Los cruzados no arremeten contra libros de Historia. Pocos leen libros. Una película o el capítulo de televisión llega a casa a la hora de la cena. Millones de personas. El arte no es riguroso. No es académico. Pero el arte cuenta verdades a través de mentiras. Resalta episodios ominosos de la Historia. Es peligroso.

«Traidores», gritan los censores a los artistas. «Rojos», añaden otros.

Traidor es una etiqueta sencilla. Fea. Rotunda. Cala en la ignorancia. Rechaza discusiones. La lista de traidores es larga. Entre los últimos, los guionistas de El Ministerio del Tiempo. Traidores por mostrar las luces y las sombras de la España de antes y la de ahora. Las sombras molestan.

En la España de la Inquisición, de la destrucción de las Indias, de reyes ineptos y crueles, dos guerras civiles, fanatismo, superstición, hambre, del franquismo…. surgieron Cervantes, Velázquez, la Ilustración, Goya, Severo Ochoa, la Generación del 27… Los genios no aparecen porque haya un caldo de cultivo, sino a pesar de todo.

El Ministerio del Tiempo no elude ni lo uno ni lo otro. Al otro lado de las puertas del tiempo no hay baldosas amarillas. Para llegar a un Cervantes o un Goya los viajeros caminan por entre pilluelos, prostitutas, mendigos ciegos y tullidos… Superan las trabas de gobernantes ineptos, corruptos y mezquinos.

Los que gritan: ¡Fachas!

Hijos ideológicos de los perdedores de la última guerra civil. Hijos de eslóganes. Perdedores por convicción. Avatar-bandera rojo amarillo y morado. Rechazan los objetos y las figuras usurpadas por el franquismo. (No es nuevo: los que ganan una guerra acogen lo popular para ganarse las simpatías del pueblo). Rechazan el arte y el cine creado durante el fascismo, incluso, el crítico con las instituciones y la España cerrada. No conocen a Juan Antonio Bardem y Berlanga. Gritan «fachas» movidos por un resorte. Rabia. Frustración.

«El Ministerio del Tiempo es facha», sueltan en foros y redes sociales. «¿Por qué?», preguntan otros. «Porque protegen la Historia de España», dicen. Rencor en la respuesta. Queda la duda: ¿son espectadores?

La Historia es la que es. Lorca y los canallas que lo fusilaron. Goya y el déspota Fernando VII. Los canallas, los corruptos, los criminales no desaparecen porque no se hable de ellos. El Ministerio no reescribe la Historia. La teoría de la mariposa. Las patrullas protegen el pasado imperfecto para proteger nuestro presente abierto a posibilidades. El trabajo de los protagonistas no es fácil. España duele.

«Es triste… Viajemos al siglo que viajemos, españoles matándose entre sí… Es una guerra civil continua con miles de víctimas inocentes…», dice Alonso Entrerríos (Con el tiempo en los talones 3×01). Tanta sangre que no soporta ni el soldado de los Tercios de Flandes.

El Ministerio: malos españoles

El Ministerio del Tiempo es incómoda. Más para unos que para otros. La serie creada por Pablo y Javier Olivares está animada por el espíritu de Berlanga, «un mal español», según Franco. Un español que apuntaba a todos. Le dolía España. Como a los guionistas ministéricos.

 

No es el trabajo del artista darle a la audiencia lo que la audiencia quiere. Si el público supiera lo que necesita, ya no serían el público, serían el artista. Es el trabajo de un artista darle al público lo que necesita.Alan Moore

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