Categorías
Ciencia

Vamos a hablar del pene (¿por qué te ríes?)

No hay puerta de un WC público que se precie que no tenga dibujado, al menos, un pene. Algunos están trazados sucintamente y a otros no les falta detalle. Sin entrar a juzgar el valor artístico de estas pintadas, no dejan de ser la versión modernita de lo que lleva haciendo la humanidad desde sus orígenes: representar el falo bajo simbologías diversas.

La principal, como representación de la fertilidad y de la virilidad. Eso es lo que muestran las numerosas estatuillas de civilizaciones antiguas en las que el órgano sexual masculino se representa bien de manera aislada, bien integrado en el cuerpo de un dios al que se rinde culto.

A esa simbología está asociada, igualmente, el festival sintoísta japonés conocido como Kanamara Matsuri (festival del pene de metal), en el que cada primavera (el primer domingo de abril, concretamente) el falo se convierte en protagonista absoluto en Kawasaki, ciudad donde se celebra. Esta veneración era muy popular entre las prostitutas del periodo Edo (1603-1868), que rezaban a estas efigies para pedir protección contra las enfermedades de transmisión sexual. Hoy todo lo que se recauda durante el festival se destina a la investigación contra el sida.

SÍ, EL PENE TAMBIÉN EVOLUCIONÓ

Por muy antiguas que sean las imágenes y estatuillas de esos falos divinos que se conservan en museos, el pene parece tener el mismo aspecto hoy y hace siglos. Pero no. De hecho, una vez, por increíble que parezca, tuvo espinas.

Eran estructuras de queratina duras, como las uñas, y de apenas unos milímetros que recubrían el exterior del pene, algo que muchos animales conservan aún. Tenían miles de terminaciones nerviosas que, seguramente, harían que el sexo fuera más placentero para su dueño, porque la cosa estaba muy malita y se necesitaba poblar la tierra a toda costa para evitar la extinción. Así que, oye, si a la obligación de copular se le añadía un incentivo, pues mucho mejor.

Según diversos análisis genéticos, esta característica se daba en los homínidos de hace unos seis millones de años, aquellos antepasados comunes que compartimos chimpancés y humanos. Después, el ADN se modificó y el gen de las espinas fálicas desapareció de la especie humana haciendo el pene del hombre más suave, sí, pero también más simple.

A cambio, el pene humano es significativamente más grande que el de los simios, la especie más cercana al hombre. En erección, el falo de un gorila mide unos 3 centímetros. El del chimpancé, alrededor de 7 cm. En este último caso, es, además, muy fino, suave y acabado en punta fina también. Mientras que el del hombre mide 15 cm de media y es más ancho que el de sus primos los simios. Para compensar, los testículos humanos son más pequeños, que no se puede tener todo.

Pero no hay que perder la fe. Un estudio de este mismo año realizado por la Universidad de Stanford y publicado en la revista World Journal of Men’s Health dice que el pene humano ha crecido un 24% en los últimos 29 años, o lo que es lo mismo, unos 3 cm cuando está en erección. La mala noticia es que va por barrios: aumenta en Europa y Asia, y baja en Norteamérica y África.

EL TAMAÑO IMPORTA

Lo que sí que no ha cambiado con el paso de los siglos es la preocupación del personal por el tamaño del miembro viril. Eso sí, no siempre se ha llevado el gato al agua lo de tener un pene más bien tirando a grande.

Si bien es verdad que, en las representaciones del falo más antiguas, el tamaño se relacionaba con una mejor capacidad de procreación y una mayor fertilidad, para los antiguos griegos eso de tener pollón se asociaba a un excesivo frenesí sexual, algo que no estaba muy bien visto. Cuanto más pequeño el falo, más cabal, sabio y razonable era su dueño. De ahí que las estatuas griegas luzcan un aparato genital chiquitín.

Pero luego llegaron los romanos y volvieron a cambiar las tornas: métele centímetros genitales, a lo largo y a lo ancho, a esa estatua, José Luis, que se vea bien el tamaño de nuestro imperio. Y para muestra, el falo de madera de 16 cm que se encontró en las excavaciones del muro de Adriano hace apenas unos meses, y que, se cree, era el dildo de alguna patricia entre los siglos I y III d. C.

En la Edad Media no hubo penes. Bueno, los habría, pero no se pintaban ni se esculpían. Pecado, ya se sabe. Y con el Renacimiento, volvieron a florecer los falos en el arte cual amapolas en primavera. Eso sí, al estilo griego, que era mucho más sutil y refinado: tamaño mini, que ya estaba la religión de por medio.

Según avanzaba la ciencia, el tamaño con el que se representaba al pene en el arte se fue acercando cada vez más al real, en general. Aunque ya sabemos el problema que siguen teniendo algunos a la hora de calcular cuántos son 15 o 20 cm. Hoy, incluso, además de las labores propias de su sexo, un pene puede servir hasta de pincel: «esto lo hago yo con la polla» en sentido literal.

A VER QUIÉN LA TIENE MÁS GRANDE: TRES MITOS SOBRE EL TAMAÑO DEL PENE

1.El tamaño del pene está relacionado con el de los pies

Pues, lo cierto es que no está demostrado. Ni ese ni el que lo relaciona con el tamaño de la nariz. Respecto al primero, lo intentaron en 2002 algunos investigadores, pero los resultados que obtuvieron no fueron concluyentes, tal y como plantearon en el estudio “Can shoe size predict penile length?” publicado en la revista British Journal of Urology. Midieron el pene en estado de flacidez (pero totalmente estirado) de 104 hombres y no se consiguió establecer la relación entre el falo y la talla del zapato que usaban.

Pero…

Otros estudios parecen apuntar a que sí está relacionado con el tamaño de dos dedos de la mano derecha. Lo afirmaron unos urólogos coreanos en un estudio publicado en la revista Asian Journal of Andrology, y según sus observaciones, cuanto más largo sea el dedo anular en comparación con el índice, mayor probabilidad de que tenga un pene grande.

@doctoryoun How your fingers predict the length of your junk! #study #facts #anatomy ♬ Stereo Love – instrumental

«Pensamos que los niveles de testosterona prenatal podían tener algo que ver con la longitud del pene y, por tanto, dado que la formación de los dedos también está influida por esta hormona, igual también jugaban un papel», indicaba Tae Beom Kim, coordinador de la investigación, del Hospital Gachon Gil de Incheon de Corea en este artículo de El Mundo.

2. Cuanto más grande, más placer para la pareja

Pues, mira, no. Es más, puede incluso ser un problema. En el caso de que la pareja sexual sea una mujer, un falo demasiado grande puede llegar a la pared vaginal y ser muy molesto. El tamaño del pene para obtener placer es más una cuestión psicológica que física. Así que, deja tranquilito el metro, cari, que todo está bien.

3. Los negros la tienen muy grande

No, José Luis, el tamaño del pene no depende del color de la piel, ve quitándote ya y para siempre esa idea de la cabeza. El tamaño medio del pene en erección es de 13,25 cm, y de 9,16 cm en reposo, da igual si su dueño es blanco, negro, amarillo o verde.

CUIDADOS DEL PENE

Llegados a este punto, toca hablar de cosas serias. Que los penes pueden darnos mucha risa, pero esta se acaba cuando las enfermedades llaman a su puerta. Así que vamos terminar con algunos tips para que tú, hombre, desoigas los consejos de Torrente y cuides de tu hermano pequeño como se merece. Te va la salud en ello.

La higiene genital no será completa si a diario no se da un repasito con agua y jabón a toda la zona. Y eso incluye pene, ingles, testículos y escroto. Usa un jabón con PH neutro, le irá bien a esa zona tan sensible. Por la oferta no te preocupes, ya hay unos cuantos productos especializados para hombre en el mercado.

Lávalo bien, igualmente, tras mantener relaciones sexuales, sobre todo si has usado preservativo o lubricantes. También, después de hacer deporte, aunque imaginamos que eres un tío con el cerebro bien puesto y pasarás por la ducha tras tu clase de crossfit, con lo que lo del lavado genital va en el pack higiénico.

Utiliza ropa suelta y cómoda para tu zona bajera, a ser posible, de tejidos naturales. Al permitir la transpiración, además de evitar que puedas decir eso tan elegante de «me suda la polla», reducirás el riesgo de infecciones e irritaciones por hongos y bacterias. Lo de marcar paquete no queda bien ni en el cine, así que nuestro consejo es que evites la ropa ajustada y permitas que la sangre circule correctamente por ahí abajo.

Si estás circuncidado, presta especial atención al prepucio y al glande. Allí se produce el esmegma, una secreción blanca y densa, como resultado de la acumulación de células muertas, que tiene un olor bastante desagradable. Insistimos, torrentadas, las justas. Bueno, y si no estás circuncidado también, qué demonios.

Evita en tu higiene íntima productos estéticos como cremas, talcos, perfumes, etc., que no estén especialmente indicados para esas zonas. Pueden provocar irritaciones y facilitan la aparición de hongos.

Salir de la versión móvil