Cuando las retinas comienzan a acostumbrarse al zambombazo de color que despliegan las pinturas de las salas contiguas, se encuentran otro reto: detectar que aquello ante lo que nos encontramos no es otro enorme cuadro de Mondrian, sino una habitación real.
Esta, además, no fue diseñada por el artista holandés, sino por dos de sus coetáneos: Vilmos Huszár y Pieter Jan Christoffel Klaarhamer. Y también forma parte de la exposición Mondrian y De Stijl, con la que el Reina Sofía celebra su 30º aniversario y que puede visitarse hasta el 1 de marzo.
Aunque a nadie se le escapa que el mismo Mondrian podía haber firmado el proyecto. El Dormitorio infantil para la Villa Arendshoeve, hogar de la familia Bruynzeel, en Vooburg (Países Bajos), data de 1909. Pero podría pertenecer al catálogo de cualquier firma de interiorismo del presente. O del futuro.
Porque Mondrian y los artistas del movimiento que tomó nombre de la revista De Stijl, fundada por el pintor y crítico Theo van Doesburg, personalizan «lo más moderno del siglo XX». Teresa Velázquez, jefa de exposiciones del museo, lo considera así por muchas razones.
La más evidente es, quizás, la forma en la que aquellos artistas decidieron «liberar» a la pintura del marco para abrirla a una nueva realidad «que se refleja en las artes aplicadas, en el diseño, la arquitectura, la publicidad, incluso, la poesía».
«Esta apertura del color y de las líneas horizontales y verticales a otras disciplinas es el motivo por el que se traslada tan rápido la idea de lo moderno. De ese momento en el que está todo cambiando», añade.
LA NUEVA PLASTICIDAD
La arquitectura y el interiorismo no escaparon de su punto de mira. «Los artistas de De Stijl fueron los primeros en concebir y aplicar un lenguaje más moderno y funcional a estas disciplinas».
El papel desempeñado por el color y el uso de las líneas rompe con todo lo anterior. «Esta nueva plasticidad que los artistas plasman a través de diversos materiales genera experiencias espaciales totalmente novedosas».
Un ejemplo es la propia habitación infantil de Huszár y Klaarhamer. «Resulta muy curioso, porque es un espacio muy pequeño pero en el que parecen caber muchas cosas. Se nota cuando entras y no hay nada, pero al pintar las paredes y al comenzar a disponer los muebles originales, parece que aquello se ensancha».
Para Velázquez, este efecto es fruto de la forma en la que Mondrian y los artistas de De Stijl fueron capaces de trasladar la experiencia de la pintura a los espacios y al mobiliario. Estos comenzaron a concebirse de otra manera.
«Reprodujeron en sus diseños una realidad cada vez más objetiva, más concreta, más funcional. Los objetos ya no se reconocían como había sido hasta la fecha. Ahora la figura y el fondo se mezclan, los colores de los objetos se funden con los de la pared».
UNA HUELLA INDELEBLE
Los neoplasticistas se afanaron en diseñar muebles y otros objetos cotidianos. En arquitectura sus creaciones fueron más bien escasas. Se tuvieron que conformar con proyectar sus ideas en maquetas y fueron pocos los edificios finalmente alzados. Aun así, como señala Velázquez, «su huella es indeleble».
«Lo que llama la atención es que lo consiguieran con un repertorio tan pequeño, solo a través de líneas horizontales, verticales diagonales y planos de color. Es increíble que con esos mimbres tan elementales se pudiera sintetizar, además, una idea de serialismo. Porque, además del de funcionalidad, está el concepto de fabricar los diseños de manera industrial».
Es otra de las razones por las que Velázquez, al igual que otros muchos, reconocen a estos artistas como los más modernos entre los modernos. «No hay más que ver el éxito de ventas de la tienda del museo de todo lo relacionado con la exposición. Se venden tazas de Mondrian, abanicos, calcetines… ».
Para la directora de exposiciones del Reina Sofía, pese al coste y esfuerzo que ha supuesto al museo su montaje, una muestra como esta era más que necesaria. «Mondrian es un pintor muy reconocido. Pero hacía falta revisitarle. A él y al resto de artistas de De Stijl. Era necesario poner el foco en lo refrescante que fue su eclosión en el arte del siglo XX. Ponerlos en perspectiva, en el momento en el que les tocó vivir, y ver todo lo que han aportado desde entonces».