De niños nos gustaban los monstruos y los cazadores de monstruos. De adultos también, pero necesitamos justificarnos con palabras difíciles. No importa lo que digamos, ante la pantalla, siempre somos niños que nos dejamos llevar de la mano. El miedo quedo atrás, pero seguimos fascinados.
CAZADORES DE MONSTRUOS
Expediente X, Fringe o Sobrenatural son historias de cazadores de monstruos. Personajes como Fox Mulder, Olivia Dunham y los hermanos Winchester tienen infancias marcadas por tragedias familiares. La caza de monstruos es una suerte de venganza continua, una manera de buscar respuestas y con el tiempo, una excusa para alejarse de las personas.
Los cazadores de monstruos temen más la intimidad que la caza. La intimidad puede paralizarnos: ¿Y si hablo de aquella vez que…? Pensará que estoy loco o soy raro, pensamos. Preferimos una fachada más o menos cercana antes que mostrar nuestras grietas. Y así vivimos entre el miedo a desnudarnos y el miedo a ser abandonados por ocultar nuestros más íntimos deseos, recuerdos y pensamientos.
Los monstruos siguen patrones; las personas, no tanto. Es posible organizar la caza de un monstruo, pero no prever qué sorpresa guardan las personas.
LA INTIMIDAD NOS HACE VULNERABLES
Juan sin miedo fue al encuentro de fantasmas, de brujas y de fieras, pero no conoció el miedo hasta después de haberse casado. Así está escrito:
Por la noche, mientras el joven dormía, su esposa, instruida por la camarera, le quitó bruscamente las ropas y le echó encima el cubo de agua fría con los peces, los cuales se pusieron a coletear sobre el cuerpo del muchacho. Éste despertó de súbito y echó a gritar.
Juan agradeció a su esposa que le enseñara qué es el miedo (que lo hiciera persona, dicen unos analistas de cuentos; que le enseñara qué era el sexo, dicen otros).
MONSTRUOS EN TIEMPOS DIFÍCILES
Las personas reales no cazamos monstruos. Huimos de la intimidad de los demás con nuestras aficiones, el ruido y la tecnología (un mensaje de WhatsApp intimida menos que una conversación a los ojos)… Huimos del miedo a fin de mes, del asco por las noticias y los políticos. Y lo paradójico es que a veces escapamos de los miedos reales con otros miedos: buscamos monstruos en las películas, en los libros y en los videojuegos.
Drácula, Frankestein y La momia renancen en el cine que sucede a la crisis de 1929. Una década más tarde, películas como Yo anduve con un zombi, La mujer pantera o El hombre lobo cautivan a los espectadores durante la II Guerra Mundial. Frente a la soledad, la incertidumbre, la crisis y la barbarie, encontramos alivio en los monstruos.
En la televisión contemporánea triunfan series como The Walking Dead, retrato del colapso de la civilización, y American Horror Story, difícil de concebir fuera de la crisis inmobiliaria. Podría ser peor una plaga de zombies, pensamos, o tener una casa ocupada por fantasmas.
Si eres escritor y buscas un tema, piensa en monstruos (cuánto más irreales, mejor). Hitchcock dijo que toparse con un tipo que está dispuesto a pegarte un tiro para quitarte tu cartera, era lo más terrorífico que podía concebir en el mundo real; por eso, él escogía para sus películas asesinos ajenos a la realidad.
También hay personas que rechazan el cine y las series de terror. Da miedo no llegar a fin de mes, dicen. Ve uno las noticias y pierde las ganas de todo, dicen. Tienen razón. Hay otras historias para refugiarse. La comedia es otro género que se gana al público en tiempos difíciles. Reir o asustarse con monstruos de mentirijillas, o las dos cosas a la vez. La evasión, aunque sea por cincuenta minutos, es necesaria.