Son un puñetazo a la mandíbula en colores pastel. Las ilustraciones de Morbix también son duras, divertidas y un poco punkis. Están reflejadas en tonos suaves, principalmente rosas y azules. «Me gusta el contraste de un contenido ácido disfrazado con ese toque infantil o amistoso», explica el autor. «Es un poco como el payaso de McDonald’s, que pretende ser entrañable, pero sabes que detrás de esa sonrisa hay mucha maldad, dolor, malas digestiones y asesinatos».
Ronald McDonald tenía su cara blanca y su peluca roja, Morbix en cambio tiene una careta azul. Se la regalaron un día de fiesta y se la pone para posar en sus fotos. No le gusta subir selfis en las redes sociales, prefiere darle importancia a lo que hace y no a su aspecto físico, aunque al final la careta ha acabado convirtiéndose en un elemento que lo define. «También es algo simbólico», añade, «para diferenciar el ser despiadado que dibuja de la tranquila y tímida persona que soy».
Lo cierto es que Morbix puede ser despiadado, pero también divertido. Lo explica, quizá, el hecho de que se inspire para dibujar en fobias personales, odios y comportamientos sociales que no acaba de entender. El amor desmedido por los perros, por ejemplo, el consumo ingente de cerveza («es un fenómeno social del que no tengo el placer de disfrutar mucho», confiesa) o la obsesión con las redes sociales y el postureo. «Los analizo y los intento convertir en humor», explica. «Es como el Google Translate pero los idiomas serían “odio” y “humor”».
Morbix escupe titulares y frases lapidarias a ritmo de metralleta. Tiene las ideas muy claras y las dice con una contundencia indiferente. A fin de cuentas, explica, esta máxima también es la que sigue en sus viñetas. «En verdad lo que me mueve es lo que me hace gracia a mí, sin más. Y me da igual que no pueda hacer gracia al resto». Por eso, defiende, a veces se ríe con sus propias viñetas y califica el proceso de «terapéutico».
Podría parecer, con estas aseveraciones, que Morbix está de vuelta de todo, que no le importa nada y es impermeable al público, pero estamos hablando de la forma y no del fondo de sus mensajes. En sus ilustraciones, más allá de anécdotas divertidas, humillantes o costumbristas; podemos ver mensajes muy combativos, que abordan temas como el feminismo, la crisis, los medios o la política, aunque en este último caso de forma tangencial y obligado por las circunstancias.
«No me siento cómodo ni me gusta hacer viñetas sobre política», confiesa el ilustrador. «Lo que pasa es que estos meses está siendo tan intenso el monotema que ha sido inevitable, y más siendo yo catalán. He estado cuatro meses con un helicóptero de la Policía sobrevolando mi mollera, como si me amenazara en plan: “¡Haz viñetas sobre el conflicto, imbécil, no tienes escapatoria y lo estás deseando!”. ¿Esto que acabo de decir ya es política? Vaya, un par de seguidores menos».
[pullquote author=»Morbix» tagline=»Ilustrador»]Creo que no debería verse el humor como un enemigo del feminismo, sino como un aliado o compañero de viaje [/pullquote]
Morbix no tiene miedo, no tiene filtro y tiene talento. Estos tres factores dan como resultado unas ilustraciones frescas y desprejuiciadas. Sin embargo hay un tema que si intenta observar de forma más reflexiva: el feminismo. «Mi percepción ha cambiado una barbaridad desde hace un par de años», explica. Este cambio ha surgido a base de leer artículos de mujeres feministas (mujeres como Ana I. Bernal, Ana Belén Rivero, @chiclett4you, Feminista Ilustrada, Barbijaputa, Flavita Banana, por citar unas pocas). En poco tiempo asegura haber aprendido mucho sobre un mundo que desconocía, y sospecha, aún le queda mucho por conocer. Por eso, dice, si hay unas críticas a las que siempre está abierto son las feministas.
Este discurso combativo no ha impedido que haya salido en defensa del youtuber Jorge Cremades cuando se intentó boicotear su obra de teatro, o del humorista Ignatius Farray cuando publicó un tuit riéndose de las manifestaciones feministas muy criticado en redes. Y es que otra de sus grandes obsesiones es la censura y los límites del humor.
«Siempre digo que confío en una sociedad capaz de no poner límites al feminismo y al propio humor, por crudo que sea», explica. «Sé que es difícil, sé que el machismo mata y el humor no (a pesar de que para algunos jueces merece más castigo un chiste que una agresión sexual), sé que el machismo está en cada rincón de nuestra sociedad y el humor no (aunque podría), sé que el feminismo es más importante que el humor… Pero también creo que no debería verse el humor como un enemigo del feminismo, sino como un aliado o compañero de viaje».
Al llegar a este punto el lenguaje irónico del ilustrador se matiza, se ralentiza y gana en reflexión. En este caso, Morbix ve fundamental diferenciar entre qué es humor y qué no. «Pablo Motos baboseando y piropeando a sus invitadas no es humor», asevera. «Da igual que lo haga en un programa de humor. Da igual que la gente aplauda. Da igual que dos hormigas de peluche se rían. No es humor, no tiene gracia y es una agresión. Ahora, y sintiéndolo mucho, creo que un vídeo de Jorge Cremades en el que se está creando una situación ficticia con una serie de actores, sí debería aceptarse como comedia. Por malo y repugnante que sea. A mí me parece horroroso su humor y no lo consumo».
Morbix tiene las cosas claras. Y las dice aún más claras. Siempre ha sabido que quería dibujar, lo que no tenía tan claro es que pudiera vivir de ello. Cuando tenía cinco años empezó su primer cómic. «Era de Aladdín, a lápiz, tenía un total de una página y estaba muy mal hecho», explica. «Recuerdo empezarlo con una ilusión desmesurada y a la quinta viñeta estar ya muy mal psicológicamente, ahogándome en mis lloros y con ganas de dejarlo todo en la vida. Supongo que estaba empezando a acostumbrarme a que no me fueran a pagar por mi obra», recuerda con ironía.
Desde hace poco, tiene que empezar a acostumbrarse a que sí lo hagan. Aunque su éxito se haya fraguado en Internet, Morbix tiene publicados dos libros: Shof (Libros de Autoengaño) y Amanda, Steven, casas ajenas y otros sucesos dramáticos (autoeditado). Este último apuesta por viñetas mudas acompañadas de un texto corrido que sigue la ilustración. «Hay mucho texto y digo muchas idioteces, como en los stories que suelo hacer en instagram», explica el autor. Pero lo cierto es que sus idioteces hacen reflexionar. Y lo más importante, hacen reír.
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