Ocurre que no siempre es lo académico lo que se plasma en un trabajo creativo. A veces, lo salvaje, lo molesto, lo provocador, lo selvático es la base para llamar la atención a la hora de transmitir un mensaje. Mr. Bratto llevaba años experimentando en fanzines o con los carteles de su grupo, Los Ass-Draggers.
Una vez cerrada la etapa fanzinera abrió un peculiar e imperdible bar en Malasaña, el Weirdo, y tocó hacer el ejercicio de publicitar y homenajear a los DJ que ejercían en su bar. «Llevo ejerciendo como ilustrador desde mi más tierna edad pero siempre de forma manual con rotuladores acrílicos o lo que cayera en mis manos. Pensé que este concepto de cartel chatarril era la mejor forma de dar caché a nuestros amados pinchadiscos, esos héroes de nuestro tiempo que trabajan 26 horas al día y duermen en la calle cubiertos con un cartón lleno de vómitos de un vagabundo», explica Bratto.
Así es como trabaja el ilustrador hostelero, por impulsos, a partir de una vasta colección de imágenes peculiares que lleva coleccionando desde hace más de 30 años; con una meada en los tobillos de los preciosistas.
Dice que lo digital le da pavor y que es plenamente partidario del trabajo a mano. «Gracias a la inestimable ayuda de hermanos y maestros como Oky Von Stoky o Mik Baro he aprendido pequeños trucos que me sirven para defenderme. Procuro complicarme la vida lo menos posible, busco el golpe de efecto más que nada».
Por eso, el humor y no la técnica es el vehículo referencia de la casa. Mr. Bratto afirma que si tiene alguna influencia, es la de las «viejas fotonovelas cutronas o una sección de la revista americana Cracked en la que cogían imágenes de películas de terror, históricas o lo que se terciase y le añadían un bocadillo con una frase descacharrante».
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