Hace unos meses el ilustrador Mr. Bingo se reunió con varios agentes de la editorial Penguin Books para tantear la posibilidad de publicar un libro. Una semana más tarde y sin tener todavía respuesta, Mr. Bingo les escribió cuatro postales. En las tres primeras despotricaba sobre su profesionalidad, su personalidad e incluso sobre la comida que le habían ofrecido durante la entrevista. La cuarta y última postal la dirigió a toda la empresa. En ella había dibujado un pingüino decapitado sobre un lema claro y conciso: Go fuck yourselves.
Dos semanas más tarde, los agentes de Penguin Books se pusieron en contacto con Mr. Bingo para decirle que estaban encantados y que seguían adelante con el proyecto. El libro, efectivamente, acaba de salir al mercado. Se llama Hate Mail y es una recopilación de postales llenas de odio inocuo. “Algunos me dijeron que fue una maniobra arriesgada”, comenta ahora Mr. Bingo sobre las cuatro postales remitidas a Penguin Books, “pero quería asegurarme de que entendían el proyecto. Si lo pillaban perfecto. Si no, no podríamos trabajar juntos”.
Pero esta historia no se fraguó en los despachos de una editorial. El proyecto de Mr. Bingo comenzó en su salón mucho antes, con un ordenador encendido y unas cuantas copas de más. En este contexto Mr. Bingo envió un tuit al ciberespacio. “Enviaré una postal ofensiva a la primera persona que conteste a este mensaje”, rezaba.
La combinación de Twitter y alcohol suele dar como resultado el ridículo en su vertiente más exhibicionista. Normalmente acaba con aspirinas, litros de zumo y un exterminio discriminado de tuits, pero en el caso de este inglés de 30 años terminó en un proyecto artístico que no acaba de tocar techo.
Después de mandar la primera postal a un tal Johnathan, la cosa se empezó a hacer grande. “Colgué una foto del primer ‘hate mail’ y la respuesta fue tan buena que pensé que tenía que convertirse en un servicio”, rememora Mr. Bingo desde su estudio londinense.
Y así fue cómo este ilustrador empezó a cobrar cinco libras por mandar postales con los insultos más ofensivos y los dibujos más surrealistas. Llegó a mandar hasta cuatrocientas. Sorprendentemente, el odio vende. Vende incluso más que el amor, básicamente, porque es más divertido. “Bueno, puede serlo”, matiza Mr. Bingo. “El amor no lo es; así que no estoy interesado en él. Quiero decir: me gusta el amor para mi vida, pero no quiero trabajar con ese concepto”.
Desde su nombre (que viene de una buena racha en el popular juego del bombo) hasta su trabajo, Mr. Bingo se toma la vida como un juego. “Está bien que los diseñadores se tomen en serio a sí mismos; simplemente no es la forma en la que yo hago las cosas; mi trabajo es entretener y divertir”. Con esta idea en mente dibuja por igual pollitos con enormes penes, pelucas de personajes famosos o viñetas para publicaciones como TIME o Washington Post. Sin embargo, ha sido Hate Mail el proyecto que más fama le ha dado.
El secreto de su éxito puede radicar en “la diversión que encuentra la gente en que la insulten” o en el contraste entre la foto de la postal y su contenido. “Me gusta la yuxtaposición de las imágenes dulces y entrañables en el anverso y el horrible mensaje del reverso; añade humor”, sentencia convencido el artista. Pero lo más irónico es que Mr. Bingo no odia realmente a nadie. “La verdad es que es un sentimiento muy fuerte, no puedo decir que lo sienta contra nada ni nadie”, resume lacónico.
Aunque no lo parezca, el odio también tiene sus reglas. El contenido de las postales es completamente aleatorio, no se aceptan sugerencias, los destinatarios deberán dar una dirección del Reino Unido y, como reza su página web, “Mr. Bingo no será responsable de cualquier daño mental o pensamiento suicida que el remitente pueda tener después de haber recibido un hate mail”.
De momento, esto no ha sucedido. Nadie que él sepa se ha tomado a mal una postal suya. Puede que sea porque lo hace desde el desconocimiento, lo que permite insultar sin ofender. “Es más fácil atacar a un extraño que a alguien que realmente conoces”, dice Mr. Bingo.
“No sabes cómo son o qué defectos pueden tener, así que puedes soltar lo que quieras sin sentirte culpable”. Tampoco él se ha ofendido cuando cientos de fans le han enviado insultos en forma de cartulinas sulfatadas de 10 x 15 centímetros. Es más, le gusta.
“Si pudiera enviarme un hate mail a mí mismo, me escribiría: ‘NO ERES TAN BUENO COMO CREES’”, comenta divertido. Puede que lo acompañara de un dibujo de dudoso gusto ascético pero de un gran estilo estético. Aun así, por una vez, podríamos decir que ha errado en el mensaje.