Semanas atrás hablamos de barbas, sombreros raros y creatividad. Algunas lectoras se mostraron dispuestas a dejarse la barba aunque dijeron «no» a los sombreros. Pero las barbas y los sombreros no son necesarios para crear mundos de fantasía. Mary Shelley, Marion Zimmer y J. K. Rowling son ejemplos de creatividad y determinación por adentrarse en géneros literarios considerados «cosas de hombres».
De Mary Shelley, de Marion Zimmer Bradley y de J. K. Rowling y de cómo llegaron a concebir sus mundos, hablamos en esta entrada.
Mary Shelley crea el género de la ciencia ficción con Frankenstein o el moderno Prometeo en 1818. Sin embargo, sólo recientemente se ha llegado a considerar que la ciencia ficción y la fantasía escrita por mujeres están a la altura de sus colegas masculinos.
179 años después de la publicación de la obra de Shelley , Bloomsbury Publishing pide a Joanne Rowling que utilice un seudónimo si quiere publicar el primer libro de Harry Potter. Los nombres de R. R. Tolkien y C.S. Lewis pesan demasiado, y se trata de no espantar a los niños y los adolescentes del género masculino. Por su parte, Marion Zimmer publicó parte de sus novelas y relatos bajo distintos seudónimos masculinos, hasta consagrarse con la saga Darkover.
Conviene destacar que tanto Shelley, Zimmer como Rowling, crean sus primeras obras entre penurias económicas, embarazos y el cuidado de niños. Carreras literarias nacidas a trompicones e interrumpidas muchas veces por lo doméstico y las vicisitudes del matrimonio.
También es curioso que Frankenstein, y el primer Harry Potter nacieran en medio de un viaje, como si los vehículos impulsaran las ideas.
MARY SHELLEY
Mary Shelley cuenta en la introducción de Frankenstein (edición de 1831), en cartas y otros textos que la “la invención surge del caos”. Mary Shelley no utiliza un método específico para crear. Como hija del Romanticismo considera que la imaginación es un don que se tiene o no se tiene. Sin embargo, la alimenta con cuanto libro cae en sus manos, da paseos por jardines escondidos y por bosques donde imagina criaturas, visita castillos y está al tanto de los avances científicos de la época.
Como muchos lectores sabrán, la creación de Frankenstein tiene su origen en la propuesta de Lord Byron de escribir una historia de fantasmas para ocupar las horas de verano en Ginebra. (El matrimonio Shelley, cargado de deudas, estaba invitado por Byron).
Mary Shelley se afana en vano hasta que en una pesadilla, según relata, se le presenta el monstruo y el estudiante de medicina. En ese momento, Shelley recrea las posibilidades del galvanismo, corriente científica que pretendía reanimar cuerpos mediante la electricidad. Por otra parte, los estudiosos especulan que Victor Frankenstein está basado en el polémico alquimista Johann Conrad Dippel, que nació y vivió en el castillo de Frankenstein de Alemania, y que Mary Shelley visitó.
El monstruo es la primera criatura de ficción creada sin intervención divina. Con ella, Mary Shelley también cuestiona que la Ciencia pueda convertirse en la salvación de la Humanidad (un pensamiento romántico); al contrario, los avances científicos pueden llegar a ser peligrosos y alienar a las personas. Esta concepción de la Ciencia lleva a Mary Shelley a mirar al siglo XXI y a sus epidemias en la novela El último hombre.
MARION ZIMMER
Esta prolífica autora (75 libros), creadora de varias revistas, mentora e impulsora del movimiento fandom, cuestiona los talleres de escritura creativa, a los profesores de escritura (vendedores, los llama, más que escritores), las fórmulas y los trucos para crear.
Para Zimmer, el secreto de la creatividad es la determinación: «simplemente hay que pegar los pantalones a la silla«, y no levantarse hasta haber terminado la tarea autoimpuesta. No valen excusas: «La creatividad tiene que encontrarte trabajando cansada, aburrida o con 39 de fiebre» escribe Zimmer.
Esta escritora piensa que el único viaje necesario es al interior de la mente, y derribar todo lo que hay dentro de ella.
J. K. ROWLING
La creadora de Harry Potter habló en Harvard de los beneficios del fracaso y la importancia de la imaginación.
J. K. Rowling se encontró en un momento de su vida cumpliendo las peores autoprofecías (sin marido, sin empleo, sin dinero, sin futuro, y con un bebé). Ella dice:
«El fracaso significa un despojo de lo no esencial. Dejé de fingir lo que no era y dirigí mi energía a terminar la obra que sólo me importaba (…) Si hubiera realmente tenido éxito en todo lo demás, nunca hubiera puesto determinación en tener éxito en lo que creía que debía hacer (ser escritora). El fracaso trajo libertad (…) Todavía estaba con vida, tenía una hija a la que adoraba, una vieja máquina de escribir y una gran idea. Y esto se convirtió en una roca sobre la que reconstruir mi vida».
En su discurso en Harvard, J. K. Rowling alienta a utilizar la imaginación, por encima de la experiencia, para mejorar nuestras vidas.
(Mary Shelley, de Marion Zimmer Bradley y de J. K. Rowling, ejemplos de creatividad y tesón. No es necesario caer en la pobreza para utilizar la imaginación. Podemos partir de unos puestos más arriba…