Hay personas capaces de ahorrar para poder comprarse una hucha. O de someterse a una estricta dieta para poder permitirse un Banana Split los sábados.
Un enorme anuncio de The Walking Dead fue colocado junto a una casa de pompas fúnebres en Consett (al norte de Manchester). Los enterradores elevaron la previsible queja y el panel publicitario fue retirado una semana después, pero la noticia y la fotografía dieron la vuelta al mundo. ‘What make us human?’ rezaba la publi de la serie, y a la vuelta de la esquina podía leerse ‘The co-operative Funeral Care’.
‘Restaurantes contra el hambre’ es una de las iniciativas más espeluznantes que este cronista recuerda. Su torticero eslogan es ‘Alimenta tu solidaridad’. La organiza Acción contra el Hambre y la apoya la Federación Española de Hostelería con el patrocinio de Atún Calvo. La imagen no puede ser más surrealista. Un niño africano, no del todo esquelético, se lleva una cuchara a la boca procedente de un cuenco. La idea es sencilla: vaya usted a un restaurante caro, pague una cuenta con la que podrían vivir tres-familias-de-no-se-sabe-dónde-durante-un-mes y un tanto por ciento de su esfuerzo irá destinado a financiar el organigrama burocrático de una ONG multinacional. ¿Quién ha ideado esa campaña? ¡Que se entregue!
Es frecuente en estos días de noticias económicas aviesas, en las que la banca juega un papel protagonista, leer en el periódico algún titular sobre sus abusos y componendas y, a pocos centímetros, encontrar una inserción publicitaria del sector financiero, si no del mismo banco que se vitupera en la información, de alguno de su grupo exaltando sus virtudes. ¿Es casualidad o perversión del maquetador? ¿O, peor aún, el anunciante ha pagado por ese emplazamiento en concreto?
Pero no hay nada tan abyecto como ver a los miembros de la ‘realeza’ (signifique eso lo que signifique) fotografiados en algún poblado africano y acariciando (con no siempre bien dismulada repugnancia) la pelada cabeza de algún niño desnutrido. El clímax de este comportamiento detestable lo sublimó Diana de Gales, que alternaba esas sesiones de fotos con otras a bordo de su yate en el Mediterráneo (quien dice Diana, dice Letizia, Rania, etc.). No es de extrañar que su mejor amigo fuera Elton John, que se gasta unas noventa mil libras esterlinas anuales en flores y lo justifica así: “Sí; me gustan las flores, ¿qué tiene eso de malo?”.
Ver en las páginas de Semana o de Lecturas (por cierto, curioso nombre para una revista en la que no hay nada que leer) a las famosas y famosos rodeados de menesterosos y desgraciados, siempre en lugares remotos (nunca en España o en el barrio de al lado, donde también hay necesidad de tantas cosas), que miran a la cámara como disculpándose, o que observan a sus benefactores con una mezcla de incomprension y devoción religiosa, es una experiencia que no debería trascender las peluquerías o las salas de espera de los dentistas.
Si la hucha es de diseño y tiene cristales Swarovski bien podemos pedir un crédito para adquirirla a plazos y llenarla después con calderilla.
Para ahorrar.
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Antonio Dyaz es director de cine
Foto: M.a.r.c Flickr bajo licencia CC
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