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Creatividad

mur0ne, el renovador de ciudades

mur0ne, con Íker Muro como nombre inscrito en el Registro civil, no estaba destinado a dedicarse a lo que hace porque nadie lo está. Todos, en mayor o menor medida, somos dueños de nuestro destino. Sin embargo, su apellido habría permitido una interesante sarta de teorías cercanas al esoterismo.

El caso es que mur0ne terminó acarreando latas de pintura por todo el mundo y tratando de convencer a los vecinos que le veían pintar del valor de su trabajo, a pesar de que alguna de sus propuestas fuera discutida porque, como decía una señora, «parece una obra de Picasso».

Esa crítica era solo un síntoma del poder que tiene el arte urbano para interactuar con la ciudad y con quien la habita. mur0ne dice que el mérito del artista que trabaja en la calle está en «acercar al individuo a una visión artística del entorno, sin pretensiones, sin discursos. Ponemos nuestro grano de arena en el desarrollo de las ciudades y eso impacta. Desempeñamos un valor vinculado al diseño de las ciudades, transformamos lugares que han pasado inadvertidos y les damos valor».

Fue en el año 2000 cuando se disparó el chispazo en la cabeza del diseñador e ilustrador tinerfeño, en viajes a Berlín, Barcelona o Lisboa. mur0ne sobrentendió que la estética tiene una influencia decisiva sobre el escenario en el que se sitúa. «Tomé conciencia del poder que tenemos para transformar nuestro entorno. Éramos libres de tomar las calles, de hacerlas nuestras. Había una frescura y un ejercicio impulsivo de dejar tu impronta, de pasarlo bien, de conocer gente y de colorear la ciudad. Por un espacio de tiempo fuimos muy libres de pintar sin problemas ni multas», explica el artista.

mur0ne cuenta que su anhelo creativo no iba detrás de obras con trasfondo. La inmediatez de lo directo era atractivo suficiente. «La sensación de satisfacción al transformar espacios en estado de abandono y deterioro caló profundamente en mí y decidí continuar por ese camino». Sin más.

Con el arraigo de la burocracia en los muros de los ecosistemas urbanos, se ganó en orden y se perdió en espontaneidad. En estos tiempos, las ciudades programan esas transformaciones a través de yincanas administrativas. Por suerte, al final y vistos los resultados, parece seguir mereciendo la pena zambullirse en papeleos desasosegantes si lo que cuenta es el resultado final.

Así, el canario pasó de bombardear muros con muñequitos a buscar muros para llenar de propuestas gráficas que los llenasen. Y de ahí, a que ayuntamientos, gestores culturales y propietarios le reclamen desde todo el mundo para mejorar el aspecto de las ciudades.

mur0ne, que ha cubierto paredes de Europa, Asia, África y América, dice que «el mayor reto es adaptarse a la falta de medios de países económicamente más desfavorecidos. En Indonesia o Senegal estas diferencias se hacen evidentes y el sacrificio es mayor». Con todo, señala que prefiere volar lejos de Occidente por cuestiones de aprendizaje humano.

En la actualidad, el tinerfeño ha desarrollado una obsesión por la geometría y la abstracción. «Pinto, borro, corrijo y vuelvo a pintar. La inmensa mayoría de las veces mis intervenciones son como un parto o un combate de boxeo contra mí mismo», cuenta. «En el ecuador del proceso hay un punto en el que las dudas desaparecen y veo claro cómo quiero que la pieza termine. Ahí es donde más disfruto. Subo la música y vuelvo a la carga».

Por David García

David García es periodista y dedica su tiempo a escribir cosas, contar cosas y pensar en cosas para todos los proyectos de Brands and Roses (empresa de contenidos que edita Yorokobu y mil proyectos más).

Es redactor jefe en la revista de interiorismo C-Top que Brands and Roses hace para Cosentino, escribe en Yorokobu, Ling, trabajó en un videoclub en los 90, que es una cosa que curte mucho, y suele echar de menos el mar en las tardes de invierno.

También contó cosas en Antes de que Sea Tarde (Cadena SER); enseñó a las familias la única fe verdadera que existe (la del rock) en su cosa llamada Top of the Class y otro tipo de cosas que, podríamos decir, le convierten en cosista.

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