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Muro por zona


En 1948, cuando los comunistas accedieron al poder en Checoslovaquia, uno de los grandes perjudicados fue el escritor Vlamidir Holan puesto que le prohibieron seguir publicando sus poemas. La acusación del estado era de “formalismo decadente”, y la respuesta de Holan fue mostrar su indignación encerrándose en su casa de Kampa, una de las islas del río Moldava, echando las cortinas y cambiando sus horarios: dormía de día y vivía de noche. “Muro por muro”, escribió.
La reacción de Holan podría parecer una especie de “cesión” ante lo que le ocurría, un abandonar el mundo para no encontrarse con la barbarie que lo había rechazado. Sin embargo, durante sus años de encierro, Holan escribió sus libros más importantes. Desde su casa cerrada a cal y canto pudo cumplir la obligación que, según él, tenía todo artista verdadero: “Cambiar el mundo y crearlo de nuevo, ya sea por la fuerza de su humildad como por la fuerza de su rebelión”.
He pensado mucho en la historia de Holan. No solo cada vez que he leído su poesía me ha venido a la mente; cada vez que suelo encontrarme con un “muro” la recuerdo. Hoy, los excluidos no son tan excepcionales como él, y nos rodean por todos lados. Nosotros mismos vivimos en el límite de la exclusión casi todo el tiempo; podríamos perder nuestro trabajo, tener que alejarnos de nuestro país o nuestra familia o, simplemente, podríamos ser rechazados amablemente por una visión dominante de cómo hacer las cosas.
Lo curioso es que, cuando pienso en la historia de Holan, no pienso en alguien resentido que ofrece la misma respuesta embrutecida al entorno, ni siquiera en alguien que haya intentado volver a ser admitido por la sociedad que lo condenaba. Lo que me viene a la mente es alguien que se separa de un entorno hostil para poder seguir produciendo el trabajo que está destinado a hacer, incluso mejor que antes, cuando ese entorno lo aceptaba.
Sin ánimo de corregir a un gran poeta, la frase “Muro por muro” no me parece exacta.
Más bien creo que la frase debería ser “Muro por zona”.
La zona es, según el gran educador Sir Ken Robinson, el lugar “donde convergen todas nuestras capacidades con la realidad en la que estamos viviendo”. La percepción del mundo desde nuestra zona es armónica y hace que todo funcione. Para llegar a ella, hay que descubrir nuestro verdadero potencial y estar dispuesto a desafiar la forma estandarizada de hacer las cosas.
Creo que echarse a andar por este camino es la única forma de acabar con todos los muros que nos rodean; si todos los seres humanos, las instituciones y las empresas, encontráramos eso que hay dentro de nosotros y que nos hace únicos, podríamos lanzarnos de lleno a “ser eso que somos” y vivir y actuar de una forma realmente plena.
Ya no dependeríamos de ser aceptados o no por el entorno. Habríamos incorporado una forma de actuar que es propia, única, y que nace de la íntima conexión con nosotros mismos y con todo aquello que somos capaces de hacer.
Constantemente en la vida se nos van a aparecer enfrente “muros” para que no podamos expresarnos, para que no podamos seguir, para detenernos. Tal vez tengamos que dejarlos de ver como obstáculos para reconocerlos como una guía más a la hora de encontrar nuestra zona.
Julio Wallovits es director creativo de La Doma
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