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Música, ratas y un maravilloso catálogo de libros rarísimos

Un investigador del fenómeno estrambótico no puede por menos que maravillarse cuando se topa con Música y ratas, un librito de cubierta rosa que reproduce un alucinado experimento escolar: cuatro alumnas de ESO de un colegio de Gran Canaria sometieron a varios grupos de roedores a sendas audiciones de otros tantos estilos musicales, a saber: rock duro, ritmos latinos, cantos gregorianos y –nobleza obliga– isas canarias, registrando durante el experimento la evolución de las constantes vitales de los animales: pulso, nivel de azúcar en la sangre, peso y agresividad.


En sí mismo, el estudio es fascinante, pero aún me asombró más que un editor en su sano juicio (en principio) se hubiera interesado en publicarlo. Pregunto a los encantadores dueños de la Galería Alegría de Lavapiés por la filiación de semejante kamikaze de la edición, y mi asombro torna en estupefacción al comprobar que la colección de Belleza Infinita incluye títulos tan improbables como Los pitufos vascos, un tomo de 400 páginas color azul pitufo que reproduce los delirantes tebeos que un tal Piru dibuja y vende fotocopiados por los bares, tiendas y oficinas de Bilbao, a razón de un euro las cuatro páginas. «¡La autoedición en estado puro! En los originales, las cuatro primeras historietas utilizaban papel azul. Y una noche, en la piscina, tuve la idea de todo el libro azul. Fue un momento místico, ja, ja», me cuenta por teléfono Garikoitz Fraga, comandante en jefe de Belleza Infinita
Mi favorito en la escala de libros extremos es, sin embargo, la insólita serie Bla Bla, que firma 1+1=1+1 (seudónimo de Roberto Equisoain) y que consiste, agárrense los machos, en una mutación de títulos canónicos de la literatura en las que cada sílaba ha sido reemplazada por un «bla». Así, el Génesis (‘Blablabla’), La metamorfosis, de Kafka y las Veinte canciones de amor y un poema desesperado, de Neruda (los tres títulos que han aparecido hasta la fecha) se convierten en una yerma riada de «blas». El editor –quien confiesa que comprobó sílaba a sílaba la equivalencia entre los originales y la transcripción– considera que la serie homenajea el libro como objeto, más allá de su contenido: «En el de Neruda hemos imitado la tipografía, maquetación y encuadernación de una edición de Seix Barral. Y el Génesis tiene hasta los cantos dorados… Como de costumbre, la Biblia es lo que mejor se vende y la poesía, lo que menos», apostilla.
Otros títulos asombrosos de la editorial son el famoso Pornotapados (reinterpretaciones cotidianas sobre páginas de revistas porno), de Paloma Blanco; Violencia y Terror, una selección de las pesadillas que dibuja Rubén Garzas en su garita del instituto de Getafe donde trabaja como bedel, y el superventas de la casa: el imprescindible Hervir un oso, primer y mejor libro del niño prodigio del humor Miguel Noguera, mano a mano con su amigo Jonathan Millán, con una edición mucho más bonita que la de su sello actual.
¿Cuál es el vínculo común de todos estos títulos? Según Fraga, se trata de publicaciones artísticas que tratan de salir de su circuito habitual: «Algunos de los libros están pensados como obras de arte en sí mismos. En el mundo del arte lo habitual son los catálogos y las ediciones artesanales, de ejemplares únicos o tiradas limitadas, solo comercializadas en ocasiones y lugares especializados, para un público muy reducido, con los precios del mercado del arte. Belleza Infinita edita y produce libros inéditos, imprimiéndolos industrialmente en tiradas ilimitadas para distribuirlos en muchos y diversos puntos de venta, con precios ajustados al mercado del libro que los hagan accesibles a cualquier interesado».

Tal vez alguien pueda pensar que publicar libros como Música y ratas o la serie Blabla es una frivolidad, amén de un dispendio de recursos humanos y forestales, pero lo cierto es que son una de esas pequeñas cosas –como el confeti, las bromas telefónicas o los chistes de gangosos– que hacen que la vida merezca la pena.
El lector atento se preguntará qué pasó con esas ratas que dejamos en las Canarias, torturadas con sesiones de 14 horas diarias de Judast Priest o Los Sabandeños. Pues bien, los roedores que escucharon isas canarias y heavy se volvieron agresivas (convirtiéndose en fieras destructoras de papel), en tanto que las sometidas a cantos gregorianos perdieron peso, y las del bailódromo latino bebieron muchísima agua. Estos resultados –advierten las jóvenes investigadoras– no son extrapolables al género humano.
(Ningún animal fue maltratado durante la elaboración de este artículo).

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