Mark Prensky publicó en 2001 un artículo titulado Digital Natives, Digital Inmigrants, en el que hablaba de nativos digitales e inmigrantes digitales.
Con nativos digitales se refería a un nuevo tipo de estudiante que iba apareciendo en las instituciones educativas que en lugar de imprimir un documento para revisarlo lo anota en pantalla y para el que imprimir un correo electrónico para quedarse con una copia en papel es algo impensable.
Usaba la expresión para diferenciarlos de aquellas personas a las que denominaba inmigrantes digitales que, por el contrario, son perfectamente capaces de imprimir un correo, y que por norma general suelen corregir las cosas en papel y no en pantalla.
Pero con el tiempo la expresión nativo digital ha perdido ese significado y ahora se usa para denominar a aquellos nacidos a partir de un momento indeterminado, probablemente a mediados de los 90, quienes supuestamente acostumbrados a la presencia de ordenadores y otros dispositivos digitales en sus vidas no necesitan que nadie les enseñe a utilizarlos, lo que en la opinión de los que firmamos este artículo, y de muchas otras personas, es un error de bulto.
Pero si bien es cierto que no le tienen el respeto –o quizás miedo en algunos casos– que los que hemos crecido sin ese tipo de acceso a ordenadores e internet también lo es que no es verdad que sepan hacer un uso correcto de esas herramientas.
¿Acaso por nacer en una familia que hable español dominamos el lenguaje? ¿No hemos aprendido nada de la cantidad de analfabetos funcionales que produce nuestro sistema educativo?
Pues con los supuestos nativos digitales pasa un poco lo mismo. Basta con rascar un poco por debajo de la superficie para ver que en realidad no todos los jóvenes son esos supuestos «nativos digitales», ni mucho menos.
Muchos de ellos si los sacas de Instagram, Snapchat o YouTube o de los programas que utilizan para descargarse música y películas, son tan patosos como el que más. Tampoco tienen ni idea de sus derechos y deberes en esta era digital.
Y eso sin ponernos a hablar de su falta de criterio a la hora de buscar información en internet. Se van a Google y aunque puede que no pulsen el botón «Voy a tener suerte» se quedan con el primer resultado que encuentran y no se preguntan por qué está ese resultado ahí, quién lo ha puesto y con qué intenciones, y tan siquiera se preocupan de buscar otro punto de vista, a pesar de que lo tienen más fácil que nunca en la historia.
Claro que esto tiene mucho que ver con la falta de enseñanza del pensamiento crítico, otro de los males endémicos de nuestro sistema educativo.
Pero ojo, tampoco entendemos las clases de informática en los colegios e institutos, no al menos como están planteadas en la inmensa mayoría de los casos. Igual que no tenemos clase de lápiz una vez que hemos aprendido su manejo básico, tampoco tendría que haber clases de informática: habría que integrar los ordenadores en el aula como una herramienta transversal más, y también habría que dar formación a los profesores: las inversiones multimillonarias en ordenadores no sirven prácticamente para nada a menos que los profesores sepan sacarles partido.
Y tampoco los padres salen muy bien parados en esto: a menudo miran para otro lado en cuanto al uso de las mal llamadas nuevas tecnologías –se les viene llamando así desde ni se sabe hace cuánto tiempo– y esperan que sea en el colegio donde se eduque a sus hijos al respecto, cuando en realidad esa educación tiene que tener lugar sobre todo en casa, y probablemente empezando con la adquisición de las competencias digitales pertinentes por parte de los padres.
Nuestra preocupación como padres acerca de todo esto nos ha llevado a embarcarnos en la aventura de coordinar un libro que tiene como título provisional Los nativos digitales no existen, en el que «pesos pesados» de internet aporten su visión sobre la relación de los jóvenes con la tecnología y con la Red, con la idea además de que el libro sirva como guía para padres, profesores, orientadores, etc., muchos de ellos desesperados porque creen que sus hijos han perdido el norte con las redes sociales cuando lo que pasa es que en realidad están mucho más verdes en el uso de las TIC de lo que podemos pensar. A fin de cuentas, como dice Claudia Dans, autora de uno de los capítulos del libro, «Los nativos digitales no existen, son los padres»… O así debería ser.
Ya estamos recibiendo los primeros capítulos de este ilusionante proyecto, del que hablaremos el próximo 25 de febrero en Comunica2, el congreso internacional sobre redes sociales, un ámbito que ya es de extremada importancia para la comunicación de cualquier actividad y en el que muchos profesionales, incluidos algunos de esos supuestos nativos digitales que ya han terminado la universidad, están absolutamente pez.
Ilustración de portada: Ester Dus (@esterdus)