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NO FOMO, instrucciones para adorar tu verano

«¿Todos tenéis un barco?», preguntaba indignado en septiembre de 2018 el actor Brais Efe en un vídeo que subió a sus redes sociales. En el mismo, el intérprete se quejaba de que, de repente, todo el mundo parecía tener un yate, o estar pasando las vacaciones a bordo de uno, mientras que él contemplaba eso a través de Instagram desde su apartamento de Madrid.

El vídeo, que se hizo viral y acumula en Twitter más de 24.000 me gusta, revive cada año por estas fechas, y supone una de las representaciones más puras y divertidas del FOMO o Fear of Missing Out (miedo a perderse algo) que se han creado en español.

Para aquellos que todavía andan un poco despistados, el FOMO es, según José Ramón Ubieto, psicólogo clínico y profesor de la Universitat Oberta de Catalunya, «ese miedo a estar perdiéndote algo, a estar eligiendo mal. Te estás tomando un café en una terraza con tus amigos, desbloqueas el móvil, ves que alguien está de viaje y piensas “¿qué hago tomando un café? Tendría que estar de viaje”. Lo curioso es que luego, cuando el que está de viaje eres tú, ves cómo toman café tus amigos y preferirías estar con ellos».

Al estar tan emparentado con las actividades que hacemos en nuestro tiempo de ocio, podríamos aventurarnos a afirmar que el FOMO alcanza su máxima intensidad en verano, durante las vacaciones, el momento de no hacer nada por antonomasia. Este sentimiento tiene sus grados: para algunos puede ser algo muy leve, pero también puede afectar a la salud mental de otros mucho más de lo que podríamos pensar, provocándoles ansiedad, depresión… O simplemente no les dejar disfrutar de sus propios momentos de descanso que, aunque no transcurran en paraísos remotos, pueden ser incluso más satisfactorios que la playa más fotogénica del mundo.

LOS ORÍGENES DEL TÉRMINO

La expresión, que en unos años ha pasado del lenguaje de internet al vocabulario más común, tiene su origen a principios de la década pasada. Según contó el periodista Ben Schreckinger en la revista Boston, el acrónimo FOMO apareció por primera vez en un artículo académico escrito en el año 2000 por el experto en marketing Dan Herman. No obstante, durante unos años no salió del ámbito académico.

Según Schreckinger, la expresión se hizo popular en torno a 2004 al aparecer en un artículo de opinión del periódico Harbus, editado por los estudiantes de la Harvard Business School; y no fue por casualidad. Aquella generación de chicos y chicas privilegiados, tras el hundimiento de las puntocom y los atentados del 11 de septiembre, se habían dado cuenta de que la vida podía dar un vuelco en cualquier momento.

Por tanto, de forma quizá algo inconsciente, desarrollaron una actitud desesperadamente hedonista. Nadie sabía qué podría pasar mañana, así que por el campus, situado en la localidad de Cambridge, Massachusetts, se extendió una sensación de ansiedad por saber qué se estaba cociendo y dónde estaba la fiesta más divertida.

Pronto, los SMS, que estaban en plena expansión en aquellos tiempos, no fueron suficientes para mantenerse al día de todo, así que surgió la necesidad de nuevas herramientas que permitieran conocer en todo momento qué estaban haciendo sus amigos en todo momento y dónde. No es casualidad que, en ese mismo campus, un estudiante llamado Mark Zuckerberg fundara en febrero de 2004 una web a la que llamó thefacebook.

UN FENÓMENO MUY HUMANO SOBREESTIMULADO POR LAS REDES SOCIALES

«Obviamente, el FOMO no es un fenómeno estrictamente moderno, siempre ha existido», explica Laura Casas, periodista especializada en comunicación online y redes sociales. «Habitualmente, en la vida tenemos varias opciones y debemos optar por una. Las dudas respecto a si estamos eligiendo bien o si tendríamos que haber hecho otra cosa, se han dado siempre, tanto ahora como en la Atenas del siglo V a. C. Sin embargo, con el uso de las redes sociales, los efectos sobre la salud mental de estas dudas se han agravado, ya que gracias a ellas tenemos la posibilidad de ver qué hubiéramos podido hacer si hubiéramos elegido otro plan».

«Lo digital anula las barreras espaciotemporales», apunta Ubieto, «por lo que las oportunidades de comparar tus planes con los de otros, con otras vidas, reales o aparentes, con otras formas de estar y de generar esta especie de microenvidias, se han multiplicado de forma exponencial».

¿POR QUÉ NOS AFECTA TANTO?

Según Casas, muchos se descubrirán a sí mismos este verano mirando sin parar las actualizaciones de sus redes sociales, aunque estén de vacaciones. Dedicarán un tiempo considerable cada día a pensar lo que van a compartir en sus canales y cómo grabarlo o fotografiarlo, o se sentirán mal si ven a sus amigos disfrutar de algún plan al que no han podido asistir o, peor todavía, no han sido invitados. «Eso revelará que están sufriendo de FOMO», concluye la experta.

«Este fenómeno se produce por la importancia que tienen las redes sociales en nuestra vida», afirma Ubieto. «Estas nos atrapan en una espiral de satisfacción por mirar y por ser vistos y nos han creado la necesidad de tener una determinada personalidad en el mundo digital. El postureo y la exacerbación del narcisismo, sumados a la ilusión de que la vida que se expone ahí es igual a la vida real, hacen el resto».

¿CÓMO PODEMOS SUPERAR EL FOMO ESTE VERANO?

Según Casas, lo mejor para olvidarse del FOMO durante estas vacaciones es desconectar de las redes sociales, «escuchar la radio, coger un libro, meditar, practicar un deporte». Aunque en ocasiones eso no resulta sencillo. «Existen aplicaciones que podemos descargar y que nos avisan si hemos superado el límite de tiempo que nos hemos establecido para pasar en redes sociales, e incluso pueden bloquearnos el acceso», explica.

«Por supuesto, una opción más fácil es desinstalarlas de nuestro dispositivo durante los días de descanso. De este modo, podremos seguir tomando fotografías o vídeos cuando queramos, pero no los publicaremos hasta que volvamos a instalar la app».

Por su parte, Ubieto recomienda equilibrar las relaciones presenciales y virtuales, «generando relaciones más diversas en las que encontremos más satisfacción en lo que estamos haciendo y menos en lo que no estamos haciendo. Reencontrarse con el tipo de vínculos que las redes no pueden darnos», sostiene el psicólogo.

Para centrarnos en el ahora y el presente, apunta Casas, sería bueno pensar, por ejemplo, en lo que nos ha costado irnos de vacaciones y que tenemos que aprovechar viviendo el momento al máximo. También hemos de aceptar que no podemos estar en todo, con lo que es necesario ser sinceros con nosotros mismos y averiguar qué es lo realmente importante para nosotros. «Establece prioridades convenientemente y concéntrate en lo que verdaderamente te hace feliz», concluye.

Por Juanjo Villalba

Juanjo Villalba es escritor y traductor. Puedes seguirle en @juanjovillalba

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