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No habrá paz para la vinchuca

Esto es asqueroso pero necesario. La vinchuca es uno de los insectos más desagradables que habitan la superficie terrestre. Puede medir hasta dos centímetros; tiene seis patas, dos antenas y transmite el Mal de Chagas. La vinchuca es hematófaga, come sangre, como los mosquitos. La vinchuca tiene además la mala costumbre de hartarse y defecar apenas acaba de tragar. ¿De verdad que es necesario?

El problema de la vinchuca no es que chupe sangre, es que al deshacerse del excedente transmite el Chagas. Al cagar en la herida transmite el Chagas. Ni a ti ni a mí nos afecta, porque el Chagas es la enfermedad de los pobres y ni tú y ni yo somos ni seremos tan pobres. Me refiero a ser tan pobre como para vivir en una casa de adobe, o de paja, o de caña, una casa de una estancia entre habitación, cocina, baño y sala de estar.

La vinchuca se esconde en techos llenos de escondrijos. Espera a la noche y sale a comer y a picar a quien encuentre. Así actúa en Bolivia, Chile, Argentina, Brasil… La OMS calcula que hay ocho millones de enfermos en Centroamérica y América del Sur, con una población riesgo de 100 millones y 12.000 muertos cada año.

La doctora valenciana Pilar Mateo ignoraba todo esto. Hasta hace unos años, su campo eran los polímeros y su preocupación los artrópodos rastreros. Las hormigas, vaya, o las cucarachas, los bichos que llenan los quirófanos de bacterias. Trataba de desarrollar una pintura insecticida para las salas de operaciones, pero no daba con la fórmula. Creía llegar y se le escapaba de las manos, así una y otra vez. Pero perseveró y un día, de repente, dio con la respuesta. “Hay un verso del poeta alemán Novalis”, explica la doctora, “que dice algo así como que en la vida buscamos lo absoluto y lo incondicionado pero sólo encontramos cosas”.

La cosa que encontró la doctora Mateo fue el Inesfly, una pintura que libera poco a poco el insecticida y protege los quirófanos. El doctor Cleto Cáceres se enteró del hallazgo y fue a verla. Cáceres, oriundo de Bolivia, explicó a la doctora Mateo el problema del Mal del Chagas en su país. Le contó el sufrimiento de los guaraníes en el Chaco boliviano, cómo se les hinchan los ojos, los dolores abdominales, las arritmias y también la muerte. Le dijo que igual su remedio servía para ellos. Si podía alejar a las hormigas de los quirófanos, ¿por qué no a la vinchuca de las casas de paja? Dicho y hecho. La doctora Mateo y el doctor Cleto Cáceres prepararon sus maletas y volaron a Bolivia.

La científica valenciana recuerda aquello perfectamente. Fue en 1998, una noche en el Chaco. “Eran las 12 de la noche, llevábamos 14 horas conduciendo en el barro del camino y un grupo de mujeres guaranís estaba allí esperando. Cuando me hablaron del Chagas y del sufrimiento por sus hijos sólo pude llorar”. Se pusieron manos a la obra. La doctora y su equipo desarrollaron pinturas acordes a las casas de los guaranís y hasta la fecha han pintado más de 6.000.

La noticia cruzó fronteras. El Inesfly llamó la atención de los países vecinos y empezó a cubrir paredes en México, Colombia, Argentina, Paraguay y Ecuador. En Francia también se enteraron y se fueron a África a probarlo contra la malaria. En un zoológico de Costa de Marfil se libraron de la mosca tsé-tsé gracias al Inesfly.

La doctora Mateo sigue trabajando. No acabará hasta que devuelva “la autoestima a quienes la pierden por vivir en condiciones indignas”. Es difícil. “Me impacta ver el rastro de las vinchucas en las casas de adobe”, dice, “ese rastro de sangre en las paredes, el rastro de la muerte”.

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