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Noemí Casquet: «En el periodismo creo en la experimentación, y el sexo lo veo como el periodismo»

Lo de Noemí Casquet  (Barcelona, 1992) es un auténtico don. Pero también mucho pico y pala durante años. Comunicadora brillante e incombustible, la célebre periodista y escritora especializada en sexualidad suma más de dos millones de seguidores en Instagram y más de 150.000 ejemplares vendidos de su trilogía libérrima (Zorras, malas y libres, en Penguin Random House). Cifras que —seguro— se quedarán obsoletas enseguida, ya que tiene entre manos dos nuevas novelas para cerrar 2021 con nota: Cuerpos y Almas.

Por no hablar, en efecto, de todo lo que hace en su escuela de educación sexual Santa Mandanga y de sus colaboraciones con marcas y medios por doquier, como en Playz (RTVE). Quizá muchos la recordáis por su aparición estelar en el programa La Resistencia, presentando su primer libro —Mala mujer— y sorprendiendo a David Broncano con su desparpajo y —Noemí Casquet en estado puro— un juguete erótico en acción.

«Tenía muy claro que quería ir a La Resistencia. Y tenía claro que iría con el tanga vibrador y el mando. Fue tan divertido, me lo pasé tan bien… Se me bloqueó Instagram, la gente me reconocía por la calle y todavía sigue siendo una de esas entrevistas que te comentan. Un equipo maravilloso. La Resistencia fue un ascensor de puta madre en mi carrera, pero sigo subiendo escaleras», bromea con franqueza.

Conversamos con Noemí Casquet largo y tendido, sin filtros. La pillamos en plena efervescencia de la Feria del Libro de Madrid y de vuelta de un viaje. Pero no uno cualquiera: un retiro tántrico de diez días —de nuevo, ella en estado puro— que repetirá más veces para perfeccionar su investigación en torno a esta práctica legendaria. «Era mi primer año, tenía muchas ganas de experimentarlo y no había encontrado el momento. Con la pandemia, se mantuvieron las medidas de seguridad e intentamos aprender todo al máximo, como el masaje de Cachemira, que no busca un fin sexual, sino terapéutico, y se remonta al tantra tradicional, allá por el siglo IV a. C.», explica con rigor, devota y apasionada de la sexualidad ancestral. Y entonces —¡minuto y resultado!— saltamos a su vida hoy mismo.

Foto: Wilma Lorenzo

SU VIDA SUENA MÁS A JAZZ QUE AL PUNK DE SUS NOVELAS

El objetivo existencial de Noemí Casquet consiste en intentar liberarse. «Quiero devolver el sexo a su hábitat natural, que me maravilla. Y que el sexo nos parezca un tabú me parece alucinante», apunta. La periodista se considera una persona flexible, abierta de mente y enamorada de su oficio, vocación que ha conseguido maridar con otro pilar clave en su vida: la sexualidad. «Mi propósito del alma, por suerte, es mi trabajo», sentencia. «Esto es una labor de ingeniería para conseguir hacer todo. Pero ahora estoy en un punto más relajado. Intento crear contenidos y la investigación me gusta mucho. Cierro un día de la semana exclusivo para investigar».

Sí, su cotidianeidad suena más a melodía de jazz que al ritmo casi punk de sus novelas: «Desayuno con mis gatos frente al ordenador, hablo con marcas, me maquillo y grabo». «Creo que hay una rutina dentro del caos», arguye, antes de marcarse otro de tantos titulares: «El caos es un orden desconocido».

Desorden puto vida mi un es. Así se llama un espectáculo del cómico Luis Álvaro que bien podría definir el periodismo. «¡Es que es caótico! Por eso nos dedicamos a esto. Una de las cosas que más valoro es poder hacer lo que me da la gana. Es muy bonito el periodismo porque somos nuestros propios dueños —dentro de lo que cabe, porque hay plazos— y podemos diversificar el trabajo», afirma.

Todo comenzó con un blog muy personal a los 17 años (De todo y nada) donde Noemí Casquet ya rompía moldes. Aquella joven desnudaba sus pensamientos más íntimos, soñaba con la adrenalina de los viajes y reivindicaba el sexo como el arma de revolución masiva más poderosa del mundo. Y de aquellos polvos, estos lodos.

«Todavía no he alcanzado el éxito que quiero. ¡El reconocimiento por mí misma hacia mí misma! Siento que no ha cambiado nada de aquella chica que empezó con el blog», revela. «Sigo siendo impaciente, obsesiva y perfeccionista. Porque, aunque vaya a llegar a tres personas o a dos millones, tengo la misma responsabilidad hacia la veracidad de nuestra profesión. Es respeto al periodismo y a la sexualidad. Nuestro código básico. El éxito es que mi altavoz es más grande», recalca.

Pero Noemí Casquet, la comunicadora imperial del sexo, sigue viviendo con la normalidad de siempre: «En cuanto a la fama, sí, a veces me paran por la calle, pero no demasiado. Me agradecen lo que hago y yo a ellos. Como en la Feria del Libro. ¡Es un chute de energía, es emocionante! Pero puedo ir como antes por Madrid, coger el metro, tomarme algo…», comenta con naturalidad la de Sabadell. Desde hace unos años vive en la capital, donde ha echado raíces: «¡Madrid me ha atrapado!». Y lo de ligar —atención, sorpresa— ahora mismo no es su fuerte.

«Me cuesta mucho ligar, ¡no follo tanto como crees!»

Otro titular. Otra vez Noemí Casquet en estado puro. «Me cuesta mucho ligar, ¡no follo tanto como crees!», suelta entre risas. «Con las mujeres no me cuesta tanto. Mi energía sexual es muy fuerte, pero mi índice de folleteo era más activo antes, que tenía pareja. Ahora, en cuanto los hombres saben mi trabajo y me conocen… o te idealizan o se cagan vivos. Pero ni estoy abierta a todo en el sexo ni hago de todo. Hay una diferencia entre mi vida profesional y la personal. Ahora follo, pero no al nivel de 2019, cuando salí en La Resistencia. Follo una vez a la semana». Punto y aparte.

¿Y lo del poliamor? «El poliamor fue una etapa. Hoy en día no podría. Me costó mucho coordinar los sentimientos con el sexo. Hay gente que es capaz y me parece genial. Es una de las mayores experiencias introspectivas, una deconstrucción de las relaciones establecidas. Porque no, no interesa la diversidad», reflexiona la escritora. «La diversidad es la herramienta más grande frente a la manipulación—dispara—. Y hoy estoy soltera, pero sigo siendo no monógama. Mira, en el periodismo creo en la experimentación; y el sexo lo veo como el periodismo: tengo que probar nuevas experiencias para divulgar sobre ello».

Libérrima, Noemí Casquet. Hablemos, pues, de liberación.

«Hoy estamos reviviendo un discurso de odio»

«Las cosas están distintas. Se está transmitiendo la resistencia de distintos sectores hacia la liberación», advierte la entrevistada. «A ver, la masturbación de coños era un tabú hace años y hoy está más que aceptado. Y todos esos temas de la eyaculación tardía o precoz en chicos. La diversidad, decíamos… Hasta hace poco, España era un país muy tolerante y abierto a la diversidad y el amor en su máxima expresión. Pero hoy estamos reviviendo un discurso de odio», observa.

«Y, en parte, los periodistas estamos siendo cómplices narrándolo, sosteniéndolo o criticándolo. Por un lado, entras a TikTok, por ejemplo, y ves a personas trans que exponen su vida, hay más facilidades para tener relaciones sexuales o hablar de sexo. Pero, por otra parte, está la reacción, la represión hacia ese avance, la extrema derecha. ¿Tan aburrida es tu vida como para meterte en la de los demás?», inquiere. «Hay que luchar frente a esta represión», zanja.

Atentos ahora a esta declaración de principios: «Tengamos presente que solo vamos a vivir una vez y no perdamos el tiempo en tonterías». «No perdamos el tiempo en decir mi cuerpo es así o asá. Todo lo que tienes te lo ofrece tu cuerpo», subraya Noemí Casquet. Y, precisamente, de cuerpos —y almas— van sus nuevas novelas liberadoras tras la trilogía que catapultó su éxito.

Cuerpos y Almas, dos thrillers eróticos adictivos

 A Noemí Casquet le fascinan los thrillers. Paradójicamente, lee pocas obras de alto voltaje. «Estoy leyendo muchos libros de no ficción, de espiritualidad y de filosofía. Me gustan mucho los thrillers. No leo casi nada de novela erótica. Y no sé si les pasará a otros escritores, pero cuando estoy en pleno proceso creativo, no puedo leer ningún libro de ficción. Me gusta leer, pero no leer hasta perder mi esencia», relata. Y ya a la vista, un par de novelas adictivas: Cuerpos y Almas (Ediciones B, de Penguin Random House), que salen este otoño de 2021.

¿Y cómo escribe Noemí Casquet? «Es como un trabajo más: me levanto, desayuno, me siento frente al ordenador y me pongo música que me inspira para el contexto. Pero hay días y días. La inspiración en la escritura es un mito. Tienes que escribir cada día y la inspiración te pilla trabajando», alega.

En su caso, lo de las musas y la creatividad «es un poco de manicomio, pero me funciona bien». «La fase de inspiración es la fase de escuchar voces. Estoy muy receptiva. Con Cuerpos, sabía que tenía una historia que contar, pero no escuchaba la voz. Era Ruth, una mujer muy sarcástica, con un tono muy marcado. De repente, me quería contar su historia y no me la contaba. Una noche, cenando, oí su voz: “¿Quieres saber mi historia?”. Y empecé a transcribir. Son las fases más extrañas. ¿Sabes? La próxima novela ya la he soñado, pero cuando me levanto no me acuerdo». Y, entonces, cuando encuentra el tono, traza la estructura de principio a fin. Desde la primera página ya sabe cómo va a acabar el libro.

Foto: Anita Martínez

En Cuerpos y Almas, adelanta la autora, hay sexo explícito y drogas, pero también temas como la muerte, la pérdida de identidad, el dolor, el reconocimiento o la masculinidad. «En resumen, se trata de una bilogía sobre Ruth, una chica de treinta años que es una actriz frustrada y recibe una noticia que le muestra que aún hay más camino para llegar al lodo. Y se prueba una peluca y… Esta es la historia de una mujer que habitó tres cuerpos y se olvidó de vivir el suyo propio. El juego de dejar de ser ella y convertirse en otra por las noches. Noches de orgasmos, fiestas salvajes…», concluye enigmática, dejando el cebo en vilo. Porque todos sabemos que siempre hay más golpes de efecto tras su prosa adictiva.

Sí, la polifacética comunicadora nos ha regalado más de una hora de charla —Noemí Casquet en estado puro— sin perder la intensidad, risueña, atenta, disfrutando cada instante, liberándose. Algo así como el tantra.

Por Jorge García Palomo

Periodista y comunicador.

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